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El ladrillo se convierte en el rompecabezas de la Reserva federal y del mercado

Nadie puede negar la profundidad de la crisis del ladrillo en EEUU pero no está claro todavía que el sector pueda exportar su recesión a la economía

El presidente de la Fed de Dallas, Richard Fischer, dijo la semana pasada que jamás se ha conocido en la historia americana un ajuste tan brutal en el sector inmobiliario sin que se produjera después una recesión. ¿Demasiado pesimista para ser cierto?

John Authers, el editor de Wall Street del Financial Times, recuerda que un sentimiento tan negativo podría ser excesivo y que precisamente podría producirse una corrección violenta si el sector desmintiera las previsiones más negativas. Al fin y al cabo, es ilustrativo el ejemplo del Reino Unido y de Australia que en un pasado muy reciente vivieron una seria crisis del sector sin que descarrilara su economía y sin que su Banco Central tuviera que actuar como bombero. Y ambos países terminaron subiendo los tipos de interés para luchar contra la inflación.

Los pesimistas, ampliamente representados en el seno del consejo de la Reserva federal, argumentarían que los Estados Unidos son un caso aparte. Las familias se han endeudado mucho en los últimos años y han utilizado sus activos inmobiliarios como activos colaterales. Además, han refinanciado sus viviendas con tipos históricamente bajos, lo que les ha permitido obtener recursos y mantener alto el consumo, a pesar de la ausencia de crecimiento de los salarios reales.

Un estancamiento o quizás una caída de los precios deberían acabar con estos dos mecanismos y frenar el consumo en beneficio del ahorro. Por tanto, el crecimiento del país caería más allá de la contribución negativa de la construcción.

Ésta es la tesis dominante en el seno de la Fed aunque todavía no esté confirmada por los datos económicos. Nadie puede negar que la actividad inmobiliaria esté bastante afectada por la subida de los tipos y la pérdida de confianza.

Las ventas de viviendas usadas cayeron en julio a su nivel más bajo desde 2004 y las existencias de viviendas sin vender no habían estado tan altas desde hace 13 años. Sin embargo, los precios resisten y no bajan. El reflujo de los tipos de las hipotecas está ahora sensible tras el pico alcanzado en junio, lo que supone un balón de oxígeno para las familias que desean renegociar su deuda.

En resumen, la actividad está deprimida pero no es seguro que la deflación sea lo bastante importante como para exportar la recesión a los demás sectores de la economía, tal como pasó por ejemplo en el Reino Unido. Es un verdadero rompecabezas para la Reserva federal y una seria fuente de incertidumbre para la renta variable.

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