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Bentley Flying Spur V8: nuevo motor para el lujo extremo

Los tiempos mandan y vemos que hasta las marcas más sofisticadas y ajenas a las apreturas se suman a la moda del downsizing. Rebajar el número de cilindros ha parecido una buena idea para los ingenieros de Bentley, creando así un nuevo modelo de su Flying Spur al implantarle el no por 'pequeño' menos impresionante motor 4.0 V8 Biturbo originario de los modelos RS6, RS7 y S8 de Audi.

Sustituir una joya mecánica como el W12 no es fácil, teniendo en cuenta el tipo de clientela que tiene el Flying Spur. Para ello, los técnicos de la fábrica de Crewe han 'domesticado' al explosivo V8 para que siguiera ofreciendo el tacto que se debe a una superberlina de lujo como es el Bentley.

Principalmente han trabajado en la dirección de ofrecer menos fogosidad en las respuestas que las del temperamental alemán S8. La potencia ha bajado de los 520 hasta los 507 caballos, pero aumentando su par motor en 10 Nm (hasta los 660) para garantizar una respuesta irreprochable a cualquier régimen. Más lineal en su comportamiento, el V8 es también más discreto pues ya no monta el modulador de frecuencias sonoras que le acompaña en el Audi.

Por lo demás, se ha adaptado la suspensión para equilibrar la merma de peso respecto al 12 cilindros del eje delantero y se ha rediseñado el mapa electrónico de la caja de cambios automática ZF de ocho velocidades. El objetivo de mantener el nivel de sensaciones en el Flying Spur se ha conseguido de sobra, ya que la potencia fluye de manera inagotable, progresiva y silenciosa. Los cambios de marcha, que pueden realizarse manualmente mediante las levas tras el volante son tan discretos que cuesta darse cuenta de ellos si no miramos el indicador de la consola o el cuentarrevoluciones.

Cifras espectaculares

El consumo ha bajado sensiblemente respecto al 6.0 W12 (unos cuatro litros a los cien), y ya se sitúa en cifras razonables para un coche potente, homologando 10,9 litros de media. Pero lo que no ha cambiado en absoluto es una atmósfera interior única, con el refinamiento exclusivo que los británicos saben imprimir en sus grandes berlinas de lujo. El equipo, equiparable en la dotación de serie y en las opciones al del W12, es tan abrumador como fuera de lo normal en la mayoría de los automóviles. De hecho, exteriormente sólo podremos distinguir a este V8 de su hermano mayor en el fondo rojo sobre el que se asienta la B con alas de su anagrama frontal, una rejilla de distinto diseño y los escapes de sección de tubo ovalada.

Con sus 5,30 metros de largo, el Flying Spur V8 conserva unas prestaciones que pueden darle más de un susto a un puro deportivo. Acelera desde parado hasta los 100 kilómetros por hora en 5,2 segundos y sigue empujando como si no le costara el más mínimo esfuerzo hasta los 295 kilómetros por hora. Ante estas cifras, la mayoría no echarán de menos la pérdida de cuatro cilindros.

Pese a ser un coche de los más grandes, el Flying Spur se mueve con una agilidad que sorprende. Y más esta versión V8 que aligera el apoyo sobre las ruedas directrices. Las suspensiones regulables y autonivelantes impiden en gran medida que las inercias del coche lo desestabilicen y a pesar de sus 2.425 kilos de peso, podemos subir un puerto de montaña a un ritmo inesperado en un coche que esperaríamos sólo ver en solemnes recepciones.

Desde 207.000 euros

Con un precio básico de 207.000 euros, el Flying Spur conserva la exclusividad de coches prácticamente inalcanzables. Su versión 'pequeña' no es que lo ponga mucho más accesible que el W12 para quien maneje esos presupuestos. Pero le dota de una personalidad más realista que la de su anecdótico superior en la gama. Además, en algunos aspectos como el de la eficiencia, el V8 aventaja al W12, siendo más moderno y acorde con los tiempos.

Como ya hemos dicho, el cambio no afecta al resto del coche en cuanto a calidad. Su artesanal interior sigue siendo un emblema de lo bien hecho. Especialistas formados en la factoría de Crewe reciben la formación para realizar a mano la pintura, el tapizado en cuero o el ensamblado de los finos apliques de madera. Y todavía en la marca inglesa, estos conocimientos suelen pasar de padres a hijos.

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