Política

La soledad de las últimas vacaciones presidenciales Rodríguez Zapatero

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Foto: Archivo

Pasado mañana, 4 de agosto, Rodríguez Zapatero cumple 51 años. A estas horas debería estar de vacaciones en alguna residencia palaciega oficial disfrutando el regusto amargo de las últimas semanas de poder, previas a una prematura jubilación por la que él mismo ha optado en una especie de inmolación que, probablemente, la historia le reconocerá. Pero la crisis le ha obligado a retrasar el ansiado descanso.

Pero el retraso en las vacaciones no conlleva el retraso en su abandono. Es el sino atroz de los presidentes de gobierno españoles: Suárez presentó su dimisión a los 49 años; González perdió las elecciones a los 54; Aznar renunció a presentarse a las elecciones de 2004, cuando tenía también 51 años. Sólo Calvo Sotelo, que no fue elegido, es la excepción a todas las reglas.

Incapacitado para otro puesto

Los que se van tan tempranamente, abrasados por su propia obra y por la naturaleza cainita de la política española, tienen muy difícil recomponer la figura, salir airosos de una especie de renacimiento imprevisto que a todo el mudo estorba.

Porque, además, la personificación del poder en el jefe del Ejecutivo -nuestro modelo parlamentario posee potentes elementos presidencialistas- tiene estas consecuencias: el presidente del Gobierno sale consumido e incapacitado para cualquier otro cometido.

En realidad, el sistema cree que lo que debería hacer quien ha llegado a la cumbre de una carrera política es morirse, eclipsarse, marcharse, anularse. En Italia o en Francia, ha sido relativamente frecuente que primeros ministros hayan reaparecido intermitentemente en otras carteras ministeriales.

Aquí, eso sería impensable: existe una concepción tan rotunda, inhabilitante y mágica del poder que, tras haberlo ostentado en toda su magnitud, quien lo pierde pasa a ser un objeto animado, una reliquia sin duda respetable pero incapaz de aportar su presencia de forma constructiva al presente y al futuro.

¿La soledad del presidente?

En este panorama, cuentan que Zapatero lleva semanas, meses, desfogándose a la carrera por el monte del Pardo para aliviar la tensión y meditar a cielo abierto. Y quizás no sea para menos, pues dentro de su partido se ha abierto un cisma. Aunque la versión oficial apunte a que la bicefalia actual es "comprensible", la guerra de declaraciones entre los barones socialistas ya ha comenzado.

Mientras desde Madrid Tomás Gómez permanece fiel al todavía presidente, desde Andalucía se habla de un líder del ejecutivo desaparecido. Incluso desde dentro del propio Gobierno se habla del líder Rubalcaba. Tras su propio "el líder soy yo", Bono lo compara ahora con el Papa y su liderato.

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