Opinión
La traición de Pedro, la caída de Ábalos y el alivio sin Redondo
Amador G. Ayora
El ex ministro de Transportes y Movilidad Urbana, José Luis Ábalos, aún está preguntándose qué hizo cambiar de criterio a Sánchez, que pasó de consultarle los cambios a ponerlo de patitas en la calle tanto en el Gobierno como en el partido, en vísperas de la preparación de los actos del 40 congreso del PSOE.
Con la ex vicepresidenta primera, Carmen Calvo, había hablado de su salida. Calvo, desgastada por sus ocurrencias verbales ó sus choques tectónicos con Iván Redondo y agotada después de padecer el Covid, entendió la necesidad del relevo hasta en la interlocución con Cataluña. La ex vicepresidenta llegó a mostrar su agradecimiento a Sánchez durante el acto de entrega de la cartera a Nadia Calviño.
La salida de Redondo, el otrora poderoso jefe de Gabinete, también estaba cantada desde el fracaso del 4M madrileño y el remate del paseíllo con Biden en la OTAN, vendido desde Moncloa como una reunión bilateral. Aunque Redondo lo intentó disimular con el tarjetón que filtró a los medios de comunicación, con la célebre conclusión de hay que "saber parar".
Pero el cese de Ábalos es más difícil de explicar, porque llevaba hablando con él de los cambios desde hacía semanas. Habían negociado la remodelación hasta la víspera de su cese. Comentaron los movimientos tanto en el partido como en el Gobierno, donde colocó a tres ministras (Pilar Alegría, Isabel Rodríguez y Diana Morant) para suceder a los presidentes regionales de Aragón, Castilla-La Mancha y Comunidad Valenciana, respectivamente.
Ábalos pensó que iba a sustituir a Calvo, pero todo se quebró por una presunta corruptela
La peor relación de Sánchez es con el presidente de Aragón, Javier Lambán, y la mejor, con el valenciano Ximo Puig, al que, de todas formas, no perdona su hundimiento en las encuestas por el presunto trato de favor a su hermano Francisco Javier. La permanente oposición a la cuestión catalana también lo distanció de Emiliano García-Page.
El ex ministro nunca preguntó por su destino, aunque llegó a acariciar la idea de ser nombrado vicepresidente primero en sustitución de Calvo. Ábalos no sólo lo acompañó en el calvario tras el destierro por la dirección del partido, sacrificó por él su credibilidad ante la opinión pública.
El Delcygate no obedece a una ocurrencia suya, sino a una llamada del presidente en la que le ruega que impida la entrada en nuestro país de la vicepresidenta venezolana, porque podría acarrear problemas diplomáticos y de todo tipo. Además, es una persona de confianza de Félix Bolaños, el nuevo hombre fuerte del Ejecutivo, con el que compartía la oposición frontal a Redondo.
La explicación que han hecho correr en el mundo empresarial, es la existencia de varias corruptelas menores relacionadas con pagos en infraestructuras, que no afectan a la cúpula del Ministerio de Transportes, pero que no habría sabido parar Ábalos. Se habla de que algunas corresponden a la Comunidad Valenciana, de donde es natural el ex ministro.
Redondo movía los hilos del fiscal contra el Ibex y 'Floro' usa el Madrid como su 'chiringuito'
Sánchez, con las encuestas en caída libre; las advertencias del presidente del CIS, Tezanos, sobre un cambio en la tendencia de voto; y el temor a que un escándalo lo salpique, decidió tirar por la calle del medio y decapitar a su fiel colaborador y escudero, con la frialdad de un cirujano que intenta salvar al paciente a costa de extirpar uno de sus órganos vitales.
El distanciamiento entre ambos quedó de manifiesto en el acto de traspaso de la cartera de Transportes a Raquel Sánchez, donde no acudió ningún representante del Gabinete pasado ni futuro. Un escarnio total.
La alcaldesa de Gavá, sustituta de Ábalos, es una persona próxima a Salvador Illa, el nuevo líder del PSC en Cataluña, como se ha visto al desplazar a Miquel Iceta al Deportes. La primera patata caliente que tiene sobre la mesa es la ampliación de El Prat, con intereses encontrados. La ministra Sánchez apoya el proyecto de ampliación, pero con importantes mejoras medioambientales.
El mundo empresarial y los directivos del IBEX acogieron con alivio la salida de Redondo. El que fuera el hombre más poderoso después del presidente estaba empeñado en introducir sus smart people en las grandes empresas cotizadas en sustitución de la beautifull people, la clase dirigente actual, que son herederos de las privatizaciones. Una prueba de este rechazo fue la notable ausencia de ejecutivos del selectivo español en la última presentación de los fondos Next Generation.
Entre los empresarios, existe además la sospechaba de que era una de las manos que movía los hilos en la Fiscalía, encargada de solicitar la imputación de los presidentes de Repsol y de Criteria Caixa, Antonio Brufau e Isidro Fainé, respectivamente, y posteriormente del máximo responsable de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán.
Los negocios de Villarejo están provocando una especie de maldición sobre el IBEX, que en las últimas semanas se ha descolgado más de siete puntos en su evolución positiva frente a las bolsas europeas. Algunos lo atribuyen a la impresión entre los inversores, sobre todo grandes fondos americanos, de una mancha de corrupción, que se extiende por las cotizadas del índice bursátil español por culpa de estas imputaciones.
Si hay alguien libre de culpa, que tire la primera piedra, como dijo Jesús a sus discípulos. Florentino Pérez, manipulador de las acusaciones contra el presidente de Iberdrola por el caso Villarejo, acaba de probar su propia medicina. Los audios sobre el entrenador del Real Madrid, Vicente del Bosque, o de los ex jugadores Casillas y Cristiano muestran el desprecio hacia la plantilla del club blanco, que le dio tantas tardes de gloria.
La conversación es real como la vida misma, Florentino la contaba a sus interlocutores con una tranquilidad pasmosa, desde hace años. Lo extraño es que haya tardado tanto tiempo en destaparse.
El presidente del Real Madrid intenta pararlo ahora con presiones a los directivos de los medios de comunicación, a los que pide que no las reproduzcan con veladas amenazas.
Los medios temen ser marginados en la distribución de las entrevistas y las informaciones del club merengue, que Pérez maneja personalmente por encima del director de comunicación, como si fuera su chiringuito.
La Prensa también engatusó a Redondo. Estuvo detrás de la salida de Javier Monzón de la presidencia de Prisa, dueño de El País y de la Ser. Y en su sustitución por Josep Oughourlian, el empresario británico de origen armenio que cedió el poder editorial al Gobierno, como se ha visto esta semana con el despido del ex director de El País, Antonio Caño. La dirección editorial del otrora "periódico independiente de la mañana" está ahora en manos de Miguel Barroso, que entró de consejero hace unos meses a petición del Gobierno de Sánchez. Vamos que El País tiene de independiente lo que un servidor de cura.
Con la salida de Ábalos, Calvo y Redondo, Sánchez inaugura una etapa en la que la línea roja es la economía. Lo único que puede salvarlo si gestiona bien los fondos europeos. En lo demás, gobernará con puño de hierro. El que se descontrole ó vaya contra sus intereses, acabará estrangulado. como Ábalos. Se consuma el éxito de la política de Pilatos, capaz de negar mil veces lo que va a ejecutar a la mañana siguiente y después lavarse las manos.
PD.-Mi más sentido pésame a la familia de José María Gay de Liébana. El economista y periodista, se incorporó hace unos meses como una de las firmas de opinión de elEconomista, donde diseccionaba a diario las fianzas españolas con acierto y con criterios convincentes.
Conocí a Gay de Liébana hace más de dos décadas cuando comenzaba como comentarista económico. Siempre destacó por la claridad y la sencillez con las que expresaba sus ideas y por su capacidad inaudita para conectar con el gran público. Una habilidad escasa y muy valoradas. Además de ser un economista de prestigio con conocimiento infinitos, Gay de Liébana era muy buena gente. Descansa en paz.