Cómo cambiará la crisis del gas la economía mundial
Matthew Lynn
Cualquiera que mire sus facturas de calefacción en los próximos meses será dolorosamente consciente de que el precio del gas se ha disparado; de hecho, a lo largo de 2021 se ha multiplicado por más de cuatro. En las frenéticas operaciones de la semana pasada, subió más de un 20% al día. Hay muchas explicaciones para ello. Las fuentes de energía renovables, una parte importante del mix, no han generado tanta energía como se esperaba. Los programas de estímulo masivo y la recuperación de la pandemia han provocado un aumento de la demanda. Sin embargo, lo importante es esto: el mercado de la energía no había visto subidas de precios tan dramáticas desde las "crisis del petróleo" de los años 70, cuando el cártel de productores OPEP descubrió que podía mantener en jaque al mundo desarrollado activando y desactivando el suministro. Los resultados de aquella vez fueron dramáticos. Se inició una era de "estanflación", combinando un rápido aumento de los precios y un estancamiento del crecimiento. Trasladó el centro del poder mundial a Oriente Medio. Y la agitación que desató destruyó Gobiernos a ambos lados del Atlántico.
Es cierto que esta vez no será tan dramática. Utilizamos mucha menos energía como porcentaje del PIB que hace 50 años. Representa alrededor del 4%, frente a un pico del 11% en los años 70. Los servicios son mucho más importantes de lo que solían ser, y somos mucho más eficientes energéticamente, mientras que toda la inversión en energía verde significa que al menos tenemos alternativas que crecen en importancia, incluso si no pueden reemplazar el gas natural todavía. Aun así, eso no significa que los enormes aumentos de los precios de la energía no importen. En realidad, afectarán a la economía de tres maneras significativas.
En primer lugar, frenarán el crecimiento. El aumento de los precios de la energía absorberá la demanda interna de todas las grandes economías. No importa si se trata de costes más altos para la industria o de precios más altos para los consumidores. En cualquier caso, la gente tendrá menos dinero para gastar en otras cosas y eso afectará a todos. Es cierto que parte de ese dinero se reciclará, ya que las naciones exportadoras de energía podrán comprar más. Pero tenemos muchas pruebas de anteriores ciclos de materias primas que nos dicen que el proceso no suele ser fluido ni exacto. Se perderá mucha demanda y todas las grandes economías tendrán dificultades, y lo peor de todo es que llegará en un momento en el que todavía están empezando a recuperarse de la pandemia.
A continuación, se espera una recesión industrial. El aumento de los precios de la energía es un dolor para los consumidores, pero puede ser absorbido en su mayor parte recortando algunos costes en otros ámbitos. Para muchas industrias que utilizan mucha energía puede ser catastrófico. Si el coste no puede repercutirse en los consumidores, y si hay productos sustitutivos, o el producto no es esencial, la empresa que lo fabrica se encontrará en verdaderos problemas. Industrias como la química, los materiales de construcción, el papel, el vidrio y la producción de alimentos pueden sufrir un cierre generalizado. Cuanto más dependa un país de la industria, más se verá afectado (la mayoría de los servicios no utilizan mucha energía), por lo que en Europa cabe esperar que Alemania e Italia sean los países más afectados. Por supuesto, el impacto variará. Polonia, por ejemplo, una parte cada vez más importante de la base manufacturera europea, utiliza principalmente carbón de producción nacional en lugar de gas importado (más del 70% de la electricidad polaca procede del carbón). ¿El resultado?: las fábricas polacas serán aún más competitivas que sus rivales alemanas. En general, sin embargo, afectará más a los países que dependen de la industria manufacturera, y los más perjudicados serán los que dependen de fábricas que funcionan con gas importado.
Por último, es de esperar que se produzcan importantes cambios geopolíticos. Tras la crisis del petróleo de los años 70, todos los países de la OPEP, y especialmente los de Oriente Medio, se volvieron mucho más exigentes. Tenían mucho dinero, y el dinero siempre se traduce en poder. Esta vez no será diferente. Ya estamos viendo que Rusia, que no es ajena a la política de las grandes potencias, exige más a cambio de aumentar su producción. Es el mayor exportador de gas del mundo por un amplio margen, y ya se está beneficiando de ello. El mercado de valores de Moscú ha subido un 60% en el último año, alcanzando un máximo histórico. Podemos esperar ver una Rusia mucho más rica y mucho más presente como potencia global en todo el mundo (y eso que ya era bastante agresiva en este ámbito). Del mismo modo, Qatar también es un gran exportador de gas, así que olvídense de que algún país occidental organice un boicot a la Copa del Mundo del año que viene alegando que el Gobierno catarí brinda un trato inhumano a los inmigrantes que emplea en sus obras públicas. No va a suceder. Los países que tengan gas para exportar lograrán una posición mucho más fuerte desde el punto de vista político.
La "crisis del gas" no será tan importante como la del petróleo. No dependemos de él de la misma manera que dependíamos del petróleo hace cincuenta años. No hay un cártel de productores tan agresivo como lo era la OPEP en el momento de mayor influencia, y hay una gama mucho más amplia de energías y proveedores alternativos. Aun así, eso no significa que no vaya a ser significativo. La economía es mucho más dependiente del gas de lo que pensamos, y el aumento del precio va a modificar considerablemente la economía mundial.