Opinión

Shock doble de oferta en la recuperación económica

    La inflación, producida por los altos precios energéticos supone un serio lastre para la recuperación

    Francisco de la Torre Díaz

    ¿Estamos volviendo a los años 70? No, los pantalones de campana no han vuelto, y la economía tampoco es como la de los años 70, pero sí nos enfrentamos, de nuevo, a los shocks de oferta en la economía. Eso sí, el precio de la energía, como entonces, no para de subir y ya está por las nubes. También, como ya anticipábamos hace unos meses, ha vuelto la inflación en prácticamente todos los países desarrollados. Pero, no tenemos, al menos de momento, estanflación, es decir incremento del desempleo con inflación. La razón es que, aunque nos enfrentamos, no sólo en España, sino en toda Europa a dos shocks simultáneos de oferta, esto coincide con la reapertura de la economía tras la Pandemia, que lleva aparejado un rebote en el crecimiento tras la intensa caída producida en 2020.

    Las razones del primer shock de oferta son varias: por una parte, los Bancos Centrales inyectaron masivamente dinero para mantener rentas y demanda durante el último año y medio. Además, durante bastante tiempo, muchos individuos se vieron forzados a ahorrar. Ahora este ahorro forzoso, bajo el lema de "sólo se vive una vez" se ha ido transformando en demanda efectiva y consumo. Tras el gran desastre de la Pandemia, la demanda se ha recuperado antes que la oferta, y eso siempre produce tensiones inflacionistas. Y el dinero inyectado masivamente por los Bancos Centrales también produce inflación, pero sólo cuando se mueve, es decir cuando se transforma en consumo e inversión, y es ahora cuando está pasando.

    Pero, además la Pandemia llevó a importantes errores en la planificación económica de los Estados y las empresas. Por ejemplo, se subestimó la demanda futura de algunas materias primas, o de productos clave en las cadenas de producción, como los semiconductores o el acero. Una vez parada la producción, a menudo se tardan meses o incluso años en volver a producir al ritmo anterior. Además, también se han roto cadenas de producción internacionales, con lo que eso ocasiona de desabastecimiento y aumento de precios. Si a esto le unimos la quiebra de empresas en situación delicada, tendremos otro elemento más en la misma dirección.

    Un sector donde todo esto ha ocurrido es en el de la energía. Hemos disfrutado de menores precios del petróleo y del gas porque en países como Estados Unidos y Canadá ha proliferado la tecnología del fracking. Sin embargo, en 2020 se cayó la demanda de petróleo y gas, y muchas empresas, que estaban muy apalancadas, es decir endeudadas, no pudieron aguantar. Cuando se ha restablecido la demanda de petróleo y gas, con la recuperación económica, la oferta era suficiente. Y no sólo estamos hablando de una cuestión temporal, sino de que esta industria había sufrido daños estructurales por la Pandemia. Por eso, podrían pasar bastantes meses, o incluso más, hasta que la producción de gas y petróleo recupere los niveles anteriores a la Pandemia. Y eso significan niveles elevados de precios del gas, del petróleo y también de la luz en Europa.

    A este primer efecto de shock, derivado de la Pandemia, de las restricciones, de las medidas monetarias tomadas para paliar sus daños económicos y también de los daños estructurales, hay que añadir un segundo shock. Aquí estamos hablando de la aceleración de la transición ecológica. Como la transición ecológica es fundamentalmente un proceso de internalización masiva de costes que antes no se pagaban, acelerar este proceso supone por definición un shock de oferta. Si se pagan derechos de CO2, por ejemplo, para producir electricidad con algunas fuentes de energía, que además son las que fijan precio en un mercado marginalista, y estos derechos triplican su precio, el efecto obvio es pagar mucho más por una fuente básica de energía que todos utilizamos. Y no estoy exagerando, en abril de 2020 el derecho cotizaba a 20 euros y ayer a 62.

    En un reciente estudio, Jean Pisani-Ferry señala que la transición económica tiene serias implicaciones macroeconómicas y que sería asimilable a un shock negativo de oferta. La razón fundamental que esgrime es que la transición ecológica dejará inútil e inservible una parte del stock de capital antes de su plazo natural de amortización. Esto es como tener que cambiar de coche a los dos años de haberse comprado el anterior, y sí es un sacrificio económico, porque ese dinero no se puede consumir en otra cosa.

    Todo esto lo estamos comprobando ya. Por ejemplo, las centrales de carbón se han ido quedando obsoletas en España precisamente porque, para producir energía, debían emplear muchos más derechos de CO2 que los ciclos combinados de gas. Por supuesto, cerrar anticipadamente centrales de carbón, como en España o nucleares, como hizo Merkel en Alemania tiene un coste. Pero, además si se dispara el precio del gas, esta central ya no está disponible. Nos hemos hecho más dependientes en Europa, y también en Estados Unidos, del suministro de Gas Natural. Y eso tiene consecuencias geopolíticas, como las tuvo el aumento de los precios del Petróleo en los años 70, pero ésa es otra historia.

    Europa no puede hacer mucho respecto de los precios del Gas y del Petróleo, respecto al primer shock, pero sí respecto de los derechos de emisión del CO2. Efectivamente, el derecho de CO2 es un instrumento útil para dirigir el consumo y las inversiones hacia tecnologías más limpias. Sin embargo, si no se aplica en todos los mercados de Europa, ni tampoco, y esto es todavía más importante, no se aplica, en la práctica fuera de Europa, un derecho cuyo precio sube a esta velocidad trae muchos más inconvenientes que ventajas.

    Este segundo shock ni siquiera está sirviendo para mejorar la descarbonización. No es posible ni industrial ni tecnológicamente cambiar los procesos productivos, ni tampoco el mix energético, a esta velocidad. Pero, además, a medio plazo habrá fugas de carbono, es decir algunas empresas se irán de Europa. Como señalaba en el Foro de Energía de elEconomista, Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol: "No pueden estar los derechos deC02 a 60 euros y no haber un mecanismo de ajuste en frontera". Pero, implantar este mecanismo no es precisamente sencillo y puede dar lugar a una guerra arancelaria. Además, la descarbonización pasa, al menos parcialmente, por electrificar, y esto no será posible si el precio de la luz sigue subiendo impulsada por el gas y el CO2.

    Creo que es el momento de replantearse completar el mercado de CO2 y el nivel de derechos que la Comisión Europea autoriza a emitir a los Estados Miembros. Hay que admitir que nos enfrentamos a un doble shock de oferta, y que sólo podemos hacer algo respecto del ritmo de la transición ecológica, especialmente a corto plazo, y no del precio del gas o el Petróleo. Es cierto que en España la traslación al consumidor en los precios de la luz está siendo más rápida que en otros países, pero en los demás Estados llegará pronto, acentuando los problemas de costes e inflación en toda Europa. Mantener la recuperación tras la Pandemia exige afrontar el problema energético en Europa y replantearse algunas estrategias cuando no producen los resultados esperados.