Opinión

Empleo bien, aunque con matices

    Mejoran las cifras del empleo pero persisten los problemas estructurales de nuestro mercado laboral

    José María Gay de Liébana

    Con los precios subiendo, como es el caso de los productos alimenticios que preocupa al Fondo Monetario Internacional y de las materias primas con el regreso de la actividad fabril, así como del transporte, y la gasolina más cara junto con la energía que inicia recorrido alcista, por no hablar del precio de la luz en España que con el invento de la factura y pese a las recientes medidas tomadas por el Gobierno, se dispara para castigo de economías familiares y empresariales, aupándose a la cabeza de toda Europa, es evidente que preocupe la posible pérdida de capacidad adquisitiva de los salarios y que otra vez se insista en subir el salario mínimo interprofesional hasta alcanzar el 60% del salario medio.

    Sin embargo, la experiencia habida hasta la fecha con la subida drástica del salario mínimo no ha deparado unos resultados positivos ya que ese salario afecta principalmente a los jóvenes, que están en el inicio de su alistamiento al mundo laboral, y a aquellas personas con baja cualificación. Muchos fueron los puestos de trabajo que se dejaron de crear en 2019, luego vino un azaroso 2020 donde el trabajo se situó en mínimos y ahora, a partir del segundo trimestre de 2021 y, más concretamente, desde el 9 de mayo con la desescalada y el fin de tantas restricciones, más la mejora de la inmunización, el empleo vuelve a repuntar.

    Desde el punto de vista solidario, estamos de acuerdo en que el salario mínimo tiene que reajustarse. Empero, los interrogantes al respecto son varios. ¿Es éste el momento para subir el salario mínimo? ¿La actual situación de nuestras empresas puede permitirse un incremento de los costes salariales amén de las cotizaciones sociales? ¿No son susceptibles de irse sustituyendo en un futuro más o menos inmediato con robots y otros artilugios de la automatización los empleos afectados por el salario mínimo? ¿No será que lo que realmente falla en España, y de ahí la frecuencia de tanto salario mínimo, es nuestro modelo productivo que no está en condiciones de poder retribuir mejor a una serie de puestos de trabajo?

    Los datos del empleo al cierre de junio arrojan cifras positivas, con la creación de 233.000 puestos de trabajo y una caída del paro de 167.000 personas. Eso se traduce en que nuestro mercado laboral tiene 19.500.277 ocupados, cerca de 900.000 más que un año atrás, y volvemos a los niveles prepandemia. De los nuevos afiliados a la Seguridad Social en junio de este año, la hostelería es la que marca el paso con el 56% de los nuevos afiliados. Con movilidad y más actividad turística, la hostelería se confirma como uno de los sectores más activos. Y el comercio vuelve a emplear a gente.

    La cruz, no obstante, del mercado laboral en junio viene dada por el número de parados con 3.614.339 desempleados en nuestro país, que son casi 600.000 más que en 2019, el año antes del coronavirus. Y de remate, 447.820 personas siguen en ERTE.

    En cualquier caso y más o menos, seguimos donde ya estábamos antes de la pandemia. Reformas positivas en el mercado laboral siguen siendo absolutamente necesarias y en ese aspecto las rigideces no son las mejores aliadas para dinamizar el trabajo y más bien se convierten en serias amenazas para la contratación laboral, como tampoco lo son los planteamientos de contrarreformas laborales que no son bien vistos desde Bruselas, que se pronuncia por mantener los cambios introducidos en 2012. Y eso, cuando tenga que ir llegando el dinero de los fondos europeos, será una de las condicionalidades que desde la capital de Europa nos refrotarán.