
Las startups ya no son sólo las empresas del futuro, sino que cada vez toman más protagonismo en las operaciones y transacciones del presente. Apple, Google o Facebook son algunos ejemplos de empresas tecnológicas que no tienen rival y que cada vez van extendiendo sus tentáculos fuera de sus sectores habituales. Pero si algo tienen en común estas empresas es que todas ellas nacieron en Silicon Valley, un ecosistema donde han germinado muchos de los productos y tecnologías que consumimos habitualmente. Por ello, es imprescindible que el lugar donde nacen las empresas ofrezca posibilidades para crecer, tener oportunidades atractivas y recibir inversiones importantes. Ese es uno de los objetivos del programa Catalunya-Emprèn que agrupa todas las ayudas a emprendedores de la Generalitat de Catalunya. Su director es Pere Condom-Vilà, con amplia experiencia en centros de investigación universitarios.
¿Qué ingredientes tiene que tener Barcelona para asemejarse a una Silicon Valley versión catalana?
Silicon Valley es irrepetible. Partiendo de esa base, no aspiramos a repetir este modelo, porque es único y por su dimensión cuenta con factores como un sistema universitario y tecnológico con una larga trayectoria Y cuantiosos recursos. También hay otros elementos culturales, como la opción a una segunda oportunidad que aquí son difíciles de replicar. Además, las compañías americanas llevan muchos años haciendo grandes operaciones de inversión. En el caso de Barcelona, no estamos tan lejos de aquello que queríamos ser o intuíamos que teníamos que ser. Barcelona está muy bien posicionada en el mapa mundial de la emprendeduría. En todos los rankings europeos de ecosistemas innovadores salimos muy bien posicionados. Uno de ellos asegura que el ecosistema más rentable en Europa es Barcelona.
¿A qué nivel estamos? ¿Con quién nos podemos comparar a nivel europeo?
Estamos al mismo nivel que París y podemos mirar a la cara a Londres y Berlín. Seguramente, en términos de clasificación, estaríamos en la tercera posición. Londres está a una distancia más importante, sobre todo en ámbitos como el fintech, un ejemplo es Kantox que está aquí y allí.
¿Qué nos falta?
Nos falta una cosa que ya se está produciendo, que sería tener un poco más de dimensión de nuestro ecosistema empresarial, y poco a poco lo estamos consiguiendo.
¿Cuál debería ser nuestro referente a nivel mundial?
Como decía, Silicon Valley es tan inmenso tanto en dimensión como las cantidades de financiación que se mueven, que es sumamente difícil de homologarlo y hacer una comparación. Israel es un gran modelo de referencia para nosotros, porque aunque está en las primeras posiciones del mundo, junto con Boston, Nueva York o Londres, es más fácil compararlo con Barcelona. Israel tiene un ecosistema de 6.000 startups e incorporan unas 1.000 firmas al año. En este sentido, Barcelona cuenta con unas 2.000 empresas de nueva creación, a las que se añaden entre 300 y 400 de forma anual. En el caso de Israel, la financiación que tienen es muy grande.
¿Y en términos de inversión u operaciones de compraventa?
Este año vamos a registrar salidas por valor de más de 1.000 millones de euros, que equivale al dinero generado a través de la inversión en operaciones de compraventa de compañías nacidas aquí. Si bien es cierto que este año aproximadamente la mitad se debe a la compra de Privalia por parte de Vente-Privée. Si lo comparamos con lo que queremos ser, que es Israel, este número se multiplica por diez. Allí registran operaciones por más de 10.000 millones de euros, y ese debería ser nuestro horizonte.
Entiendo que la mayoría de estas compañías acaba siendo absorbida por una empresa extranjera aún mayor...
Así es, normalmente acaban incorporándose a un grupo más grande; es el caso de Trip4Real en Airbnb o el de Privalia en Vente-Privée.
¿Y no habría posibilidad de que estas empresas crecieran aquí y se giraran las tornas absorbiendo otras compañías extranjeras?
Es un debate que también se está llevando a cabo en un referente y país puntero como Israel. ¿No podríamos hacer que estas empresas no salieran del país? ¿Qué políticas podemos hacer para que acaben creciendo y configurando grandes grupos? En su caso, el país se ha especializado en producir compañías tecnológicas, y las cantidades de dinero que mueven son muy beneficiosas para ellos. Nuestro ecosistema sigue avanzando a una velocidad muy relevante, y creo que debemos seguir analizándolo.
La clave para que se creen grandes empresas que no necesiten salir para crecer es la creación y atracción de talento joven. En ese sentido, Barcelona cuenta con factores que no tienen rival en el mundo. Hablo de elementos climáticos que hacen que muchos jóvenes quieran venir a trabajar aquí.
¿Y cómo atraer a más jóvenes, además de ofrecer una ciudad más ?barata? y buenas condiciones climáticas?
Hay muchos incentivos. Un ejemplo es el de las escuelas de negocios; Barcelona es capital en este sentido y ocupa puestos altos en los rankings. Está IESE, ESADE, y un ecosistema de universidades muy potentes.
¿Cómo puede afectar la pérdida de oportunidades de inversión como la fuga de Schneider en el centro de Barcelona junto con Cisco?
Barcelona es un ecosistema muy atractivo y, de momento, tenemos muchas empresas tecnológicas e innovaciones. Tenemos que ser capaces como sociedad de que estas inversiones se queden, ya que estamos en un lugar privilegiado, pues no todos tienen nuestras condiciones. Las Administraciones deben trabajar para canalizar estas oportunidades. Algunos casos puntuales pueden ser secundarios, pero si una parte relevante de estas iniciativas se debilita, entonces sí que habrá que alertarse.
Usted ha hecho carrera en parques científicos de algunas universidades donde se crean muchas 'spin-offs' científicas. ¿Cree que los recortes que se han hecho estos últimos años tendrán un efecto negativo en el futuro sobre las 'startups' que nacen de esos centros?
En el caso de las startups no creo que afecte. A pesar de la implicación pública, es la respuesta privada quien lidera el sector. El sistema privado genera una gran actividad y ya desde la burbuja del puntocom en el 2000 es quien siempre ha hecho que el sector avance. Después de esta crisis, fue el sector privado quien también volvió a confiar y está asumiendo el papel protagonista que debe tener.
Pero en el caso de la educación y sus centros de investigación, los buenos resultados actuales proceden de la apuesta que se hizo hace una década... ¿La falta de inversión ahora no pasará factura, por ejemplo, al Parc Científic de la Politécnica, entre otros?
En cuanto a las universidades y sus centros de investigación, deben ser capaces de ajustarse a los nuevos contextos presupuestarios en busca de financiación; de hecho, obtienen más recursos europeos que antes. Nuestros centros de investigación universitarios siguen siendo tan activos como antes, y habiendo nuevas formas de financiación, no tendría que haber impacto.
El centro de investigación Spurna de la Universitat de Girona acabó cerrando con una deuda elevada, a pesar de que en su inauguración, el entonces alcalde Puigdemont, lo vendió como una prueba de la atracción de Girona por las TIC...
Desde mi punto de vista fueron fracasos del sistema. Spurna estaba destinado a tener un inicio y un fin; el final coincidió con el que tuvo. Algunos lo interpretaron como un final traumático, pero era el final de una concesión que no tenía que continuar. En nuestro ecosistema, el sector público debe consolidar iniciativas, y si estas no se consolidan...
¿Qué papel debe tener entonces el sector público en la incentivación de 'startups'? ¿Cuál es el equilibrio?
Es un equilibrio difícil. Desde la Generalitat tenemos claro que el sector público no se puede desentender de la actividad tecnológica, la economía colaborativa... ¿Qué hacemos? ¿Dejamos que pase o debemos regularlo? Tenemos que encontrar la manera de convivir entre lo nuevo y lo viejo. Pero si algo tenemos claro es que el sector público puede sugerir, pero no protagonizar. Quien tiene que acabar liderando el sector privado.
¿Habla de privatizar iniciativas que nacieron como públicas?
El mejor ejemplo es el de la sociedad inversora que creó el Ayuntamiento a principios de los años noventa, Barcelona Emprèn, que durante unos años fue pública, pero con el paso del tiempo acabó siendo privado. Creo que el sector público debe sugerir el camino, y que después de un conjunto de etapas, debe dejar paso al privado.
En el caso de la Generalitat, se canaliza todo a través del programa que usted dirige, 'Catalunya-Emprèn'. ¿Cómo lo explicaría?
El programa Catalunya-Emprèn agrupa todas las ayudas de la Generalitat en acompañamiento a emprendedores, y no depende de ningún departamento. Tiene cuatro líneas: Xarxa, de ámbito municipal y comarcal; Startups, a través de seis aceleradoras y el programa Startup Catalonia; Autònoms, que incluye préstamos a emprendedores y formación para los que inician su negocio; y finalmente Recerca, que promueve la creación de empresas y transferencia de tecnología. Todas las líneas tienen el objetivo de coordinar y visualizar una estrategia conjunta con todas las iniciativas relacionadas con la emprendeduría. Emprendeduría lo entendemos como autoempleo.
¿Y cómo diferencian las iniciativas emprendedoras?
Las tenemos muy bien diferenciadas entre la emprendeduría relacionada con la ciencia, como las spin-offs que surgen de los hospitales, universidades y centros tecnológicos públicos. La diferencia es el componente innovador, y ahí entra la emprendeduría social, corporativa, las herramientas de innovación entre las startups, las empresas relacionadas con la industria cultural y creativa.
¿Cuántas iniciativas han impulsado en 2015?
Hemos creado o consolidado más de 5.000 proyectos emprendedores a través de nuestro programa. Toda esta acción transversal de la Generalitat ha movilizado durante 2015 hasta 55 millones de euros entre ayudas directas a emprendedores, líneas de financiación o subvenciones a iniciativas específicas de apoyo a la creación y consolidación de empresas. Estas ayudas no las damos directamente nosotros, sino que se filtran a través de los consejos comarcales, colegios profesionales y más de 100 instituciones. Hay hasta 400 técnicos que dan apoyo a los emprendedores.
¿Y ayudan a que empresas tradicionales también se digitalicen, y porqué no, creen sus propias 'startups'?
Centramos esfuerzos también en lo que se conoce como corporate. Queremos que las compañías tradicionales hagan tres cosas, que se relacionen comercialmente, que inviertan y se configuren como inversores business angels y que por ellas mismas ayuden a crear e incubar startups. De hecho, tenemos un fondo de 10 millones de euros para asuntos de corporate. Aquí sí que entra la figura de Acció -un órgano de la ?Generalitat?- como tercer nivel, para hacer que las empresas creen startups.
¿En qué empresas tradicionales se fijan?
Tenemos localizadas una quincena de empresas tradicionales que ya están consolidadas y que tienen unos mercados definidos y no precisan de un crecimiento exponencial. Tenemos algunos casos relevantes; nos gusta remarcar el de Fluidra, ya que tiene una escala muy propia de la industria catalana y ha conseguido crear su propia startup.