
Barcelona, 4 dic (EFE).- Tras ser finalista en la última edición del premio Tigre Juan por su novela "El espectáculo del tiempo", el escritor argentino Juan José Becerra ha dicho que "la escritura es como una experiencia de sonambulismo".
En una entrevista concedida a Efe, Becerra ahonda sobre ese sonambulismo al decir que "el escritor no sabe lo que ocurrió, y cuándo y qué hizo, está un poco en el limbo, en el que se pierden las referencias del entorno inmediato".
El autor argentino confiesa sentirse comprometido con "una tradición identificada con nombres como Alan Pauls, Roberto Bolaño o Mario Levrero", autores además de sus lecturas favoritas.
"Una tradición que presiona sobre nosotros, que aparece retrospectivamente, aunque no seamos conscientes", reflexiona.
Después de haber publicado en Argentina "Santos" (1994), "Atlántida" (2001), "Miles de años" (2004), "Toda la verdad" (2010) y "La interpretación de un libro" (2012), este último publicado en España por Candaya, Becerra ha hecho con "El espectáculo del tiempo" (Candaya) su "primer libro extenso y primero que tiene algún componente biológico, que contiene eso que se llama vida, aunque se trate de literatura"
Esta novela, añade el autor, "ha extraído un tipo de escritor con el que no me había topado hasta ahora" y confiesa: "Me siento más cómodo con este escritor, porque se parece mucho más a lo que yo habría hecho como sujeto".
Descarta que "El espectáculo del tiempo" se sitúe en la estela de "la novela total del siglo XX", representada por Macedonio Fernández o Roberto Arlt: "la obra total no existe en ningún campo y menos en la literatura, porque se trata de una disciplina blanda; y en realidad cuando se habla de total, se habla de una ilusión, de una experiencia fracasada" y, de hecho, cada vez que acaba un libro siempre piensa "esto no era lo que yo quería".
El protagonista de la novela y narrador, Juan Guerra, resulta seguramente un trasunto del autor aunque insista en negar la evidencia: "Aparte de compartir el nombre y el final del apellido 'erra', sólo coincidimos en que nacimos el mismo año, 1965, de que regentamos un cine Lumière y de que ambos somos escritores".
En su defensa, Becerra añade: "quise provocar un malentendido, de que ese artificio que es la novela, que sólo puede conseguirse con herramientas también artificiales como el lenguaje, produjeran el equívoco; pero la autobiografía es un género imposible, pues no hay voluntad que pueda satisfacer la insatisfacción que produce contar la vida propia".
A su juicio, sólo se puede hacer la autobiografía de lo que uno no sabe de uno mismo, y eso se produce porque "la literatura opera en un nivel donde la vida no puede".
El otro protagonista de la novela es el tiempo al que alude el título, un tiempo que se desdobla en un plano personal, determinado en términos biográficos, y una esfera histórica, porque "uno vive el tiempo de su actualidad, pero está conectado a una determinada genealogía, un pasado, y el tiempo personal tiene profundidades metafísicas, por muy banal que sea esa vida".
Si además se establece una relación con el tiempo del universo, "entonces una persona puede entrar en dimensiones más amplias", anota el escritor argentino, interesado por la Física y el trabajo de los físicos, a los que considera "los primeros metafísicos".
La pampa es el espacio geográfico en el que se desenvuelve Juan Guerra con ese cine Lumière de provincias, en Junín, "el pueblo de los antepasados de Borges", y un lugar que al autor le permite evocar su infancia, pasado ya un tiempo.
En la escritura ha habido, confiesa, "un esfuerzo para restaurar un lenguaje que ya no estaba conmigo".
La pampa, el espacio donde surgió la riqueza agrícola ganadera argentina, es además una excusa para "revelar qué ha pasado con el gaucho argentino, sustituido hoy por el gaucho satelital, que lleva al desierto la vanguardia tecnológica y controla sus fincas a través del móvil".
Aunque "El espectáculo del tiempo" sea una novela polibiográfica, con multitud de personajes, una cuarentena, asegura Becerra que no planificó esa red de personajes, que "están fuera de control, en el sentido de aparecer y desaparecer a lo largo de la novela".
Defiende Becerra el humor de su obra, "esa antimateria del aburrimiento", a pesar de que, como dice, "el humor no tiene prestigio en la literatura, es un material de clase B, quizá porque es un elemento vital".