
Es bonito, animado, da juego para ver y dejarse ver y su precio medio ronda los 35 euros, el entourage perfecto para triunfar en Madrid. Pero con el valor añadido de la cocina de José María Ibáñez, un experimentado profesional de amplio bagaje anterior.
Continente y contenido en perfecto tándem. Por una parte, un espacio de tres alturas alegre y cálido que aúna las tendencias más en boga con sus paredes de ladrillo visto, lucernario de luz natural y distintas piezas de diseño en el mobiliario. Por otra, la cocina de Ibáñez, un chef histórico (pero nada mediático), formado en Jockey y en Pedro Subijana hasta que llegó a Semon, donde permaneció 13 años hasta su cierre. Su cocina es la base de este El Gordo?, nombre inspirado en la novela Los papeles del Club Pickwick, de Dickens.
Carmen Sinovas, inversora en distintos negocios y clienta del desaparecido Semon madrileño, decidió apostar por él y abrir como co-propietaria este novedoso local que tiene todo, como decimos, para triunfar e incluso? ¿ser el nuevo Ten con Ten? Ya saben, ese restaurante madrileño imbatible hace unos años. El tiempo lo dirá. De momento, hablemos de su cocinero que, haciendo gala de su currículum, ha introducido en su carta algún homenaje a su pasado profesional, con el pastel de berenjenas de Jockey o los canelones trufados de Semon. Aunque estamos ante una oferta de concepto muy variado que va desde unas melosas croquetas a las deliciosas colas de cigala en tempura.
Entre los segundos, tradición en las albóndigas con colmenillas (ahora en temporada) y guiños internacionales en el ceviche de corvina, gambas y pulpo o en el Silpancho, escalope de ternera picada con especias, típico de Bolivia. Fantásticos helados hechos al estilo italiano (más cremosos) o un clásico tiramisú que no defrauda. La oferta de vinos de El Gordo engloba unas 40 referencias; elaborada por sumilleres de la vinoteca Santa Cecilia contiene clásicos y modernos, así como uvas y D.O. emergentes, muchos de ellos por copas. Y muy destacable: tanto la carta de platos como la de vinos a precios comedidos.
Además de la carta convencional, el horario ininterrumpido del restaurante -que en fin de semana se alarga por las noches hasta las dos de la madrugada-, da pie a picar algo de su carta de pinchos hechos al momento o las raciones para compartir, como las resultonas bravas, con tomate, mayonesa y crujiente de cebolla o la brandada de bacalao gratinada con tejas de pan. La terraza, inundada de flores que también se venden, es una buena opción.