Europa empieza nunca
José María Triper
A la espera de conocer cuál será finalmente la fórmula de gobierno en Alemania, probablemente el hecho más relevante de las elecciones alemanas de este domingo no sea la ruptura del bipartidismo con el consiguiente aumento de la inestabilidad, sino la retirada política de Ángela Merkel. La impulsora y artífice del Tratado de Lisboa que supuso la refundación de una Unión Europea que prácticamente no ha jugado ningún papel en la campaña de ninguno de los candidatos, y que se enfrenta, una vez más, a una encrucijada de incertidumbres sobre su reorganización y su futuro.
En unos momentos en los que Europa afronta cuestiones trascendentales para su supervivencia como la recuperación económica, el futuro de los fondos de reconstrucción, el reto de afrontar una nueva geopolítica tras la retirada de Afganistán con la consiguiente amenaza terrorista, las incertidumbres derivadas de la aparición de Aukus (la unión de fuerzas de EEUU, Reino Unido y Australia) que incrementa la necesidad de avanzar en un sistema de Defensa comunitario, el problema migratorio, la crisis energética, las derivaciones del post Brexit y la obligación de avanzar en una unificación política y legislativa que evite, entre otras cosas, las dispares interpretaciones sobre la euroorden, la Unión aparece falta de líderes con capacidad de ilusionar y liderazgo.
Ni Scholz, ni Laschet, ni Macron, ni Van der Leyen, dan la talla. Sánchez no cuenta. Sólo Draghi aparece como la gran esperanza blanca. El hombre que desde la presidencia del BCE trabajó estrechamente con Ángela para superar la crisis financiera de 2008-2012 y como ella, un convencido europeísta. Un Mario Draghi que está cimentando la recuperación de Italia sobre bases sólidas, sin sectarismos ideológicos, y que está marcando la senda a seguir por el resto de la Unión con su anuncio de reforma fiscal no para subir impuestos, sino para bajarlos porque "este es el momento de dar y no de quitar el dinero a los ciudadanos", además de la supresión temporal de los cargos fijos para mitigar el alza del recibo de la luz en la tarifa.
Convertida en líder natural de Europa y negociadora infatigable, Merkel ha sido también una gran amiga y aliada de España, algo que no parece tan claro en sus posibles sucesores, especialmente en sus propuestas sobre el Pacto de Estabilidad. Tanto Olaf Scholz como Armin Laschet se han caracterizado por su ambigüedad en este punto, pero los posibles socios de coalición, verdes o liberales, al igual que la mayoría de la sociedad alemana están más alineados con los llamados "halcones" que, con Holanda y Austria a la cabeza, están presionando para que recuperar el control del déficit y de la deuda, condicionando a estos objetivos el envío de los dineros del fondo de reconstrucción. Y España será uno de los países más perjudicados.
Recordar que Scholz se ha manifestado reiteradamente en favor de una modificación de las regulaciones europeas del Pacto de Estabilidad respecto a la deuda de los países miembros y es firme defensor del control del gasto en el dinero público. Y tiene también las manos atadas para llevar a cabo su Programa de Futuro, un plan para que los Estados miembros de la UE hagan aportaciones a un fondo común destinado a pagar la asistencia al desempleo de los países con mayores dificultades económicas. Ni los conservadores de la CDU, ni los liberales ni los verdes son partidarios del proyecto y la prensa alemana ya se ha preguntado si los alemanes van a tener que pagar el paro de los griegos y los españoles, recogiendo el sentir de su ciudadanía.
Es por eso que, en este escenario de retos y de incertidumbres que se ciernen sobre una Europa cuya unión real parece que no empezará nunca, resulta obligado rendir homenaje a la figura excepcional de Ángela Merkel y mostrar nuestro más sincero reconocimiento ante su inmensa aportación a la estabilidad mundial y su liderazgo incontestable en una Europa que sin ella queda huérfana y debilitada ante los populismos de izquierda y de derecha que quieren destruirla desde dentro y frente a las ambiciones de EE UU, China y Rusia que pretenden demolerla desde fuera con la inestimable colaboración de Boris Johnson en el Reino Unido.