
El flamante nuevo Gobierno británico celebró ayer el primer Consejo de Ministros de lo que se ha dado en considerar ya una "nueva era". Se trata de la primera coalición en Reino Unido en 70 años, pero promete funcionar como uno por el objetivo de reconstruir la economía.
Sin embargo, a menos de 24 horas de su constitución, los conservadores movieron ficha para garantizarse la batuta en el crucial proceso de reforma bancaria, uno de los proyectos más delicados.
Desde que se consumase un acuerdo histórico, la sucesión de nombres y responsabilidades que comenzaron a circular mantuvo ininterrumpidamente un ámbito como prioritario. Cinco días después de las elecciones era necesario mandar un mensaje de tranquilidad a los mercados, lo que convertía en clave los nombramientos en el apartado económico. En consecuencia, el título de George Osborne como ministro del Tesoro fue el primero en confirmarse, si bien con él surgieron las dudas acerca del papel que recaería en el portavoz de finanzas de los liberal-demócratas, Vince Cable. Considerado el principal activo del partido hasta el ascenso de Nick Clegg, el veterano político fue siempre la opción preferida de los ciudadanos para mudarse al número 11 de Downing Street.
Conscientes de ello, los socios apostaron fuerte. Cable merecía un perfil destacado y pocos podrían garantizarlo tanto como la gestión de la renovación del armazón financiero. La noticia llegó a la City y comenzó la inquietud. El número dos liberal-demócrata es conocido por apoyar la división de la banca entre la rama comercial y la de inversión. Si Osborne era mirado con desconfianza por un sector al que aún no se ha logrado ganar, Cable cuenta aún con mayor recelo, precisamente por ni intentar esconder sus revolucionarias apuestas y abiertas críticas a la reticencia a abrir el grifo de crédito. Aún así, la relación con los bancos se incluyó en sus competencias, junto a la responsabilidad en empresas, hasta que se produjo un cambio de organigrama a partir del cual Cable dejaba de controlar el contacto con el mundo financiero.
Las partes justificaron el giro en base a cuestiones técnicas. El ministro del Tesoro sería, finalmente, el responsable de presidir la comisión que supervisará un proceso "esencial para evitar una repetición de la crisis financiera del Laborismo", según reza el acuerdo de la coalición. El propio Cable reconoció que hubo un "malentendido de la maquinaria gubernamental", puesto que, formalmente, como titular de Empresas no podría hacerse cargo de este organismo.
Sin embargo, en la práctica, el desenlace asegura a los conservadores un área clave y a Osborne el refuerzo de un poder que ya ayer dejó claro en la primera reunión de Gabinete. Cuando apenas habían tomado asiento en las plazas que, a priori, ocuparán los próximos cinco años, los miembros del bipartito fueron informados de que su sueldo se vería reducido en un 5%, como consecuencia de la apretada coyuntura económica que atraviesa el país. Una prueba de hasta qué punto los recortes serán la tónica de esta legislatura.