
"Mejorar lo bueno, renovar con lo mejor". Una idea que ha acompañado al gran chef Pedro Larumbe durante toda su carrera y ahora le ha guiado a la reforma de concepto y espacios en su restaurante del Paseo de la Castellana. Una vez cerrado Plató (el gastrobar colindante en el que triunfó con una informal carta de tapas) por circunstancias ajenas a él, Larumbe se reinventa con la seriedad y savoir faire que siempre le han caracterizado.
El antiguo espacio del restaurante gastronómico, quizás demasiado formal para los tiempos que corren, es ahora un recinto moderno, luminoso y alegre con dos zonas diferenciadas: comedor de cocina de mercado y un gastrobar en el que compartir tapas y raciones firmadas por el chef navarro. Pero la calidad está ahí, y también la tradición, y la creatividad. Tres potentes pilares sobre los que se apoyan unos fructíferos resultados.
A la entrada, un bistrot con barra donde las tapas, raciones y cócteles son protagonistas en un ambiente casual y abierto desde las 9 de la mañana a las 2 de la madrugada. Su carta, que incluye desayunos también y carta de cócteles, ofrece ricas tostas, ensaladas, platos de cuchara en cazuelitas, hamburguesas de ibérico o el impactante "huevo escondido" (absolutamente delicioso); también es perfecto para brunchs o tomar copas en el afterwork. Al lado, el restaurante gastronómico, de mesas vestidas e impecable servicio, aunque sin las rigideces de antaño, porque los espacios no están tan delimitados dentro de esa amplia sala de 250 metros cuadrados que engloba este nuevo proyecto: se pueden intercambiar platos de uno y de otro ambiente sin ningún problema. Una experiencia a la medida de cada cliente, que también incluye las medias raciones.
Y desde luego, la visita al restaurante será toda una fiesta. Pedro Larumbe ha ideado una carta basada en productos de primera fila, una de sus señas de identidad, a la que añade grandes dosis de frescura y creatividad. Una sugerente oferta en la que se solapan opciones como su proverbial bacalao ajoarriero con bogavante, o los chipirones y pasta al pesto, con la "Trilogía de tapas" (un prodigio de técnica y cocina de altura) o el suave tataki de pez mantequilla, con wakame y salsa teriyaki. Elaborado en sala, un maravilloso steak tartar.
Postres a la altura con su propia entidad y bonitas presentaciones. Todo un banquete en un comedor con gran separación entre las mesas (un lujo que permanece) y un dispuesto servicio, perfectamente redondeado con una bien nutrida carta de vinos.