Aunque para muchos es desconocido, el BMW 507 es una de las más maravillosas creaciones de la firma bávara. Su historia se remonta al año 1955, cuando se mostró al público por primera vez en el Salón de Frankfurt. La idea, curiosamente, surgió de la mente de un importador de BMW en Estados Unidos llamado Max Hoffman, quien fue capaz de convencer a los responsables de la marca para crear un auténtico roadster biplaza, digno de rivalizar con modelos de la talla del Mercedes 300 SL.
Entre 1956 y 1960 salieron de las cadenas de montaje apenas 251 unidades que, a pesar de su alto precio (11.000 dólares de la época) hicieron perder bastante dinero a la compañía pues su coste de fabricación era muy elevado. Todo esto hace que sea uno de los modelos más cotizados del mercado, casi imposible de conseguir por su escasa disponibilidad y su precio, solo apto para los bolsillos más holgados.
Diseñado por Albrecht Goertz, el BMW 507 destaca por sus líneas fluidas y muy equilibradas, que en los años cincuenta le daban un aspecto tremendamente apetecible a los ojos de cualquier entusiasta del motor. Bajo el capó esconde un motor V8 de 3,2 litros, que entrega 150 CV y 220 Nm, dotado de dos carburadores y asociado a una transmisión manual de cuatro velocidades de tacto muy preciso. Su carrocería de aluminio, su chasis y su mecánica se orientaron al puro disfrute de la conducción. Aunque no pretendía ser un deportivo radical, sus aceleración de 0 a 100 en 8,8 segundos o su velocidad máxima de 217 km/h dejaban claras sus aspiraciones.
En el año 1957 se lanzó al mercado una segunda serie, que incluía algunas mejoras como una subida de potencia hasta los 155 CV, frenos de disco en el eje delantero y hasta un ligero aumento de espacio en la parte trasera para que el asiento del conductor puediera desplazarse más allá y dar cabida a personas más grandes.
Como no era un modelo para las grandes masas, tan sólo unos pocos afortunados pudieron, y aún pueden, poseerlo. Uno de ellos fue Elvis Presley, quien no pudo resistirse a sus encantos y compró una unidad cuando sirvió en el Ejército yankee en Alemania. A su regreso, el coche volvió con él y años más tarde se lo regalaría a la actriz Ursula An- dress, que lo mantuvo en su poder al menos dos décadas.