Las cooperativas son empresas como cualquier otra cara al mercado. Pero su endeudamiento, generalmente más prudente, les beneficia en la actual coyuntura.
Durante esta crisis nos han bombardeado con las capacidades de las empresas cooperativas para afrontar la coyuntura recesiva. Se decía que mantenían más empleo, que estaban más implicadas con el territorio de acogida y parecía como si algo en el ADN de las cooperativas las preparara para afrontar mejor los tiempos de incertidumbre a los que nos enfrentamos.
Entonces ocurrió el fallo de Fagor y entonces pareció que nada de lo dicho anteriormente era cierto. Que las cooperativas eran tan frágiles como cualquier otra empresa. La cuestión es que una cooperativa es un tipo de empresa. Cierto que es un tipo especial, y que junto con los fines de obtención de beneficio, conviven otros de fundamento más social (sobre todo en el entorno de los propios socios).
Pero es una empresa y debe ofrecer sus productos al mercado. Y el mercado no suele hacer distingos, la demanda quiere satisfacer sus necesidades de la mejor forma posible.
Una cooperativa no está exenta de equivocarse, de no ofrecer al mercado lo que este pide. El caso de Fagor no es el primer ni será el último. Otras cooperativas fracasarán en los próximos meses y años. Sin embargo, por su propia naturaleza, las cooperativas tienden a ser muy comedidas en sus inversiones y suelen cuidar mucho su situación patrimonial.
Dicho de otra forma, tienen una menor tendencia a recurrir al apalancamiento financiero. Por ello, en un entorno como el actual, en el que la mayor parte de los agentes están asumiendo dramáticos procesos de desapalancamiento, ellas pueden mantenerse sin demasiado problema (al menos en ese frente, porque el comercial es un problema al que deben enfrentarse todas las empresas).
A esta ventaja en tiempos de mudanza (que, al mismo tiempo, en los momentos de expansión se convertían en una menor tendencia al crecimiento) se le suman las clásicas sobre el compromiso de los socios trabajadores y del arraigo territorial. Y estas tres se dan la mano en muchas cooperativas agroalimentarias, a lo que se suma que son el principal sustento de la economía de sus pueblos o comarcas.