
El rey Juan Carlos I siempre ha sido un pasajero de avión exigente. Así lo atestigua el periodista especializado en asuntos de la monarquía Jaime Peñafiel, que relata alguna de las -tensas-experiencias vividas en los vuelos oficiales con el ex jefe del Estado español.
Según relata el periodista en el diario El Mundo, Juan Carlos I era capaz de provocar una situación de peligro para el pasaje de su avión oficial por sus extraños caprichos y locuras durante los vuelos.
Así, recuerda viajes oficiales con rutas interminables, como un viaje en 1972 a Japón, que el rey Juan Carlos resolvió en el itinerario Madrid-Nueva York-San Francisco-Hawai-Tokio, que se prolongó durante 40 horas en la aeronave oficial.
En un viaje a Nepal, el monarca español insistió en sobrevolar el Himalaya en condiciones de riesgo: a la mínima altitud y mínima velocidad, para que los periodistas pudieran contemplar a la perfección el espectáculo de la cordillera, según informó el propio comandante.
Pero la situación abordó un 'más difícil todavía' cuando el comandante anunció que Juan Carlos I había pedido tomar él mismo los mandos del aparato para acometer el arriesgado vuelo.
Peñafiel relata otra situación excéntrica vivida en un avión con el actual Rey emérito. Se produjo en un viaje a Arabia Saudí, donde los planes cambiaron porque el príncipe Fawez pidió al monarca que, a la vuelta a España, se detuvieran en Jedda, importante puerto saudí.
Una tormenta de arena sobre la zona truncó ese viaje, y obligó al aparato a tomar tierra en Riad, a la espera de que se despejasen las condiciones en Jedda. Como la tormenta no amainaba, el avión volvió a poner rumbo hacia España, y se planeó una ruta directa Riad-Madrid que exigía llenar por completo el depósito de combustible del avión. Sin embargo, cuando se sobrevolaba Jedda, el Rey comprobó que la tormenta de arena se estaba desplazando y exigió aterrizar en la zona.
El comandante explicó al monarca lo arriesgado de esa petición debido al peso de los depósitos, que se encontraban llenos de combustible, y le hizo ver que solo se podría aterrizar arrojando parte del queroseno, lo que también crearía una situación de peligro. No contento con la explicación, don Juan Carlos insistió en su petición, y el comandante comunicó por megafonía que se disponía a tirar el combustible y soltó un "que dios nos proteja".