Opinión

Envidia de Italia, envidia de Draghi

    El primer ministro de Italia Mario Draghi

    José María Triper

    Apurando al límite los plazos, el gobierno de Pedro Sánchez ha enviado a Bruselas un Plan de Reconstrucción y Resiliencia del que, después de haberlo presentado una decena de veces, no conocemos más que pinceladas sin concreciones y del que nada nos han dicho de los aspectos claves que los socios europeos exigen para librarnos esos 140.000 millones de euros prometidos, como son las reformas laboral, fiscal y del sistema de pensiones y las condiciones que, en forma de ajustes y recortes, se están negociando con las autoridades comunitarias.

    Tampoco sabemos ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿en qué? y ¿a quién? se van a repartir y a conceder las inversiones, ni los costes asociados a las mismas. Y ni siquiera se nos han dado explicaciones serias y creíbles de porqué no se han hecho públicas aún las más de 2.000 páginas del documento, algo que no sólo es insólito en los gobiernos democráticos y trasparentes, sino que invita a inevitablemente a la sospecha.

    Porque aún siendo grave todo esto, lo más preocupante de todo lo que rodea a este Plan de Reconstrucción y Resiliencia es lo que si sabemos: que no ha sido consultado con los empresarios, los sindicatos, las autonomías y los ayuntamientos como hubiera sido preceptivo; que no ha sido acordado con los partidos de la oposición como exigen en Bruselas; qué si no hay marcha atrás el reparto de los fondos lo va a aprobar y adjudicar la sociedad Sánchez&Redondo Producciones desde La Moncloa lo que invita a pensar en opacidad y nepotismo; además de que España es el único país de la Unión que no ha confiado a una autoridad independiente la gestión y distribución de los dineros.

    Todo lo contrario de lo que ha hecho Italia y ha hecho Draghi, el superMario que dirigió con acierto el BCE y que ahora como primer ministro del país transalpino ha presentado un plan de Reconstrucción con 500 medidas concretas en infraestructuras, educación, investigación, sanidad, digitalización y transformación medioambiental, consciente de que, como el mismo afirmó en la presentación al Parlamento "está en juego el destino de Italia y su credibilidad".

    Un plan certero, al detalle, apelando a valores y sentimientos cívicos y sin subir los impuestos, como tampoco han hecho Grecia y Portugal que, al contrario, han anunciado reducciones dejando a Sánchez aislado en materia tributaria no sólo en el sur de Europa sino en el conjunto de la UE. Y todo ello en una Italia que ha destinado ya 40.000 millones de euros en ayudas directas para empresas y familias, mientras que en España seguimos esperando los 7.000 millones prometidos para pymes.

    Y no lo tenía fácil Draghi, al frente de un gobierno del que forman parte hasta cuatro partidos diferentes y de ideologías antagónicas, desde el Movimiento 5 Estrellas y la izquierdista LeU hasta la Liga de Matteo Salvini y la Forza Italia de Silvio Berlusconi, pero que han aparcado sus diferencias ideológicas para para trabajar y sacrificarse por el bien común, y sin proponer aislamientos ni cordones sanitarios.

    Una práctica esta del cordón sanitario que no sólo es antidemocrática, sino sectaria, sobre todo cuando quienes la proponen son los mismos partidos y el mismo gobierno que tienen como socios parlamentarios a los herederos de la banda terrorista ETA con más de 800 asesinatos a sus espaldas, y también a los golpistas catalanes del procés.

    Los mismos que ahora exige solidaridad a los demás cuando muchos de ellos han alentado la violencia en Vallecas contra la tercera fuerza parlamentaria del país, califican de "organización criminal" al primer partido de la oposición, que, por supuesto nunca condenaron, como tampoco reprobaron los escraches contra Soraya Sáez de Santamaría o Begoña Villacís, la agresión física a Mariano Rajoy, entre otras, los que tienen dirigentes condenados por atacar y vejar a policías y que, unidas y unidos en Podemos, amenazan a periodistas mientras inundan las redes con mensaje de insultos, odio y contra la integridad física de antagonistas políticos y la Familia Real. Pues eso, envidia de Italia y envidia de Draghi.