
El dorado apartamento del piso 66 de la torre Trump, en la quinta avenida de la Gran Manzana de Nueva York, no será el único lugar desde donde el presidente de los Estados Unidos Donald Trump gestione el país más allá del Despacho Oval. El opulento club privado de recreo Mar-a-Lago que el exmagnate inmobiliario tiene en Florida se perfila como la Casa Blanca de invierno después de que el haya pasado allí los últimos tres fines de semana y se haya citado con diferentes mandatarios y autoridades.
La rimbombante mansión, una adaptación del estilo hispano-morisco en la pequeña localidad de Palm Beach, está valorada en unos 100 millones de dólares y refleja el ostentoso gusto de Trump con salas llenas de mármol, piedra italiana, azulejos españoles, tapices flamencos, enormes candelabros colgantes, alfombras orientales y frescos europeos.
Pululan también el oro y el dorado con paredes forradas con hojas del precioso metal tanto en el salón de baile estilo Luis XIV como en innumerables incrustaciones en columnas, escudos, lámparas, cuadros, jarrones, vajillas y mobiliario en general. Incluso en la grifería de los baños.
El magnate adquirió la mansión por 10 millones de dólares en 1985 para convertirla una década después en un negocio hotelero con 114 habitaciones con vista al mar o a la laguna Lake Worth, club de playa, spa y campos de golf, cricket, baloncesto y tenis.
Desde entonces no han faltado las quejas y polémicas de vecinos y administraciones de este apacible pueblo de multimillonarios, descontentos con el ambicioso desarrollo turístico de Trump e incluso indignados con una enorme bandera de EEUU que sobrepasaba el tamaño permitido.
Trump también la ha emprendido con las autoridades aéreas al considerar que el ruido de los aviones que sobrevuelan el club irrumpen su tranquilidad. Una pelea que se zanjó el mes pasado cuando retiró la demanda y el Servicio Secreto estableció esos mismos días el desvío de las aeronaves por motivo de seguridad para el nuevo presidente.
Este "paraíso de invierno para la elite", como destaca la promoción del complejo turístico en internet, descansa entre la laguna y el océano Atlántico, y aunque la mansión principal está separada de la playa por una avenida, su club de playa sí da al mar.
El exclusivo club privado, con espaciosos jardines y piscinas dispuestas en un terreno de unos 20 acres y hasta con tres refugios anti-bombas se ofrece para el esparcimiento de los socios a un coste anual de 14.000 dólares y el pago de 100.000 dólares de iniciación.
Al ordenar la construcción de la mansión, que se efectuó entre 1924 y 1927 y que fue declarada en 1969 Sitio Histórico Nacional, su propietaria, Marjorie Merriweather Post heredera de un emporio de cereales, la ideó como un lugar de retiro de invierno para los presidentes.
Deseo cumplido con Trump, que la compró después de que el Gobierno de EEUU la devolviese a sus tres hijas debido a lo costoso de su mantenimiento tras heredarla a la muerte de Post.
Mar-a-lago ha duplicado su cuota de admisión
A pesar de que Donald Trump ha renunciado a su perfil como empresario desde que fue elegido presidente, parece que su esencia empresarial no la ha olvidado y entiende que el club privado propiedad de un presidente de los Estados Unidos debe ser más exclusivo. Y así, Mar-a-Lago ha duplicado la cuota inicial de admisión para sus nuevos miembros hasta los 200.000 dólares, según la CNBC. U precio que se habría establecido el pasado 1 de enero.