
Los fabricantes de coches europeos, sumidos en la profunda caída de la demanda en la región, se están mirando en el espejo de EEUU como forma de salir de su particular crisis: los recortes en la producción y los consiguientes despidos y cierres de plantas serán fiel reflejo del resurgir de los grandes de Detroit tras el crack de 2009.
Hace tres años, General Motors y Chrysler fueron obligados a duros recortes de plantilla e infraestructuras, como condición para ser rescatados por el gobierno de EEUU, y con el fin de recuperar la senda de los beneficios. Aquel varapalo para quienes habían dominado durante décadas el mercado automovilístico mundial supuso un antes y un después en su historia: GM perdió aquel año el liderazgo global, pero aquella política le permitió alcanzar lo que ha llegado a ser calificado de 'milagro': de la quiebra al número 1 en apenas dos años.
Ahora, aquel ejemplo de GM podría servir de referencia para la necesaria reinvención de sus homólogos europeos. Con algunas excepciones, como la de Volkswagen, la mayor parte de los fabricantes del Viejo Continente se han pronunciado ya a favor de la ejecución de profundos recortes como solución al problema del déficit de demanda y de superproducción en la industria.
Ninguno de ellos va a ser rescatado por gobierno europeo alguno, de modo que la política de recortes, más que ser impuesta, será 'admitida' con impotencia para salvar el mermado sector. Es como "sacrificar una escuadra para salvar un escuadrón", tal y como lo califica el analista de automoción David Cole, quien sigue esperando una relevante reestructuración del sector de forma inminente. "Cuando se ve que una compañía puede desaparecer con todos sus empleados, se advierte que es mejor perder sólo el 20%", incide Cole.
El cierre de fábricas ha dejado de ser ya un tabú en Europa. A los recientes casos de Opel en Alemania o de Peugeot en Francia se sumarán, muy probablemente, algunos otros en los próximos meses. El 'favorito en las apuestas' es Fiat, cuyo presidente, que también lidera la asociación de fabricantes, Sergio Marchionne, ha declarado ya su intención de acometer profundos recortes en su producción, que no será sino la confirmación de políticas como la prorrogada suspensión en su planta de Nápoles.
Mirar hacia otro lado
Pero para que se empiece a confirmar esta tendencia, va a necesitarse que los gobiernos europeos hagan el esfuerzo de mirar para otro lado. El propio François Hollande manifestó nada más llegar al Elíseo su postura contraria a las políticas de recortes y cierre de PSA Peugeot Citroën, pero esas objeciones han ido desapareciendo hasta el punto de que el jefe de la ferroviaria estatal ha llegado a declarar que prestará "especial atención" a los despedidos en busca de empleo. Incluso los sindicatos parecen haber dado por perdida esta batalla y se limitan a minimizar daños: el mejor ejemplo es el de Fuerza Obrera de Francia, que ya ha aceptado condiciones como la congelación salarial y la flexibilidad laboral en una planta de Peugeot.
Una reestructuración es necesaria y será inevitable en el seno del sector del automóvil europeo a corto plazo. Así confían en seguir la estela de otros como GM para poner solución a la crisis que no le deja respirar y que, de un modo u otro, acabará arrastrando hacia el fondo a buena parte del rentable negocio de años atrás.