Que Israel casi gana Eurovisión con un televoto contaminado y politizado fruto de un sistema viciado desde hace mucho tiempo, es algo de lo que nadie tiene dudas. Que ese voto desvirtuado sea el culpable de que España haya quedado tan mal, es hacerse trampas y engañarnos a todos, porque nadie nos ha robado el festival y tampoco existe una oscura conspiración que nos haya dejado sin algo que nunca fue nuestro.
Melody estuvo impecable y el trabajo de RTVE durante los últimos meses ha sido incuestionable, porque la candidatura de España ha estado arropada como nunca antes se había visto por toda la maquinaria de la cadena pública, con una impresionante campaña de promoción que hasta incluyó una visita a Pedro Sánchez en La Moncloa. Algo inédito, por cierto. Nadie puede poner un 'pero' a Melody, una artista hipnótica siempre que se sube al escenario, y tampoco a la propuesta que RTVE llevó a Basilea. La cadena mejoró la versión original de 'Esa Diva' con un acertado restyling y la puesta en escena estaba bien armada. Pero no gustó, y al que no lo reconozca solo le queda darse cabezazos contra la pared.
Aprovechar la tormenta con Israel para justificar el fracaso es tramposo
España consiguió 37 votos, de los cuales 27 llegaron de los jurados profesionales de solo cinco países; los otros 10 vinieron vía televoto, ese sistema dopado que aupó a Israel hasta la segunda plaza. Por cierto, seis de esos diez puntos nos los dio Portugal (Ay, el vecinismo…). Por lo tanto, el rechazo en Eurovisión a la candidatura de España fue absoluto. Pero aprovechar la tormenta con Israel para justificar el fracaso es algo tramposo.
Melody se hubiera llevado el mismo batacazo si la situación con Israel fuese distinta o, incluso, si hubiera sido expulsado, como reclama RTVE -al menos quiere un debate- y ahora también Pedro Sánchez. El alto televoto que recibió Israel no quitó puntos a España, y nuestro país tampoco fue castigado porque nuestra cadena pública emitiese un mensaje antes de la final. Aceptar eso significaría dos cosas: que los jurados internacionales recibieron orden de que no se podía votar a España o, más surrealista, que el público de toda Europa se coordinó para dejar de apoyarnos porque no estaban de acuerdo con esa protesta de TVE.
Desde que acabó Eurovisión 2025, el sábado por la noche, parece que se está instalando un relato enfocado a crear la sensación de que nos han robado el festival, como decía Belén Esteban este lunes en La familia de la tele (La 1), donde se debatió la teoría de que algo raro ha pasado o que esa politización del festival nos había perjudicado. La misma noche del sábado, Ana María Bordas, jefa de la delegación española de Eurovisión, apareció en directo en La 1 para quejarse de un resultado que calificó de "decepcionante" y llegó a criticar a los jurados de expertos por no valorar la capacidad vocal de Melody.
La idea de que nos han robado Eurovisión no ayuda ni es la solución
El domingo, RTVE puso en duda el sistema del televoto, que es como apuntar a la línea de flotación de Eurovisión. La cadena reclamó a la UER abrir un debate (otro debate) para conocer si ese método "es el más adecuado y si los conflictos bélicos lo condicionan", cosa que es obvio que sí ocurre, como pasó en 2022 cuando ganó Ucrania gracias a un masivo voto solidario de toda Europa. ¿Pero qué tiene que ver eso con el fiasco de Melody? La UER ya ha contestado y ha defendido su sistema, "el más avanzado del mundo".
Podemos pensar que Melody es la mejor, que cómo una artista con esa fuerza y esa garra no ha quedado mejor. Que nadie canta como ella y que fue la más aplaudida de la noche, una de las más vistas en YouTube y que merecía más. Nadie cuestiona sus cualidades y todos tenemos claro que el puesto 24 (antepenúltima posición) fue injusto, pero el resultado de Eurovisión habla por sí solo. Esos 37 votos son un pinchazo que explota la burbuja de una candidatura que, por mucho que nos gustase dentro de España, nunca estuvo entre las favoritas.
Es difícil asumir la derrota, pero es obligado hacerlo si queremos avanzar en un festival que no ganamos desde 1969. Es hora de hacer autocrítica, corregir errores y analizar por qué llevamos tres años en un camino con más "espinas" que rosas". Mantener la idea de que nos han robado el festival, que hay una especie de pucherazo, no ayuda ni es la solución. Melody no gustó. Y punto.
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