Andalucía

Uniones: sí, pero no a cualquier precio

La concentración es una estrategia de superviviencia, pero debe servir también para mejorar la gestión y ganar competitividad.

Hace unos días, leía en el siempre interesante blog de José Antonio Arcos un llamativo artículo: Concentración de la oferta hortofrutícola: NO, y menos en mi nombre. Su línea de argumentación hacía hincapié en la potencialmente peligrosa concentración de poder en manos de los aparatos gestores de las empresas: "Concentrar la oferta en un ramillete de unas pocas compañías es un peligro, salvo que de la noche a la mañana los dirigentes del campo se conviertan en personas altruistas que solo piensen en el bien común". Seguía con el abuso que de la idea hacen los políticos, que la han convertido en poco más que un eslogan para los actos de naturaleza agraria. También sostiene que los casos de concentración registrados no han redundado en una mejora de las cotizaciones de los productos. Finalmente se mantiene que el modelo agrario almeriense (que es al que él se refiere en su artículo) tiene una vocación de trabajo familiar de pequeña dimensión.

Vaya por delante que coincido con el artículo en algunos puntos. Por ejemplo en el uso (abuso) del término concentración que hacen los políticos. En realidad, durante mucho tiempo "las políticas" servían para todo lo contrario de lo que decían "los políticos", ya que se favorecía la escisión de cooperativas y el aumento desproporcionado de la capacidad instalada de manipulado.

Asimismo, es verdad que los precios de los productos sólo crecen muy de vez en cuando y que la tendencia a largo plazo es la de la reducción de las cotizaciones en términos reales.

Hasta aquí las coincidencias. El problema de los comportamientos egoístas es común en todas las organizaciones humanas. Por eso, las instituciones más avanzadas establecen sistemas de control y sanción. En las cooperativas ese mecanismo es muy potente, lo ha sido siempre, y es la Asamblea General la que, en última instancia, puede dar o quitar el poder.

El mercado mundial de los alimentos (y no olvidemos que el sector hortofrutícola español está muy volcado hacia el comercio exterior) está dominado por grandes empresas. Primero fue la gran industria; ahora es la gran distribución. La dimensión alcanzada por algunas de estas empresas les permite controlar hasta cierto punto tanto los precios como el resto de las cuestiones negociables en una relación comercial.

Aunque la concentración es una estrategia de supervivencia, no es un fin en si mimo. No sirve de nada si no va acompañada de una mejora de la gestión, o de la productividad: de la competitividad. En cualquier caso, es posible que se concentre la oferta y al mismo tiempo sigan surgiendo nuevas empresas. Concluyendo en términos similares a los de José Antonio: "Concentración de la oferta: SÍ, pero no a cualquier precio"...

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky