El socialista José Luis Rodríguez Zapatero, un hombre con poco carisma cuando llegó al gobierno en 2004, ha ido forjando el "talante" del que presumía entonces presentándose como alguien moderno y tolerante, aunque también ha aprendido a ser firme con su rival conservador.
En 2004 llegó a la presidencia del gobierno después de cuatro años de líder de la oposición frente a José María Aznar, en los que le persiguió la fama de soso.
Él mismo anunció que haría una "oposición tranquila" cuando fue nombrado secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en el 2000, a los 40 años, tras un período de falta de líderes en su formación tras el largo "reinado" de Felipe González (1982-1996).
En marzo de 2004 los socialistas ganaron unos comicios celebrados bajo la conmoción de los atentados del 11 de marzo en Madrid, que dejaron 191 muertos y más de 1.800 heridos; fue una victoria sorpresiva, ya que que las encuestas daban una ligera ventaja a su contrincante, Mariano Rajoy.
Pero enseguida Zapatero empezó a forjar su nueva imagen de gobernante; poco después de tomar posesión, ordenó el regreso de las tropas de Irak, una de las promesas de su campaña en un país donde hubo una fuerte movilización contra la intervención militar y la participación española en la alianza liderada por Estados Unidos sin aval de la ONU.
A ello también contribuyeron una serie de medidas sociales --aplaudidas por muchos y denostadas por otros-- como el matrimonio entre homosexuales, la ley integral contra la violencia de género, el divorcio exprés, las ayudas para el alquiler de los jóvenes y el "cheque-bebé".
Incluso la oposición conservadora le ayudó a demostrar su buen temple, con la radicalización de algunos de sus miembros, que durante mucho tiempo atribuyeron a ETA la autoría de los atentados del 11-M a pesar de las pruebas que apuntaban a los islamistas.
Además, en un período que muchos llamaron "la legislatura de la crispación", tuvo que enfrentar ataques frontales de los conservadores por el diálogo que inició en vano con la organización independentista armada vasca.
Pero desde que se rompió el diálogo con ETA, en junio de 2007, Zapatero fue endureciendo su discurso, y aseguró una y otra vez que no negociará con la organización.
Ante el "huracán" Hugo Chávez -que acusó de "fascista" a José María Aznar- supo defender con perseverancia a su predecesor conservador en la Cumbre Iberoamericana de noviembre en Santiago de Chile, y luego al Rey ante la amenaza de crisis diplomática, con Venezuela-- a base de pregonar "respeto" y "tolerancia".
Estas palabras, unidas al "no nos vamos a callar", han conformado también la respuesta a los obispos españoles, que en los últimos meses aremetieron contra el gobierno por las negociaciones con ETA y por medidas como la autorización del matrimonio homosexual y la supresión del carácter obligatorio de la asignatura de religión en las escuelas.
En este período, Zapatero acentuó su imagen de hombre moderno y relajado, en mítines, carteles, vídeos y anuncios electorales en los que aparece junto a su esposa, Sonsoles Espinosa, sonriente y vestido de manera informal.
"La mirada positiva" es el lema electoral del vital Zapatero (Valladolid, 1960), hijo de un republicano fusilado durante la Guerra Civil (1936-39), afiliado al PSOE a los 18 años y el diputado más joven del Congreso a los 26.
"Tengo una visión optimista de la vida que tiene mucho que ver con mi estabilidad personal. Tengo una vida personal muy agradable con mi mujer, con mis hijas, con mis amigos", declaró recientemente al diario El País.
"Es un permanente baño de oxígeno", aprecia este ex profesor de Derecho aficionado a Borges, a la pesca y al Barça y padre de dos hijas, Laura y Alba, de 13 y 11 años, que protege con uñas y dientes de los medios de comunicación.
esb/gr/js