España está invirtiendo decenas de millones en UAV y esa I+D puede perderse de la noche a la mañana si hay un accidente y la opinión pública no entiende la utilidad de este tipo de aviones.
"Que Dios nos asista, hemos caído en manos de ingenieros". Así se quejaba uno de los personajes de Parque Jurásico de que sus todo terrenos teledirigidos se acercaban a los portalones del parque más y más, pero estos no se abrían.
Ahora se están gastando en España, en proyectos de I+D, cientos de millones de euros en los UAVs (aviones no tripulados, en sus siglas inglesas) y son firmas internacionales las que están en proyectos en los que se pretende que los ordenadores de esos aviones decidan a dónde ir para cumplir la misión que tienen que hacer, "hablan" con los otros ordenadores de otros UAVs y "deciden: tú baja 100 metros y yo subo otros 100, para no chocar" y todas estas líneas de software se están escribiendo ahora, para que en 2050 todos estos sistemas estén más que probados y el tráfico aéreo y los aviones, "vayan solos".
Pero tarde o temprano, habrá un accidente. Un bicho de trescientos kilos caerá encima de alguna criaturita y la gente se preguntará que si eso es legal.
La investigación de los UAVs cae dentro del ámbito técnico de la robótica, de los sistemas autónomos. Los avances tecnológicos llevan sus riesgos, y por supuesto que merece la pena correrlos.
Ahora bien, hay que explicarlos a la sociedad, hay que gastarse el dinero en publicidad de los UAVs, venderle a la opinión pública que los UAVs ayudan a la policía a perseguir el tráfico de drogas, a los guardas forestales, a los guardacostas, etc. De lo contrario, el día que pase algo no lo van a entender. Y la opinión pública puede cancelar todas esas investigaciones de la noche a la mañana.
La investigación con células madre promete muchos más beneficios para la Humanidad que los UAVs, y sin embargo ha estado parada toda una década en los Estados Unidos porque la Administración Bush había sabido manipular bien a la opinión pública.