
Hablaba suave y se movía con felina elegancia. La sonrisa siempre puesta y los ojos claros como dos ríos. Dulce, cercana y cristalina, algunos la retrataron como una mujer fría y distante, quizás por ser prudente en sus formas y cargar con el misterio inherente a cualquier estrella hitchcockiana. Como todas ellas, Eva Marie Saint era rubia y brillante. Y lo sigue siendo, un talento que cumple 100 veranos. "Soy más vieja que la Academia", bromeó la leyenda de Hollywood en alguna ocasión. Y tiene razón. Es el último icono vivo de la Era Dorada, cuando, en su última etapa, allá por los 50, el color ilustraba solo a veces el metraje y el cine negro ahumaba las butacas con ese halo de fascinación que nos traslada en el tiempo. Pero Eva ya estaba allí, entre los mejores. Era ya una de ellos.

Era 4 de julio de 1924. En Newark, Nueva Jersey, nació una niña con apellido de santo. Allí vivió los primeros años de su infancia hasta que dio el salto a la Universidad de Bowling Green, en Ohio, a 850 kilómetros de casa. Estudió interpretación y, aunque acabó sus estudios en 1946, no triunfó sobre las tablas hasta 1953, cuando obtuvo el Premio de la Crítica por su participación en la obra The Trip to Bountiful, de la mano del escritor y guionista Horton Foote, que adaptó Matar a un ruiseñor de la novela original de Harper Lee.

Este fue el impulso que la introdujo en los estudios de Hollywood. Un sueño que la puso a la altura de las estrellas. A Saint Marie se le daba bien ponerse en la piel de los otros. Lo demostró con su debut cinematográfico junto con Marlon Brando en La ley del silencio (1954), película con la que ganó el Oscar a Mejor Actriz Secundaria. La cinta de Elia Kazan le brindó unos aires de ternura de los que se desprendió al dar vida a la mordaz agente doble Eve Kendall en Con la muerte en los talones.

"Apuesto a que podrías llevar a un hombre a la muerte casi sin proponértelo, así que deja de hacerlo", le dice Roger Thornhill, personaje interpretado por Cary Grant, en el largometraje de Alfred Hitchcock. La actriz era una de sus promesas de confianza. "Él me decía tres cosas: primero, que bajara la voz; segundo, que no usara mis manos y, tercero, que mirara fijamente a los ojos de Cary Grant", contó en el 2000, en su visita al festival de San Sebastián.

Sus inicios en Hollywood fueron de sobresaliente y acabó consagrándose. Apareció en poco más de una docena de títulos entre los 50 y 60, como Un sombrero lleno de lluvia (1957), por el que fue laureada con el premio a Mejor Actriz en el festival de Venecia, o Éxodo (1960), filme donde compartió guion con Paul Newman. En las décadas posteriores centró sus esfuerzos en el teatro y la televisión. En 1990 ganó un Emmy por su papel en People Like Us. En el último cuarto de siglo ha aparecido en varias películas, entre ellas, Soñé con África (2000), Mi mejor amigo (2005) o Superman Returns (2006). La última fue Mariette in Ecstasy (2019). Nunca ha hablado de una retirada.

Su estrecha unión a la industria no se queda en el plano profesional. En su recuerdo quedan los 65 años de amor que vivió con su esposo, el cineasta Jeffrey Hayden, realizador, productor y director de series míticas como Lassie, El Virginiano o Falcon Crest. Su marido era dos años más joven que ella, y falleció en 2016. Con él tuvo dos hijos, Luarett y Darell, ambos camino de los 70 años. Eva y el amor de su vida se conocieron en el metro de Nueva York, una casualidad maravillosa. "Es suerte", dijo ella. Muchas cosas lo son. Otras están hechas de ingenio. Ella encarna ambas: un siglo de oro.
