
El miedo a una reedición de crisis que aboquen al rescate de grandes bancos y la decisión de evitar que tal eventualidad volviese a pasar factura al bolsillo del contribuyente ha sumido a los reguladores en una espiral garantista sofocante para la banca.
Tanto que el sector ha comenzado a moverse en un intento de atemperar la última propuesta de la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés), con la que busca multiplicar por nada menos que 3,3 veces el capital requerido a las entidades sistémicas o "demasiado grandes para caer".
El organismo dirigido por Andrea Enria propuso, y se recogió en un Reglamento de la Comisión Europea, un colchón casi equivalente al 27% de los activos ponderados por riesgo para los gigantes bancarios. Es decir, multiplicar por dos el requisito mínimo -8%-, al que habría que sumar varias huchas o buffer extras con capacidad para absorción de pérdidas.
Coeficiente exigible
Se trata de su propuesta de diseño final del denominado como Mrel o coeficiente exigible por las autoridades europeas a cada entidad para hacer posible su recapitalización interna y evitar el rescate público, y cuya receta incluye el capital regulatorio junto a un respaldo de pasivos a los que se podrían practicar quitas en caso de insolvencia -el llamado bail-in-. El Mrel es algo parecido a la versión europea de otro colchón anticrisis, el bautizado como Tlac, diseñado bajo empeño del G-20 para los bancos de importancia sistémica y cuya implementación será progresiva hasta 2022. El Mrel, en cambio, comprendería a todas las entidades europeas, aunque con grados de exigencia modulables en volumen y plazo según el riesgo o importancia del banco.
Las alertas llevan tiempo en el aire. Todos o casi todos los reguladores coinciden en que la banca debe reforzarse y gestionar mejor los riesgos, pero hay diferencias sobre cuánto más se puede exigir. El mismo Banco de España y hasta el Banco Central Europeo (BCE), donde se imbrinca el Mecanismo de Supervisión Única, llevan meses aviso sobre aviso a cerca de los peligros que entraña una penalización excesiva.
Un foco de temor es que se obligue a las entidades a acopiar tanto pasivo o deuda que se ponga en riesgo la estabilidad financiera porque les abocaría a salir a colocar bonos a mansalva en tiempo tasado y con altos intereses y cupones, para atraer a los inversores, sumamente dañinas para su insuficiente rentabilidad. En su día, el vicepresidente del BCE cifró en 560.000 millones la necesidad de emisión de nueva deuda subordinada, inclinándose por alguna vía que permitiese transformar parte de la cartera ya emitida.
Últimos datos del BCE
Los últimos datos del BCE elevan al 17,19% el capital total de las 123 entidades significativas que supervisa directamente al cierre de 2016, lo que excede de largo el requisito vigente. La rentabilidad promedio de la industria europea continúa, en cambio, deprimida y apenas ronda el 5-6% sobre recursos propios (Roe). El ejercicio de elevar esta tasa se complica ante el incesante refuerzo regulatorio del colchón de solvencia.
Un riesgo latente, apuntado por la banca, es que ahogue el crédito porque la hucha está directamente ligada al riesgo asumido.