Opinión

Los economistas se equivocaron: la inflación no es transitoria


    Amador G. Ayora

    El coronavirus es ya historia. Los países anulan restricciones, suprimen pasaportes covid y reabren sus fronteras para normalizar la situación económica. Si los dos últimos años estuvieron marcados por la evolución de la pandemia, el 2022 lo estará por la inflación.

    Habíamos creído que los precios se habían desmadrado en el segundo semestre de 2021 por la explosión de una demanda contenida, pero no sólo es por eso. Detrás de las causas, está todo un movimiento geoestratégico: la ruptura de las cadenas globales de producción.

    Después de las dificultades para aprovisionar de materiales básicos como mascarillas ó respiradores para atender a los millones de afectados por el virus en sus primeros estadios, ya nadie confiará más en China para garantizar sus suministros sanitarios ni tampoco de otro tipo.

    La industria del automóvil ha caído en la cuenta que deslocalizar la producción de sus chips en países de bajo coste de la mano de obra es un error, porque puede quedarse sin ellos en momentos críticos, como ocurre en la actualidad. La producción mundial de coches cayó el 7 por ciento frente a 2020, un año en el que ya estuvo semiparalizada.

    Reconstruir y repatriar esta producción a Occidente llevará entre uno y dos años, el tiempo el que se prolongarán aún los cuellos de botella.

    El coste de transición asociado a la lucha contra la descarbonización también nos pasará factura durante los próximos años, en forma de inflación verde. Los gobiernos preparan cargas tributarias para financiar sus costes, entre los que estará la pérdida de miles de empleos en sectores tradicionales, en su mayoría contaminantes, que tardarán en adaptarse a la nueva economía.

    Los economistas se han vuelto a equivocar: habían previsto una inflación transitoria durante los tres primeros meses del año que lleva camino de convertirse en permanente. Lo constató el miércoles el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, tras anunciar que volverá a subir los tipos de interés en marzo por primera vez desde 2018 para combatir la inflación, que alcanza tasas del 7 por ciento.

    Los analistas de los bancos de inversión prevén hasta seis subidas de tipos de interés a lo largo del año, hasta el entorno del 1,5 por ciento. Estados Unidos va por delante de Europa, cerró el año con crecimiento próximo al 6 por ciento, recuperando toda la caída de la pandemia, y el desempleo es inexistente.

    Las palabras de Powell coincidieron con un comunicado conjunto de la OTAN y la Casa Blanca en el que rechazaban las condiciones pedidas por Putin para firmar la pipa de la paz. El bono a diez años volvió a superar la barrera de los 1,8 por ciento y Wall Street se tiñó de rojo. Hay valores tecnológicos, que apoyan su estrategia de expansión en la deuda, como Netflix, que se desplomaron más de un tercio en una sólo sesión.

    Europa seguirá los pasos de Estados Unidos, más avanzada en el ciclo. La Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas) prevé que la inflación alcance una media del 3,5 por ciento este año, en línea con otras casas de análisis. Nadie espera que los cuellos de botella en los suministros de materias primas se resuelvan hasta 2023 ó que el gas y el petróleo reduzcan sus precios, si no al revés.

    Mientras el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, endurece su postura y se prepara para intervenir en cuanto un soldado cruce la frontera con Ucrania, el presidente francés, Enmanuel Macron, negocia con Rusia al igual que el italiano Mario Draghi. Una delegación integrada por la flor y nata de los empresarios del país transalpino se reunió esta semana para hacer negocios con Putin.

    Alemania, sumida en un mar de dudas, por su elevada dependencia del gas, amenaza con graves sanciones y la suspensión definitiva del gasoducto Nord Stream 2 si Moscú pone un pie en Ucrania. Pero Putin ya sobrevivió a esas sanciones cuando anexionó la península de Crimea y tiene un mercado alternativo al que dirigir su gas: China, que acaba de brindarle su apoyo.

    Pekín es el mayor consumidor del gas del mundo, con 331.000 metros cúbicos, pero necesitará casi duplicar el consumo durante esta década a medida que reduzca la dependencia del carbón. En 2014 firmó un acuerdo para suministrar 38 millones de metros cúbicos (bcm) anuales a través del gasoducto Poder de Siberia y está en estudio la construcción de un nuevo gasoducto.

    Si se produjera un conflicto, los precios del gas y del petróleo subirían inmediatamente beneficiando a los exportadores (Rusia, Oriente Medio y el mismo Estados Unidos) y perjudicando a los importadores (Europa y los países emergentes ó algunos asiáticos como Japón).

    La antigua URSS es la tercera productora de petróleo del mundo y uno de las dos primeras potencias en gas. El Brent alcanzó los 90 dólares por barril la víspera del discurso de Powell y la previsión es que llegue a los 150 dólares en algún momento del año. El gas también se encareció el 20 por ciento en los primeros días de enero después de cuadruplicarse en 2021.

    Un shock en la oferta petrolera catapultaría aún más los precios al consumo y metería presión a los bancos centrales para subir de nuevo los tipos de interés. La Reserva Federal se vería obligada a reducir el balance de liquidez que ha inyectado en los últimos años para mantener a flote su economía.

    El Banco Central Europeo es una de las pocas instituciones que bajo la presidencia de Christine Lagarde se ha resistido a mover el precio del dinero para evitar un descalabro de las economías más débiles, como la española, que aún no han dejado atrás los efectos de la pandemia..

    Un conflicto bélico podría provocar un corte en el suministro del gas a Europa. España, gracias al abastecimiento a través del Magreb, sería una de las pocas excepciones no afectadas en el Viejo Continente. Pero el resto del continente podría sufrir el temido apagón, que se viene rumiando en los mercados desde hace meses.

    Aparte de las sanciones ya mencionadas, el efecto disuasorio más temido proviene de la amenaza de bloqueo de las finanzas personales de Putin y de las transacciones financieras de los bancos rusos a través del sistema Swift. Una medida que ya se tomó en el caso de Irán con consecuncias muy perjudiciales para su economía, que lo obligó a firmar el tratado de desarme nuclear con Estados Unidos unos años después.

    Pero el patrimonio de Putin es muy difuso y Rusia, desde las sanciones de Crimea, ha creado un sistema de intercambio financiero con China, al que se han adherido ya varias instituciones internacionales. Además, se bloquearían las exportaciones.

    Es difícil conocer las verdaderas intenciones de Putin. Hay quien lo compara con Catalina la Grande, la zarina que, en la segunda mitad del Siglo XVIII extendió las fronteras de Rusia hasta Varsovia y buscó una salida el Mar Negro, como ahora al intentar crear un pasillo entre la región del Donbass y Crimea. El presidente ruso tiene en estos momentos la sartén por el mango. Con una OTAN dividida en dos o tres alianzas, estamos a merced de su decisión final.

    Las consecuencias de un conflicto bélico a las puertas de Europa serían devastadoras para su economía, porque retrasaría la vuelta a los niveles de actividad prepandemia, agrandaría los efectos inflacionarios y forzaría un rápido endurecimiento de su política monetaria, que el BCE procura evitar a toda costa en estos momentos.

    PD.-Telefónica es uno de los valores que mostró más capacidad de resistencia a la crisis de Ucrania. Detrás del viento que impulsa a la teleco española estaría el cambio de criterio que la comisaria Vestager puede estar cocinando, para permitir una consolidación en el sector y reducir el número de operadores en cada país. Todos los ojos están puestos en ver si la operación de compra de la italiana Iliad por parte de Vodafone obtiene luz verde por parte de Bruselas sin demasiadas penalizaciones. El Tribunal de Justicia de la UE levantó el veto que había puesto Reino Unido a la adquisición de Hutchinson por parte de Telefónica. Varias oportunidades de compra entre los cuatro operadores españoles están sobre el tapete. .Una reducción del número de jugadores en el panorama europeo podría llegar a duplicar la rentabilidad de estas empresas, como ocurre en Estados Unidos ó China.