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Lujo alcanzable, la mejor complicación de Frédérique Constant

  • La relojera suiza nació hace 30 años para democratizar la alta relojería
  • Su secreto es apostar por la sencillez y los diseños clásicos y elegantes
  • Acaban de inauguran la ampliación de su taller y presentaron un nuevo reloj
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La alta relojería suiza es un arte. Ginebra, una de sus sedes. Y las complicaciones, la máxima expresión del maestro relojero, que encierra en un calibre un mundo mecánico de complejos resortes en espiral y engranajes móviles que alimentan el movimiento con una precisión elegante. Una ingeniería orfebre, con mimbres del siglo XVIII, que vale su precio, solo permitido a la élite, amante o no de los relojes. Desdibujar los límites de este círculo, sin perder el compromiso con la manufactura, y democratizar la alta relojería para los que sí la aman es la médula y la complicación superada más peliaguda que presenta Frédérique Constant, la relojera suiza que cumple 30 años con nuevas instalaciones y un reloj homenaje: el Classic Tourbillon Perpetual Calendar Manufacture.

Aletta Bax (Den Helder, 1965) y Peter C. Stas (Gouda, 1963) son los fundadores de esta relojera con sede en Plan-les-Ouates, Ginebra. Ella fue alta ejecutiva del Grupo ING y él, consultor especializado en asesoramiento fiscal a empresas. Sin embargo, su futuro profesional cambia en 1988, en un viaje de novios que la pareja pasa en Ginebra.

Ante los escaparates de las relojeras suizas encontraron un espacio vacío entre dos tipos de relojes: los hechos a mano y los producidos en masa. Un nicho lo suficientemente atractivo como para idear el boceto de Frédérique Constant, firma pensada para crear relojes de alta calidad pero abiertos a un público mayor. El nombre de la firma surgió al combinar los nombres de pila de los bisabuelos de Aletta Bax-Stas, Frédérique Schreiner (1881-1969), y Peter Stas, Constant Stas (1880-1967), quien fundó, en 1904, su propia empresa de esferas de reloj.

Esta complicación, la de democratizar la alta relojería, tarda en llegar. Los primeros modelos los hicieron con movimientos de cuarzo electrónicos. Y los eminentes éxitos en relojería mecánica llegan con relojes donde solo procuraban el montaje. Pero con el cambio de siglo, en 2001, la marca quiso dar un paso más en su cometido y comenzó a trabajar para desarrollar su primer calibre manufactura de fabricación interna, el Heart Beat Manufacture, que presentó en 2004. Un nuevo rumbo que la marca afrontó con unas nuevas instalaciones, en 2006, para dos años más tarde presentar su primer tourbillon de fabricación interna, una de las más complejas complicaciones, que compensa el efecto que produce la gravedad cuando el reloj permanece en reposo.

Este compromiso consigue un hito en 2016, con el lanzamiento del modelo FC-775, el primer Perpetual Calendar Manufacture: siempre que se dé cuerda al reloj con regularidad, el calendario será preciso hasta el año 2100, y solo entonces requerirá una pequeña corrección manual. Una potente complicación que, combinada con un tourbillon, dio lugar al lanzamiento en 2018 del nuevo calibre automático FC-975. Un éxito que se hizo merecedor del nombre Grande Complication. Y que repite este 2019, presentando dos nuevas ediciones limitadas en acero inoxidable u oro rosa, por 20.990 euros.

Un precio poco accesible pero más alcanzable que los 40.000 euros que suele costar un reloj con esa complicación. ¿Cómo lo consigue? El secreto, cuenta a este medio, es la búsqueda de la mayor sencillez del mecanismo y la apuesta por diseños elegantes y clásicos que escapen de materiales joya. Además, un menor gasto en marketing y publicidad respecto a otras relojeras le proporciona un mayor margen.

Esta edición especial ha servido además para celebrar la inauguración de la ampliación del taller. Un edificio que incluye un museo homenaje a la relojería mecánica y la sede internacional de la marca, que desde 2016 se incorporó al grupo japonés Citizenal.

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