
Del rosa al amarillo, la película con la que el genial Manolo Summers impactó al público español a principios de la década de los sesenta, se revive ahora casi medio siglo después en la persona de José Luis Rodríguez Zapatero, aunque cambiando los colores pálidos de la historia cinematográfica por los más fuertes de la posición política.
Un presidente del Gobierno que ha pasado, en menos dos años, del rojo sindicalista y pseudoprogre al azul del neoconservadurismo y de la sumisión a los mercados. Y una historia de amor y desencuentros que ha derivado en una de las mayores metamorfosis políticas de la historia democrática.
¿Se acuerdan de frases como éstas? "Las propuestas de abaratar el despido y reformar el mercado laboral están dentro del catálogo de los postulados neoconservadores de adelgazar el Estado de Bienestar" (12 de febrero de 2009); "Pierde el tiempo quien pide un despido barato" (15 de febrero de 2009); "No aceptaré un chantaje de nadie, ni de reforma para facilitar el despido ni para reducir el gasto social" (26 de abril de 2009). O esta otra todavía más rotunda del 24 de junio: "No está en mi programa abaratar el despido ni hacer reformas que restrinjan derechos laborales".
Las medidas del Gobierno
Pues bien, son todas perlas de nuestro presidente del Gobierno, que se podrían complementar con otras de la vicepresidenta económica, Elena Salgado, que no es sino "la voz de su amo", y que el 6 de julio del año pasado dijo que "las líneas rojas del Gobierno son rebajar las cotizaciones sociales y el coste del despido". E, incluso, del todavía ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, cuando el 12 de febrero apuntaba que "no es razonable abaratar el despido en un país en el que se han perdido un millón de empleos".
Claro que eso era antes de que la CEOE se negara a firmar un pacto social en el que el teórico árbitro se había alineado con las tesis y propuestas de los sindicatos; de que las encuestas empezaran a mostrar una caída cada vez más vertiginosa en la intención del voto del PSOE y en la popularidad del presidente del Gobierno; de que los líderes de la Unión Europea, en plena Presidencia Española, le "tiraran de las orejas" y le exigieran un plan de ajuste fiscal drástico y una reforma laboral seria; de que hasta el "amigo americano", el presidente Obama, le sacara los colores por teléfono; y de que los mercados financieros pusieran a España en la puerta de acceso a los planes de rescate que ya le estaban preparando los socios europeos y el Fondo Monetario Internacional.
Y todo ello, aderezado, además, con la fuerte contestación interna a su figura en el seno del PSOE, donde son ya inmensa mayoría quienes se oponen al presidente y su Gobierno, hasta el punto de que Felipe González ha tenido que regresar de su retiro para poner orden, recuperar la credibilidad y el capital perdidos por el hijo pródigo y darle un ultimátum para que se deje de frivolidades populistas y se dedique a gobernar.
Despido más barato
Y ante este cúmulo de reprimendas y reveses, Rodríguez Zapatero, como un redivivo doctor Jekyll, comenzó a transformarse en mister Hyde.
Así, bajo su nueva apariencia y al grito de "yo sí me creo las reformas", como aseguró recientemente en el Congreso, su Gobierno daba a luz, el pasado día 16, a una reforma laboral cuya principal aportación es el abaratamiento del despido. Pero, ¿no habíamos quedado en qué las propuestas de abaratar el despido y reformar el mercado laboral están dentro del catálogo de los postulados neoconservadores?
Pensión congelada
Y qué decir de las pensiones, congeladas por primera vez en la historia de la reciente democracia, o de la rebaja del 5 por ciento en el sueldo de los funcionarios, o de los recortes en las prestaciones para la dependencia. Acaso ¿no son todos estos gastos sociales que el actual inquilino de La Moncloa había dicho que jamás iba a recortar?
Pero es que con este presidente y este Gobierno llueve ya sobre mojado, porque sus rectificaciones y renuncias han sido abundantes e importantes, afectando a todas las esferas de la vida política y social, pero especialmente a la economía.
Como, por ejemplo, en materia de Seguridad Social, donde todavía resuenan las maldiciones y anatemas que desde el Gobierno y el PSOE lanzaron contra el gobernador del Banco de España, Fernández Ordóñez, cuando propuso retrasar la edad de jubilación.
Ampliar la vida laboral
Y todo ello para acabar proponiendo ampliar la vida laboral a los 67 años y alargar el período de cálculo de las pensiones.
Bajar impuestos es de izquierdas Y, ¿qué decir de la fiscalidad? "Bajar los impuestos es de izquierdas", repetía Zapatero. Un discurso que cambió por el de que "no subiremos los impuestos a los trabajadores" y la subida fiscal afectará sólo "a los rendimientos de capital".
Pues, al final, ni el primero ni el segundo. Porque, en contra de todos sus principios, el presidente ha terminado por claudicar y no sólo nos ha "obsequiado" con el mayor incremento tributario de la historia, sino ha accedido a elevar la imposición sobre el consumo con dos puntos más de IVA, lo que supone un castigo a las clases medias y bajas, sobre las que, una vez más, hace recaer el peso de la crisis.
Eso sí, nada de tocar a las Sicav, esa especie de refugio fiscal para las rentas más altas, o de poner un impuesto sobre las grandes fortunas como ya existe en Francia. País el vecino donde, por cierto, Sarkozy preside un Gobierno de derechas.
Tasas a la banca
Claro que, en esta espectacular demostración de mortadelismo transformista, a Rodríguez Zapatero le da igual blanco que negro, no ha tenido inconveniente en sumarse con entusiasmo a la iniciativa franco-alemana de instaurar un gravamen a la banca.
Una propuesta a la que se siempre se había opuesto y que el pasado día 22 aplaudía en el Congreso, al tiempo que la calificaba de "necesaria", argumentando "es de justicia que quienes contribuyeron a generar la crisis participen equitativamente en su recuperación". ¿Cuando tenemos que creerle, presidente? Antes o ahora.
Garoña y Cuba
Pero el camaleonismo de Zapatero se ha extendido también al campo de la energía, donde tras su reiterada profesión de fe antinuclear que culminó con la decisión de cerrar la central de Santa María de Garoña, ahora admite, por boca de su ministro de Industria, que en el pacto energético con el PP "no hay líneas rojas" y que están dispuestos a reconsiderar Garoña.
Y qué decir de la política exterior, donde los ejemplos de contradicciones son múltiples y sorprendentes, aunque, tal vez, ninguno como el de Cuba donde uno de sus grandes objetivos, había dicho, era cambiar la posición de la UE hacia la isla caribeña. Objetivo al que ha preferido renunciar, negando la mayor y dejando con el trasero al aire a su ministro Moratinos para evitar otro fracaso más en esa Presidencia Europea que Leire Pajín anunció como la gran "conjunción planetaria de la historia".