La economía se desmadra
José María Triper
¡Esto se desmadra! Así se expresaba mi contertulio y director del Gabinete de Estudios de USO, José Luis Fernández Santillana, después de conocer los datos de inflación de septiembre: el IPC en el 4 por ciento, los gastos del hogar un 14,5 por ciento, transporte el 9 por ciento, los alimentos el 1,8 por ciento y subiendo, mientras que las pensiones y sueldos de los empleados públicos subieron el 0,9 por ciento y la media de los convenios el 1,46 por ciento. Como es fácil concluir va ser muy difícil no pasar frío, desplazarse o comprar alimentos este invierno.
El aumento desbocado de las tarifas eléctricas, la escalada de los carburantes que ha subido un 30 por ciento en el último año, el encarecimiento de las materias primas, y los problemas de abastecimiento por las distorsiones en el transporte marítimo, conducen inexorablemente a un escenario de alta inflación con menos crecimiento. Lo que, unido a la obligada revalorización de las pensiones, de los salarios de los funcionarios y de los convenios vinculados al IPC, distorsionan gravemente las previsiones presupuestarias del Gobierno para 2022, rebajando sensiblemente el crecimiento con sus derivadas de mayor endeudamiento y más déficit.
Incluso quienes hasta hace sólo unas semanas apostaban por un repunte inflacionario temporal y a corto plazo, hoy empiezan a rectificar ante la evidencia de que los mayores costes de producción están afectando ya a muchos sectores industriales, con automóvil y construcción a la cabeza, y a la paralización de actividad en algunas empresas importantes, mientras que desde las organizaciones empresariales de transporte y de alimentación se anuncian ya subidas de precios significativas, incluso para antes de final de año.
Una tormenta perfecta en forma de subida de la cesta de la compra, descenso de la demanda y de la producción de las industrias con su inevitable repercusión sobre la destrucción de empleo y el empobrecimiento de las clases medidas agravado por las subidas de impuestos de un gobierno que sólo sabe hacer políticas recaudatorias hasta la esquilmación pero que es incapaz de crear riqueza y puestos de trabajo, que nos coloca ante la alternativa de un giro copernicano en las decisiones de política económica o el precipicio, con los dineros del fondo europeo de reconstrucción en el alero.
Porque Sánchez se enfrenta también ahora un dilema, o hace las reformas que le exige Bruselas o pierde los fondos. Si aprueba las reformas puede encontrarse con que no tenga los apoyos parlamentarios precisos, lo que no sólo demostrará la inviabilidad del Gobierno, sino que le dejará sin los fondos y sin recuperación, al tiempo que dinamita la credibilidad del PSOE para muchos años y facilita el ascenso de Yolanda Díaz y su nuevo proyecto de izquierda, que empieza a despertar serias alarmas en Moncloa y en la sede socialista de Ferraz. Como afirma un destacado ex responsable portavoz económico en el Congreso de los Diputados, "si los fondos no llegan Sánchez se suicida porque habiendo fiado todo a ellos la frustración del país sería enorme.
Y con la que está cayendo, el presidente y sus ministros jugando a pelearse por quítame allá un protagonismo, empujándose por ponerse medallas sobre políticas que llaman sociales pero ineficientes, amenazando con derogar la reforma laboral en contra de lo que exige y han pactado con Bruselas y regalando limosnas a los jóvenes en lugar de puestos de trabajo.
Y para colofón del sainete aparece la UGT manifestándose no por la pobreza energética o el empobrecimiento de los trabajadores, sino a favor de los presos de ETA junto a Bildu y los golpistas de ERC. ¡Qué nos pille confesados!