Ahora que nuestra sociedad se halla más relajada en cuanto al tema de la independencia puede ser el momento de iniciar en profundidad y serenamente este debate. Los políticos de partido y poder con miras a corto plazo nos machacaron con el independentismo imposible, con el fin de conseguir mantenerse en el poder una temporada más pero siendo conscientes que jamás lo conseguirían del modo que lo proponían. Calentaron a la población con medios económicos y mediáticos y aun así se desinfló el globo.
Nuestros políticos basaron sus pretensiones en un nacionalismo sentimental, patriótico y nostálgico, el mismo que esgrimió el Gobierno de España para oponerse y perdieron soportes ciudadanos al no demostrar el beneficio que obtendríamos si ganaba su causa.
Pero ahora podríamos tratar de analizar si una sociedad moderna, integrada por individuos intelectualmente preparados, es capaz de organizarse por si misma y proporcionarles unas mejores condiciones de vida que otra gestionada por gentes de muy diferente cultura y objetivos diversos que pretende abarcar un territorio más amplio para detentar un poder mayor frente a Europa y su gobierno.
La autogestión de territorios menores puede ser más eficaz, menos gravosa y más comprendida para una sociedad que otra que incluya intereses muy diversos y territorios más amplios.
Para conseguir que una sociedad admita esta premisa y su objetivo se vea refrendado por una gran parte de la población, imprescindible para obtenerlo, debe estar convencida de un modo racional y pragmático. El fervor romántico solamente es defendido por una parte reducida de una sociedad, porque a la hora de la verdad, prevalecen los intereses personales sobre los colectivos.
Ahora, pues, es el momento para quien desee alcanzar esta meta del autogobierno, no la creación de una nación al estilo del siglo XIX, de discutir, analizar, prever con mesura y de un modo objetivo, los beneficios, peligros y perjuicios de una organización social autogestionada, siempre teniendo como límite nuestra integración en Europa con todas sus limitaciones.
Este debate puede extenderse a todos los Estados que integran Europa, ya que en todos ellos existen territorios que de un modo u otro se plantean su autogestión y sustituir la actual organización supranacional por otra nueva integrada por organizaciones territoriales de índole menor.
Como puede adivinarse es un debate a largo plazo que puede interesarnos a todos, ya que por una parte, las decisiones políticas se hallarían más cerca del ciudadano y por otra, los estados tradicionales perderían poder en favor del Gobierno de Bruselas. A tratarse de un tema de gran calado para todos nosotros, no debemos dejarlo en manos de los políticos de turno, amantes del cortoplacismo pero sí que podríamos analizarlo con el fin de solucionar muchos de los problemas que hoy se plantean en el seno de nuestras sociedades.