Europa mira a la derecha y los guiños al liberalismo cada vez son mayores como el mejor camino para salir del peor momento económico desde la Segunda Guerra Mundial. En el olvido, las críticas de quienes señalaron con el dedo al liberalismo como causante principal de la crisis.
Prueba de ello es el resultado de las últimas elecciones alemanas, en las que Merkel consiguió su objetivo de dejar de lado a sus socios socialdemócratas de los últimos cuatro años para afrontar un pacto con el FDP, partido liberal alemán, al que han prestado apoyo muchos electores que querían un Ejecutivo de centro-derecha.
Los castigos a las políticas socialdemócratas frente a la confianza en las políticas económicas liberales en tiempos de crisis son una realidad extraída de las urnas, que ya se puso de manifiesto en los pasados comicios europeos del 7 de junio y que viene a confirmar, además, gobiernos como el francés, el italiano o el sueco (que preside la UE hasta final de año).
Atrás parecen quedar lo que algunos consideraron "errores" del libre mercado, las criticadas actuaciones de la banca o el salvavidas que supuso, a escala internacional, el intervencionismo forzado de los gobiernos a lo largo y ancho del planeta.
Las excepciones son pocas
En Reino Unido, el laborismo de Gordon Brown también está en horas bajas en el momento de afrontar la salida de la crisis. Según las encuestas, el actual Ejecutivo tiene muy complicado mantenerse en el poder en las elecciones de la próxima primavera, frente a la opción conservadora de David Cameron.
Y es que, a día de hoy, las excepciones a la regla en el Viejo Continente son pocas: enarbolan la bandera del socialismo Portugal, aunque su Ejecutivo perdió la mayoría absoluta hace unos días; Grecia, que se alzó con na mayoría absoluta rédito más de los efectos de la crisis, el desprestigio del anterior gabinete y la corrupción, que de méritos propios, según apuntan los analistas; y España, donde las últimas encuestas cuestionan la continuidad de Rodríguez Zapatero en el poder.
Mientras, en EEUU muchos tildan al demócrata Barack Obama de socialista -e incluso comunista- por haber liderado la complicada puesta en marcha de una cobertura sanitaria universal interiorizada en el conjunto de Europa ya hace tanto por los gobiernos de corte socialdemócrata como por los gabinetes liberales. Obama ha visto resentida seriamente su popularidad por esta cuestión en los últimos meses.
Alemania bajará impuestos
La principal promesa que articuló la campaña electoral alemana y que se va a llevar a cabo con celeridad es una de las máximas del liberalismo: la reducción de impuestos. Muchos califican esta medida de populista a la vista del endeudamiento de las arcas públicas alemanas. Según las previsiones de los dos partidos vencedores en los últimos comicios legislativos, las deudas totales acumuladas por el Estado podrían ascender a finales de 2010 hasta los 1,9 billones de euros.
De esta forma, y según las estimaciones del Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW), el déficit del PIB alemán alcanzará el 6%, lo que supone un déficit estructural anual que oscila entre los 50.000 y los 75.000 de millones de euros: el endeudamiento del Estado supondrá así a final del año que viene un 80 por ciento del PIB, según las previsiones del DIW. Unas cifras récord para Alemania.
El nuevo Gobierno, que volverá a capitanear la CDU de Angela Merkel, se ha decantado por hacer suyo el programa liberal de su futuro socio -que aboga por reducir el papel del Estado en la economía- y la necesidad de equilibrar las arcas públicas, con menores impuestos, pero también con la reducción drástica del gasto público y un política fiscal dirigida a crear incentivos para que crezca la economía germana.
Todo ello sin olvidar el consenso existente sobre la necesidad de un mayor control de los mercados financieros y con el reto de un esperado aumento del desempleo en los próximos meses (la cifra de paro de la locomotora europea está previsto que llegue a los cuatro millones de personas en el primer semestre de 2010: hoy son 3.346.000 parados).
Reformas, reformas, reformas
Los liberales del FDP ya han anunciado su intención de introducir una reforma fiscal y la CDU, por su parte, apuesta por una reducción de 21.000 millones en dos fases y, a partir de 2011, a través de una bajada del 2 por ciento en las tasas impositivas y una reforma paulatina del sistema fiscal. Sin embargo, el presidente del DIW, Klaus Zimmerman, ve "poco realistas" esos recortes dado el nivel de endeudamiento existente, al menos hasta que pase la crisis. En su opinión, el nuevo Gobierno se verá obligado, antes o después, a subir el IVA para aumentar los ingresos.
La reforma del mercado laboral es otra de las pretensiones del FDP y parte de la CDU. El salario mínimo y la protección por despido serán los puntos fundamentales a debatir con el fin de crear más empleo.
Sin embargo, Christian Dreger, experto del DIW, defiende que este tipo de medidas tendría más bien poco efecto: "El crecimiento de la economía y la producción son los únicos caminos que, en la actualidad, permitirán la creación puestos de trabajo a largo plazo".
Brown, en la cuerda floja
Reino Unido, por su parte, ha vivido la última década en un equilibrio entre una tendencia ideológica que mirara hacia lo social y la necesidad de proteger su gran motor económico: el sector financiero. Al Gobierno le convenía llevarse bien con la City, y la dejó hacer.
Un año después del colapso bancario, resulta paradójico escuchar al premier británico atribuir la crisis a los excesos de unas medidas de tinte liberal que no supieron calibrar el libre mercado. Esto sin olvidar que durante los tiempos del boom y del asentamiento de la cultura casino en la banca, el propio Brown ya vivía en el número 11 de Downing Street.
En sus diez años como ministro del Tesoro, Brown se ganó los galones de arquitecto de un nuevo orden financiero. Erigió el sistema tripartito de regulación y Londres se situó al lado de Wall Street. La transición no cambió la tendencia. Su fiel aliado, Alistair Darling, asumió su testigo y Brown seguía entre bambalinas al frente de las arcas públicas. Sin embargo, entre medias ocurrió el desastre y, tras años de autorregulación, el gabinete que había enarbolado la bandera antiintervención tuvo que actuar.
Posteriormente, Brown lamentaría la falta de atención a sus llamadas a la coordinación internacional. Es cierto que el premier había dedicado años a apelar a medidas conjuntas, pero no es menos real que, en casa, el músculo financiero crecía a la vista del Tesoro a niveles que el propio regulador calificó de "socialmente inútiles".
Ramificaciones políticas
El problema tiene ramificaciones políticas. El laborismo tenía su granero de votos en las clases trabajadoras, pero fueron las clases medias-altas las que consiguieron llevarlo al poder en el año 1997. Los cerebros de la idea supieron combinar las promesas sociales con una apertura de la economía.
En materia social, los laboristas mostraron también un doble discurso. A pesar de su apuesta por los servicios de primera línea, los gabinetes de Blair y, luego de Brown, promovieron modelos de corte liberal. Siendo el Sistema Nacional de Salud su buque insignia, apostaron por sistemas basados en las fundaciones sanitarias. El objetivo es ahorrar costes, pero sin maquillar las externalizaciones.
En educación instauraron las polémicas academias, un semiconcierto que permite a compañías privadas controlar los colegios, con consecuencias tanto en gestión, como en contenidos didácticos. Sólo el servicio de Correos escapó a la tendencia. Tras meses de tensiones por la semiprivatización, el todopoderoso Peter Mandelson decidió renunciar por temor a las consecuencias.
La muerte del 'nuevo laborismo'
En materia fiscal, los laboristas han probado con las rebajas e incluso, ahora, con una deuda pública que ya supera el 57% del PIB, intentan retrasar las subidas impositivas. La alternativa pasa por la venta de activos y las congelaciones salariales, pero el último Presupuesto elevó la presión a las rentas altas. Una decisión que, para muchos, supuso la muerte del nuevo laborismo.
Por todo, las medidas que Brown presentó en el congreso laborista la semana pasada sorprendieron dentro y fuera del partido. El premier apeló a los pensamientos fundacionales y a las medidas sociales para recuperar a su electorado base. Pero el giro parece sin retorno en una Europa en la que el peso del liberalismo aumenta, bien por representación o por las políticas adoptadas.
Y según las encuestas británicas, a partir de junio de 2010, el último Estado del trío de los mayores países europeos que quedaba fuera del paraguas liberal se unirá al club que acaba de reforzar Alemania.