
La evolución del desarrollo comercial de los coches eléctricos, también llamados de cero emisiones, han sido muy decepcionantes en comparación las grandes expectativas.
Excepto países como Holanda o Noruega que se implicaron en su difusión mediante insólitas ventajas fiscales, el resto de los mercados ha visto apenas crecer su parque de eléctricos pese a las optimistas previsiones generales. Una prueba es su bajo porcentaje alcanzado en Europa frente a los vehículos térmicos tradicionales, por debajo del 1 por ciento.
También cabe señalar, no obstante, que en 2015 el mercado de los eléctricos experimentó un importante incremento, muy variable sin embargo en función de los países, las legislaciones y las infraestructuras desarrolladas al respecto.
Sin embargo, las expectativas creadas de forma oficial hace un lustro distan mucho de la realidad. El propio presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, adelantó en 2009 que el parque de eléctricos sería de 1.000.000 de vehículos en 2015, alcanzándose en realidad las 410.000 a finales de ese año.
España no ha sido diferente
Pero no fue el único en equivocarse, en España el ministro Miguel Sebastián hizo del coche eléctrico su plan estrella, declarando en su día que circularían 250.000 vehículos de este tipo por nuestras ciudades y carreteras en 2014. A finales de 2015 se habían vendido en nuestro país un total de 1.641 coches, muy lejos de aquellas predicciones de 2010.
¿Pero cuál ha sido la causa del gran error de los gobiernos en cuanto al desarrollo del mercado eléctrico? En primer lugar, y como en muchas intenciones políticas, se deduce un gran desconocimiento de la realidad. En este caso del propio mercado automovilístico y de las verdaderas necesidades de los ciudadanos. En este último aspecto, la limitada autonomía de los eléctricos ha jugado un papel clave en la decisión de compra de los compradores.
Por otro lado, algunos achacan la progresiva e imparable caída del precio del petróleo de los últimos años, un factor que en algunos mercados como el norteamericano hace que se disparen las ventas de coches convencionales.
Asimismo se apunta, de forma peor intencionada, a una falta de voluntad real de la mayoría de fabricantes de impulsar de una vez por todas la electrificación en sus automóviles. Los ingentes costes en desarrollo en la tecnología eléctrica y la dependencia de terceros en el oneroso apartado de los acumuluadores, reducen drásticamente los márgenes de beneficio comercial.
Debe recordarse que el considerado mejor coche eléctrico de la actualidad, el Tesla Model S, pierde unos 1.800 euros en cada venta, lastrando inexorablemente los resultados financieros de la compañía. Es el caso de prácticamente todos los automóviles de nuevas tecnologías, incluso los híbridos, que se comercializan bajo pérdidas durante años.