
El Gobierno y el partido que lo sostiene están atrapados en un error garrafal cometido por el propio Rodríguez Zapatero. Arenas, por su parte, cree que todos los sucesores son sólo candidatos a liderar la oposición.
El error de Zapatero
El Gobierno y el partido que lo sostiene están atrapados en un error garrafal cometido por el propio Rodríguez Zapatero: el lanzamiento de las hipótesis sobre su sucesión, al manifestar en diciembre pasado que ya tenía tomada un decisión sobre su futuro, aunque no la anunciaría hasta el momento oportuno. Tal anuncio, que ha sido interpretado por todos como la insinuación de que no será candidato (como dijo Felipe González, uno puede decidir marcharse sin consultar a nadie pero no puede decidir quedarse sin contar con el partido), ha generado, como recoge hoy mismo Anabel Díez en un análisis periodístico en El País, el paso de "un hiperliderazgo al desapego". Nadie quiere en realidad contaminarse con el desgaste del jefe del Ejecutivo, lo que no significa que haya perdido el respeto de los suyos: sencillamente, los políticos profesionales que han de examinarse ante las urnas el 22 de mayo y que no piensan irse en absoluto si pueden evitarlo creen que la cercanía de Zapatero en estos momentos de hundimiento del líder en las encuestas les perjudica.
El efecto Zapatero
Naturalmente, esta situación resta autoridad de facto a Ferraz, aunque nadie quiera reconocerlo. Tomás Gómez y Heréu, candidatos en Madrid y Barcelona contra la voluntad del aparato, demuestran la escasa influencia de la dirección federal, que prefiere pactar listas y equipos con conciencia de sus limitaciones que exponerse a un desaire. También hoy se ha divulgado el extracto de un artículo de José Félix Tezanos, ideólogo socialista, director de la revista Temas que preside Alfonso Guerra, titulado ¿Resignados a perder?, en que reconoce que el nivel de desafección de los socialistas alcanza ya el 50% y en el que con toda claridad se expone que se detecta perplejidad en círculos socialistas por un debate mal planteado [la sucesión], que un día se niega, y se advierte que no debe alentarse, y al día siguiente es alimentado por comentarios explícitos de colaboradores muy cercanos al presidente del Gobierno, mientras están adoptándose a la luz pública posturas bastante explícitas de un horizonte post Zapatero. Asimismo, Tezanos comenta con amargura que un elemento significativo es la difusión de encuestas -no sé si muy científicas y fiables-, en las que resulta que con otros posibles candidatos el PSOE podría ganar nuevamente a Rajoy, mientras que con Zapatero la victoria del PP podría ser por mayoría absoluta. Lo cual se añadiría al desalojo previo de buena parte de los representantes socialistas en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas.
Una campaña en el desconcertante en el horizonte
Así las cosas, cuando la situación es la que es, los principales líderes socialistas parecen no advertir del todo el drama. Se asegura que la precampaña y la campaña electorales previas al 22 de mayo se desarrollarán con toda normalidad, con una intensa presencia de Rodríguez Zapatero pero también de Rubalcaba, Blanco, González, Chaves, Iglesias. En otras palabras, Ferraz y Moncloa parecen no haberse percatado de que bastantes líderes territoriales y locales están interesados en centrar su discurso en su nivel de responsabilidad sin hacer referencia a la política general, y por lo tanto sin contar con la presencia de Zapatero en los mítines. Asimismo, se advierte otro efecto, explicable, debido al críptico anuncio de Rodríguez Zapatero: si en un primer momento, Rubalcaba aparecía como predestinado para personificar la sucesión sin prácticamente oposición interna a él se refiere Tezanos cuando habla de que se hicieron encuestas que le auguraban un buen resultado ante Rajoy-, ahora empiezan a asomar otros pretendientes que reclaman primarias. Fernández Vara, Bono y Chacón ya son candidatos oficiosos. Por añadidura, el Gobierno ha perdido el sentido de la orientación. Se pudo entender que Rodríguez Zapatero, consciente de la coyuntura desesperada de nuestra economía, decidiera inmolarse al imponer un severo ajuste y unas reformas impopulares, pero no se entiende que, en vísperas electorales, el Gobierno adopte decisiones como la de este último consejo de ministros -la reducción de velocidad en autopista a 110 kmh- que soliviantan a la opinión pública y permiten constatar una colosal falta de rigor y de reflejos.