Televisión

Eurovisión está en riesgo por un televoto que lleva años contaminado, aunque ahora nos hagamos los sorprendidos con Israel

Hay mucha gente indignada desde el sábado con el mal resultado de España en Eurovisión y con el éxito arrollador de Israel en el televoto. Con lo primero no hay nada que hacer. Lo aceptemos o no, la propuesta que llevó Melody, que estuvo espectacular, no gustó al público ni al jurado. Fue un fiasco. "Robovisión", dicen. Europa lo rechazó y somos nosotros (y RTVE) quienes debemos hacérnoslo mirar, porque hay algo en lo que fallamos a la hora de dar con la tecla de lo que gusta en el festival. Lo segundo sí se atiene a un razonamiento más concreto y la conclusión es preocupante, porque el diagnóstico es que Eurovisión está en riesgo.

Hace tiempo que parte del público de Eurovisión dejó de votar solo por gustos musicales. Aunque siempre han influido los intereses geopolíticos, las filias o los vecinismos, de un tiempo a esta parte se vota también pensando en la realidad internacional, los conflictos y otras situaciones que los espectadores asumen como un compromiso. Esto no es ni bueno ni malo. Es una forma de actuar ante la vida, pero tiene consecuencias que a veces nos gustan y otras no.

Por eso, ahora no podemos llevarnos las manos a la cabeza al comprobar que el televoto apoyó de forma masiva a Israel -13 países le dieron la máxima puntuación- en la última edición de Eurovisión. De hecho, fue el país más votado por el público y estuvo a punto de ganar si los jurados profesionales no llegan a corregir el balance final que hizo (merecido) vencedor a Austria con una extraordinaria canción y una puesta en escena que, por cierto, diseñó un español.

Entonces, ¿a qué se debe el apoyo masivo a Israel? ¿Su canción fue la favorita, musicalmente hablando, de todos esos países que le entregaron la máxima puntuación, entre ellos España, por cierto? Obviamente, no. El tema con el que compitió era objetivamente una buena propuesta que en condiciones normales hubiera quedado muy bien posicionada, sin ninguna duda dentro del Top 10, pero Israel no merecía tanto apoyo.

Está claro que el público también votó a Israel por otros motivos que nada tienen que ver con un concurso de canciones. Pero eso no es la primera vez ni la última que va a ocurrir. La pregunta que nos debemos hacer es si esos otros motivos deben influir a la hora de mandar un SMS para apoyar una candidatura. Antes, ahora y en un futuro. Porque nos estamos cargando Eurovisión, aunque parece que ha sido este fin de semana cuando nos hemos dado cuenta de que los conflictos internacionales influyen en el televoto. De hecho, sorprende que RTVE y otros países vayan a pedir a la UER que revise el sistema del televoto, preocupados, de repente, porque el televoto no es 'objetivo' musicalmente hablando. ¿Ahora se enteran?

La gente que votó a favor de Israel sin preguntarse si la canción lo merecía utilizó su voto como herramienta para posicionarse del lado de un país cuya participación en Eurovisión es muy polémica. De hecho, muchos piden que sea excluido por su ofensiva sobre Gaza y RTVE llegó a emitir un mensaje de apoyo a Palestina antes de la emisión de la final. Pero quienes quisieron mostrar su apoyo a Israel a través de Eurovisión, actuaron de igual manera que todos aquellos que decidieron no votar a Israel solo por ese mismo asunto, independientemente de si la canción les gustaba o no. Podemos valorar si éticamente los motivos de unos son mejores que los de los otros, pero la perversión del sistema de votación de Eurovisión es la misma y el resultado es fatal: manosear los resultados y convertir el televoto en una especie de barómetro entre quienes apoyan a Israel y quienes defienden a Palestina.

El susto que se llevaron algunos el sábado no es nuevo, porque Israel también aglutinó casi todo el apoyo popular el año pasado, cuando fue segundo en el apoyo de los espectadores. Y será así mientras el público mantenga esta forma de votar. Es más, Israel acabará ganando en cualquier momento y la polémica que hoy tenemos sobre la mesa será aún mayor. Eurovisión es un concurso que se vota en positivo. Por lo tanto, quienes apoyan a Israel en medio de esta tensión lo aprovechan para salir en avalancha y concentrar sus votos en su candidato. De esa manera, tienen muy fácil hacerse notar. Por el contrario, quienes piden no votar a Israel como forma de castigo político, dispersan sus fuerzas, porque sus votos quedan diluidos entre otros 25 candidatos.

El precedente del televoto alterado que hizo ganador a Ucrania en 2022

Como decíamos, votar en Eurovisión movido por los conflictos internacionales no es algo nuevo y en alguna ocasión se ha manifestado de forma muy evidente. Ya ocurrió en 2022, cuando los espectadores quisieron dar todo su apoyo a Ucrania meses después de que comenzara la invasión rusa. El televoto se convirtió entonces en una ola de solidaridad incontestable que hizo ganadora a una canción que nunca hubiera alcanzado el primer puesto en condiciones normales (Reino Unido fue segunda y España tercera con Chanel).

Ese contexto internacional que ahora no queremos que afecte a las votaciones también alteró el resultado de Eurovisión, aunque en ese momento a nadie le pareció mal porque el objetivo de apoyar a Ucrania prevalecía y, por lo tanto, votar con otros intereses estaba justificado, aunque el televoto estuvo tan pervertido en esa edición como ahora con el apoyo masivo que ha conseguido Israel gracias a un sistema viciado.

Sería conveniente saber qué queremos que sea Eurovisión, si preferimos que solo cuenten las canciones o que influyan otros factores. Entre los propios eurofans hay debate, porque unos consideran que hay que ser honestos con las votaciones y atenerse solo a aspectos artísticos y otros creen que cualquier argumento externo puede y debe influir en las votaciones aunque, como ha pasado ahora, eso se pueda volver en contra. Cualquier decisión es buena, porque Eurovisión será lo que los espectadores quieran que sea, pero no vale hacerse los sorprendidos ante el temor de que el festival puede estar herido de muerte. Entre otras cosas, porque igual es demasiado tarde.

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