
Los taxistas de Valencia van a tener una tarifa plana de 20 euros -23 en los barrios marítimos- para el servicio desde el aeropuerto a la capital, igual que en Madrid, donde son 30 porque Barajas está más lejos. Uno que viva por la plaza de España paga unos 15 euros con la tarifa actual, incluido el suplemento de 5,15 euros, que ya era un sucedáneo de tarifa plana injusta para quien vive más cerca del aeropuerto. ¿Qué sentido tiene hacer pagar a todos por igual vayan a donde vayan? Ninguno. Lo han pedido los taxistas y les beneficia a ellos y a los turistas.
El único argumento con el que el sector ha convencido a la Conselleria de Transportes es que así se evita la picaresca de dar una vuelta a los guiris. Una trampa que debe de estar muy extendida porque uno tropieza cada vez con más taxistas que preguntan si el hotel Valencia Palace es el que está junto a la rotonda o por dónde quiere ir de la plaza de España al Palacio de Congresos, que es todo recto. "¿No lo sabe usted?" "Es que soy nuevo". Cada vez más.
La consellera Bonig debería mandar a los inspectores coger taxis destino a un hotel o a la Feria y poner sanciones, pero en lugar de eso hace otra concesión al sector, preocupada por contentar a los gremios, asociaciones y sindicatos enfrentados en lugar de preocuparse por el cliente de casa. Para que no timen a los de fuera, institucionaliza el timo a todos.
El sector del taxi está en guerra civil desde hace años por los horarios, las licencias -hay un flotero que controla más de cien- o el reloj, y la Conselleria está más pendiente de sus cuitas que de que los taxis no sean una cafetera sucia y maloliente. Es vedad que muchos están limpios y son confortables; de algunos, hasta da pena tener que bajar por lo a gusto que va uno con la calefacción y la música clásica en lugar de la tertulia radiofónica. Por eso, en defensa de estos profesionales y de los usuarios habría que tomar una medida liberalizadora muy sencilla: que el cliente pueda elegir taxi cuando va a una parada, en lugar de tener que coger el primero de la fila. Hace falta un poco de competencia para que los buenos taxistas ganen más dinero que los malos.
Javier Alfonso, delegado de 'elEconomista' en Comunidad Valenciana