¿Cómo es posible que un supervisor de prestigio como era el Banco de España se haya convertido prácticamente de un día para otro es una institución sin crédito alguno a nivel internacional, dejando a nuestro sistema financiero en una situación crítica? La pregunta parece tener una respuesta clara: el nombre del hasta ahora gobernador, Miguel Ángel Fernández Ordoñez. Son muchas las críticas que se vierten contra él, y no solo desde el Partido Popular, aunque sea precisamente el Gobierno el que haya rechazado su comparecencia en el Congreso para dar explicaciones. Y eso que es desde sus filas de dónde ha recibido las mayores críticas. También ha recibido quejas, más graves, incluso, de los propios inspectores del supervisor por su falta de mando y sus decisiones que, en muchos casos, han sido de tinte político.
Todo empezó en septiembre de 2008, justo después de la quiebra de Lehman Brothers. "Tenemos el mejor sistema financiero del mundo. Tiene unos niveles de solvencia y de provisión muy elevados, superiores a los de cualquier otro sistema de los países con los que nos podemos comparar", aseguraba entonces el expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Y su amigo Fernández Ordóñez, que fue secretario de Estado de Hacienda y Presupuestos entre 2004 y 2006 a las órdenes de Pedro Solbes, sacaba entonces pecho. Los problemas europeos no eran los nuestros, sus modelos de negocio se basaban en unas tomas intolerables de riesgo ausentes en España, libre de activos tóxicos. Pero nada más lejos de la realidad. No lo supo ver Zapatero y no lo vio tampoco el Gobernador.
Se equivocaron en el diagnóstico de la crisis y su impacto sobre las entidades financieras españolas y no tuvieron en cuenta en ningún momento el crecimiento de la burbuja inmobiliaria ni su tremendo grado de exposición. Pero no solo fue eso. Fernández Ordóñez emprendió un proceso de fusiones desordenadas, que dio por concluido varias veces para volver a reiniciarlo poco después, cambiando constantemente de opinión sobre la posibilidad de crear un banco malo y generando así desconfianza e inseguridad jurídica. Y eso sin olvidar su papel en la crisis de CCM, la CAM o Bankia.
"Es inexplicable el difícil momento que atraviesa Bankia sin que haya habido una negligencia manifiesta en la labor de control", aseguró hace unos días Vicente Martínez Pujalte, portavoz popular en la Comisión de Economía y Competitividad en el Congreso. "La labor del Banco de España está en cuestión por la pésima gestión de Fernández Ordoñez", añadió en la misma línea Carlos Floriano, secretario de Comunicación del PP.
Aluvión de reformas
El caso es que todo el aluvión de reformas ha debilitado los balances de las entidades poco a poco. "Lo que se tenía que haber hecho es un manguerazo de dinero público al inicio de la crisis como se hizo en otros países", sostienen fuentes de distintas entidades. "Si se hubiera hecho, no estaríamos ahora en el punto de mira y con esta espiral de incertidumbre", añaden. Las casas de análisis coinciden en señalar que los bancos españoles tienen un agujero adicional de 50.000 millones sin reconocer. "Esta es la misma cifra mágica que vienen repitiendo desde hace años a pesar de los esfuerzos que ya hemos realizado", dice resignado un alto ejecutivo del sector. "Por mucho que hagamos siempre están esos 50.000 millones", sostiene.
Y lo peor es que hay opiniones aún más pesimistas, como la de un alto directivo de otra entidad que afirma, en privado, que los activos tóxicos del sistema alcanzan los 250.000 millones de euros. Teniendo en cuenta las provisiones ya realizadas, a los bancos aún les quedarían 150.000 millones de euros.