
A sus 85 años, el gran galán Arturo Fernandez sigue estando al pie del cañón viviendo por aquello que siempre le ha conquistado: la interpretación. Arturo habla de "Enfrentados" como la obra más importante que ha caido en sus manos, no sólo por los premios que ha recibido sino también por tratar temas delicados de la Iglesia.
El actor, enamorado tras 30 años de relación con su mujer Carmen, es considerado un maestro de la seducción pero el afirma humildemente que no se considera tal cosa, al contrario, en verdad el ha sido y siempre será seducido por el teatro.
Arturo, hábleme de "Enfrentados"...
Es la obra de teatro más importante que ha caido en mis manos desde hace muchos años, primero por la cantidad de premios que tiene, desde el Molière, universidades americanas, etc. y luego por el tema de tan actualidad, un tema de enfrentamiento entre un seminarista y un sacerdote donde el seminarista quiere cambiar el problema actual de la Iglesia como se quiere cambiar también la política actual, pero en este caso tropieza con el conservador que es el sacerdote que lleva una de las parroquias más elegantes como Madrid o París o donde quieras. Entonces cuando se está en un status importante, el exponerse a perderlo es el gran problema que suscita la comedia. Luego, la llegada del Papa Francisco, que nos ayuda a no tener miedo a decir las cosas, también proporciona una gran sorpresa en el espectador.
¿Qué temas trata?
Se trata de un diálogo muy inteligente y sobre todo muy divertido por las situaciones del seminarista. Se plantean temas muy importantes que jamás se ha pensado que se podían suscitar que son la homosexualidad en el sacerdote de la iglesia, la razón por la que no pueden casarse los sacerdotes y por qué la mujer no puede llegar al sacerdocio. Una serie de elementos que suscita la polémica a quien vea la comedia.
Por el tema, eso sí, mucho respeto hacia la iglesia porque, primero, yo soy católico y no lo toleraría y luego, prueba de ello es que llevamos casi dos meses interpretando la comedia en San Sebastián, Santander, Gijón, La Coruña, Valladolid... provincias distintas donde la gente lo ha pasado bien pero no se ha escandalizado para nada sino todo lo contrario. Incluso, hay momentos que pienso que es una gran comedia por las carcajadas y la sonrisa que suscita. El sacerdote es un diplomático, con un sentido del humor terrible, un hombre que por encima de todo no sabe vivir sin el vino y el choque tan terrible hacia un joven de veintitantos años que lo admira.
¿Que caracterizaría de esta obra?
Es un problema de sentimientos, vemos como hay un enfrentamiento y luego como llegan a querer. Lo que ocurre es que no puedo desvelar parte de la función. Creo sinceramente,y no es por echarme flores, que he sabido siempre elegir a los autores importantes que me han proporcionado, al mismo tiempo, éxito a mi mismo o no, pero creo que como en esta comedia los aplausos que existen en ciertas frases y, sobre todo, en la bajada del telón, yo no he visto nunca aplaudir de esta manera con la gente puesta en pie. Yo digo que son aplausos de ópera, interminables. Ya es una gran sorpresa para el público cuando se levanta el telón. No es fácil ver una iglesia con su púlpito y demás, y un segundo decorado que es la vuelta a esa iglesia para ir a la sacristía. Son dos decorados que, hoy día, no es fácil verlo en un escenario y eso ayuda a que esta sea un grandísimo espectáculo.
¿Cómo se siente un galán vestido de cura?
No llevo sotana, sino un clériman pero es lo que menos me ha preocupado.
Es un fuerte cambio...
Sí, es un cambio en mi vida artística. Pero el cambio, gracias a Albert Boadella, ya lo hice hace unos meses ensayando a Don Juan. Él tiene un poco la culpa de que me haya decidido, al fin, por esta comedia que hace años que la tenía.
¿Le apetecía un cambio de registro?
Si. Lo más difícil para mi ha sido memorizar un texto que dura dos horas, un texto importante que habla de la Iglesia, de Dios... entonces tienes que limitarte mucho, no puede haber un cambio en las frases ni inventárselo. Sobre todo dirigir esta comedia donde sólamente son dos personajes que parecemos cuarentay el gran problema que existe entre ellos. Lo que menos me ha importado es llevar el alzacuellos, aunque el personaje requiere mucha atención.
El sacerdote no se mueve por el escenario como otro personaje que tenga otras actividades, sino que se mueve con diplomacia y con una forma de mover las manos que requiere otro tempoy mucho estudio. Me resulta fácil por ser el mismo envoltorio tan sugerente, tan fascinante... el mero hecho de estar en una iglesia te transforma, eres distinto. Eso influye muchísimo, al menos en mi. Me ayuda a hacer ese cambio de esos personajes divertidos, encantadores, conquistadores y fracasos que tienen los personajes, que el público está acostumbrado a verme. Sin embargo este es un embajador de Dios.
¿Le preocupaba cómo se lo iba a tomar el público?
Sí y me sigue preocupando, porque lo que ocurre es que la comedia es tan verdad que en un principio mucha gente te espera a la salida para que le firmes el programa o para felicitarte y entonces pregunto. Sobre todo en el tema de las mujeres sí, me ha sorprendido. Es tan buena la situación que a los tres minutos te olvidas de Arturo, porque te capta el texto, la situación, la música eclesiástica... es todo magia, ese telón al levantarse con el personaje, un púlpito... de verda, llevo sesenta y tantos años en esta profesión y subir al púlpito, donde el público son los feligreses, impone, y soy un sacerdote y me he hecho mejor de lo que era (ríe).
¿Se ha redimido?
Siempre me he considerado una buena persona, pero ahora creo que voy pasando.
La suerte de que la salud le ha acompañado siempre...
También. Eso si que es verdad. El teatro tiene una magia. No sabes qué es, no sabes qué ocurre, es algo distinto a todo. A lo mejor los personajes que yo interpreto son jóvenes. Yo he salido a un escenario con fiebres de 39 y pico, donde el médico me prohibía salir. Yo lo recordaré siempre en Bilbao que tenía 39 y medio y el médico me dijo "no, no salga usted", y yo dije "no, voy a salir" y cuando se levantó el telón ya no tenía fiebre. Esto es así. He salido con lumbagos, pero con lumbagos de no poderme levantar, y levantarme y decir , no voy a poder y a minutos de la obra voy a tener que suspenderla. Pues mentira, se te pasa el lumbago, no tienes lumbago porque ese personaje no lo tiene y cuando baja el telón, me viene el lumbago. Y es así, es magia.
¿Cuál sería el consejo del gran galán de la escena española para estos nuevos jóvenes que están empezando?
Consejos hay que darlos en metálico. La palabra no sirve para nada, te entra por un lado y te sale por el otro. Te puede durar minuto y medio y luego te olvidas y eres tú como eres y punto. No sirve para nada. Lo importante en esta vida es elegir aquella profesión que te gusta, porque si no has sido el hijo de Onasis, pues tendrás que trabajar toda tu vida y creo que eso es lo que te da vitalidad para todo.
¿Qué le ha aportado su mujer Carmen?
Siempre una mujer te aporta todo. O te aporta felicidad o te aporta tu desgracia, una de dos. ¿Qué duda cabe? Me ha aportado felicidad y yo a ella. Es mutuo. La pareja ya ves a los 6 meses en la intimidad si eso funciona o no funciona y ya son como 30 años. El otro día ella me lo estuvo diciendo y yo le dije, no, estás equivocada, yo no tengo 30 años todavía (ríe). Pero también yo le he proporcionado, los guapos siempre proporcionamos mucha felicidad (ríe).
¿Cuáles son las armas de seducción de Arturo Fernández?
No lo sé. Sobre la seducción y sobre el amor se han escrito tantas y tantas novelas y todo aquello que lees es distinto. Cada uno tiene su opinión. La seducción no existe, si tú quieres seducir se tú, no vayas por la vida intentando seducir que yo no sé cómo se hace eso. Posiblemente yo sea un seductor arriba del escenario por lo que escribe otro, no por mis propias palabras. Eso es muy fácil, el saber llevar una chaqueta, el saber llevar una copa en la mano, el saber sonreir... eso es parte de uno, pero como no vaya acompañado de esa frase estupenda y encantadora, no eres nadie. Eso yo se lo debo a los autores. Prueba de ello es que cuando conocí a una mujer que intentaba conquistarla con la comedia que estaba haciendo, como era distinto escenario, no me salían las frases, fue una metedura de pata brutal (ríe).