
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, abandonó ayer precipitadamente la cumbre Cela/UE a la que asistía en Santiago (Chile), para trasladarse a la localidad de Santa María, en el sur de Brasil, nada más conocer la tragedia ocurrida en la discoteca Kiss, donde en la madrugada del sábado al domingo (hora local) fallecieron al menos 245 jóvenes en un devastador incendio, aunque se teme que la cifra de muertos y heridos sea aún mayor.
"Estamos juntos y es necesario superar esto, pero la tristeza seguirá", declaró Rousseff minutos antes de coger el avión hacia Brasil, casi al borde de las lágrimas, según informaciones facilitadas por el diario O Globo.
Minutos antes, y ante sus colegas participantes en la cumbre económica de Santiago de Chile, la presidenta brasileña aseguraba que las autoridades habían "movilizado los recursos para que no sólo podamos recuperar los cuerpos, sino para proporcionar un tratamiento rápido y eficaz a los heridos, y para proporcionar todo el apoyo que podamos dar a las familias en este momento".
Y no es para menos, ya que, según las informaciones actuales, la tragedia que ha sacudido a Brasil es la segunda más mortífera por fuego que se ha desencadenado en una discoteca en todo el mundo desde el año 2000. Por delante, sólo figura la que el 25 de diciembre de 2000 provocó 309 muertos en China, en un incendio que arrasó un complejo comercial y una discoteca.
Además, la preocupación de la presidenta Dilma Rousseff está más que justificada, pues este desastre se produce cuando los ojos del mundo están puestos en Brasil, y en sus medidas y estándares de seguridad, así como en su capacidad de respuesta con vistas al Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
Una bengala en el escenario
Las alarmas saltaban en la madrugada del domingo, en la discoteca Kiss, en el centro de la localidad de Santa María, a 307 kilómetros de Porto Alegre (Estado de Río Grande do Sul), sobre las 2:30 horas, cuando el vocalista de la banda que tocaba encendió una bengala en el escenario. Según el relato de algunos de los testigos, la deflagración habría alcanzado el techo de la discoteca prendiendo rápidamente la espuma de aislamiento acústico.
A partir de ese momento, y como ocurrió en la tristemente célebre fiesta del Madrid Arena, el fuego comenzó a extenderse y una humareda altamente tóxica provocó el pánico generalizado en el local, con multitud de jóvenes luchando por salir del recinto y ocasionando caídas, atropellos, asfixias y accidentes variados. Además, según los datos preliminares de los bomberos y la policía, el aforo de la discoteca, previsto para 2.000 personas, podría haberse sobrepasado ampliamente, lo que habría magnificado la tragedia.
En cuanto a los heridos, que superaban ampliamente la cifra de 200, fueron trasladados a los centros hospitalarios Universitario, del Ejército, de la Caridad y la Casa de la Salud, algunos de ellos en estado muy grave.
A últimas horas de la tarde de ayer, los trabajadores de emergencias continuaban con las labores de rescate de cuerpos bajo los escombros. Según los bomberos, el local ha quedado totalmente destruido y corre riesgo de derrumbe.
Puertas cerradas y asfixia
Según las primeras informaciones, la mayoría de los fallecidos presentan síntomas de asfixia e intoxicación. "La espuma de aislamiento genera un humo altamente tóxico", explicó Guido de Melo, comandante general de los bomberos.
Aún se desconoce el número de personas que se encontraban en el interior en el momento del incendio, pero los primeros testimonios hablan a las claras de un escenario de auténtico terror.
Algunos acusan a los guardias de haber cerrado las puertas para impedir que la gente se fuera sin pagar, y otros, como el diputado local Valdeci Oliveira, describen que al entrar con los equipos de rescate vieron "pilas de cadáveres" en los baños.
"Cuando vi que la cosa pintaba fea, cogí a una amiga del brazo y salí corriendo", dijo una joven al diario Zero Hora, además de confesar que "muchos amigos están entre los muertos".