
Un fin de semana ha durado el ardor guerrero de la Comisión Europea frente al Gobierno alemán, el Ejecutivo más influyente en Bruselas de los 27 países que forman parte de la UE. Berlín acaba de enviar sendas cartas a Opel y a General Motors en las que garantiza que contribuirá con fondos públicos a reflotar Opel, con independencia de qué empresa compre al fabricante alemán de automóviles y pilote su reestructuración.
Cumplida esta formalidad, la Comisión Europea considera probado que General Motors ya es libre de vender Opel al mejor postor, y se da por satisfecha. Eso sí, Bruselas advirtió ayer que "este no es el final de la historia, porque todavía tenemos que recibir de las autoridades alemanas los detalles precisos sobre el plan financiero". De manera que aún se reserva el derecho de autorizar el rescate.
Amenaza
La liberal holandesa Neelie Kroes, comisaria europea de Competencia, se bate así en retirada después de lanzar el viernes una ofensiva contra Berlín. Ofensiva con nocturnidad y de limitado impacto mediático sobre el Gobierno federal germano, porque Bruselas esperó para hacerla pública a que el grueso de los tempraneros medios de comunicación alemanes hubiera cerrado sus ediciones.
En una carta remitida al ministro alemán de Economía, Karl Theodor zu Guttenberg, Kroes aseguró el viernes que existían "indicios significativos" de que la operación estaba amañada. Y sugería con claridad que Berlín habría maniobrado para empujar a General Motors a vender Opel a Magna.
Para reducir la pérdida de empleos en Alemania, Berlín y Magna habrían pactado previamente que, a cambio de las cuantiosas ayudas públicas germanas, el reparto de los despidos entre las plantas de Opel de toda la UE se realizara con criterios políticos y no sólo de eficacia económica. El Gobierno español y los sindicatos consideran que sólo así se explica la decisión de Magna de despedir a más de mil trabajadores de la planta aragonesa de Figueruelas.