
Vender más o menos coches depende, entre otras cosas, de la calidad del producto que se ofrezca. En el caso de Seat, la filial española del Grupo Volkswagen, este proceso es llevado a cabo por el departamento de Calidad de la firma y, en concreto, por un potente microscopio que analiza minuciosamente cada material que se utiliza. | Seat Martorell repite en 2016 como el centro líder de producción en España.
Dicho microscopio electrónico tiene una resolución superior a los 100.000 aumentos, llegando hasta el nanómetro, lo que significa que con él se pueden llegar a analizar partículas del tamaño del ADN.
Este se utiliza para cualquier tipo de material que componga el vehículo, como metales, tejidos, plásticos o pinturas. La finalidad de estos test es confirmar que los componentes no tienen impurezas imposibles de detectar a simple vista y así poder alargar la vida útil de las piezas. Además, se evita que un coche pierda el brillo con el paso de los años.
Además, este proceso es fundamental para tratar de mantener intacta la carrocería el máximo tiempo posible puesto que, en el caso de pinturas, los estudios con microscopía analizan las diferentes capas del coche (menores de 0,12 milímetros). De esta manera, se asegura que la carrocería no se desconche, por ejemplo, ante impactos de piedras.
De igual forma influye el color. Con los tests también se garantiza que todas las piezas del coche tengan el mismo tono y que una vez juntas haya "armonía" entre ellas, tal y como define Seat. La percepción del color es algo subjetivo, pero gracias a estos análisis, el cliente puede comprobar por sí mismo que parachoques, puertas y capó tienen el mismo color.
Además, la luz del mediterráneo no es la misma que la del norte de Europa. Tampoco es igual a las 12 del mediodía que a las 6 de la tarde. Por eso, se utilizan estas tecnologías para certificar que el tono se aprecie siempre tal y como ha sido diseñado.