Mucha gomina, aún más ambición y la conquista de París en bicicleta: 30 años de la caída de Mario Conde y su Banesto
- Al exbanquero se le puso cara de Berlusconi con sus ganas de poder
- Junto a Abelló rompieron la endogamia del sector bancario en los 80
- El patrocinio del equipo ciclista comenzó con mal pie y acabó haciendo historia
Francisco S. Jiménez, Javier Calvo, Remo Vicario
Madrid,
28 de diciembre. No es el mejor día para una intervención bancaria. Parece más una mala broma pesada, después de un "sujétame el cubata" de un redactor trasnochado, a la hora de cierre, un día antes de los Santos Inocentes. Sin embargo, en la España noventera, Banesto, con su flamante presidente, Mario Conde, a la cabeza, ya estaban sentenciados.
Antes de aquel 28 de diciembre de 1993, el consejo de administración del banco ya sabía que iba a caer, el Gobierno de Felipe González ya sabía que iba a caer el banco, Ángel Rojo y sus chicos del Banco de España ya sabía que iban a intervenir el banco, el resto de los bancos del país, también lo sabían. Y era comidilla en todos los mentideros de Madrid. Hasta en el Palacio de la Bolsa de la capital, aquello era la crónica de una intervención telegrafiada.
No es que el país estuviera acostumbrado a intervenciones bancarias todas las semanas. Pero los españoles ya sabían lo que era el dolor de un cólico nefrítico, en forma de devaluación de la peseta. Y eso forja el carácter de cualquiera. Vamos, que el país tampoco se volvió loco en plan corralito. Hubo colas en las sucursales, sí, pero nada fuera de lo habitual. En los noventa, los bancos tenían ventanillas donde los jubilados y algunos asalariados retiraban parte de la nómina para afrontar los gastos del próximo mes. Además, se juntó con que era época navideña, lo que supone algo más de trasiego en las oficinas bancarias. En una semana, los clientes de Banesto retiraron 50.000 millones de pesetas, unos 33 millones de euros, lo normal, según comentaron en un reportaje de 'Informe Semanal'.
El aplomo del ahorrador tiene mérito. Ahora sabemos que se puede nacionalizar e intervenir Bankia, y la vida continúa. Los rescates bancarios se han mejorado tanto que en pocas horas de madrugada pueden quedar resueltos y liquidados, por obra y gracia de la JUR, esos organismos grises de la Unión Europea, que entre otros beneficios sirven para cargar culpas y polémicas a distancia. En aquella época, España había empezado a modernizarse y desde la expropiación de Rumasa, no había experimentado un escándalo financiero de tal envergadura. Pero el caso Banesto trascendía del ámbito financiero. Esta vez había caído un icono, un tipo que estuvo muy cerca de convertirse en mito. Un banquero moderno, como los de Estados Unidos, que encarnaba la aspiración del país.
A partir de ese 28 de diciembre, Conde terminó sepultado, y sentenciado, por todo tipo de delitos económicos por su gestión al frente de Banesto. Llegó a ser condenado varias veces, también fue acusado de desviar 600 millones de pesetas en pagos sospechosos, en el caso Argentia Trust.
¿Quién era Mario Conde?
¿Quién era Mario Conde? La gente de la EGB lo tienen claro, pero para los formados a partir de la LOGSE, Mario Conde fue como una especie de C Tangana de los banqueros de los noventa: chulo, con mucha gomina, algo de arrogancia y, aquí viene la parte complicada para aceptar a este tipo de personajes, con razones de peso para ser chulo y arrogante.
Conde parece un personaje sacado de la novela de 'El Gran Gatsby'. Peinado hacia atrás, camisas de cuello duro, corbata de pala ancha, traje a medida, media sonrisa encajada en el mentón y mirada segura y desafiante. Todo el mundo quería ser como Mario Conde. No había chaval que no deseara estudiar derecho, si era en la Universidad de Deusto. Cuenta la leyenda que montó su primer pequeño gran negocio vendiendo sus apuntes. Posteriormente, se preparó para una de las oposiciones más duras que hay, para formar parte del cuerpo de élite de los abogados del Estado. Con 24 años, sacó la mejor nota de la historia.
El gallego estaba tocado por la gracia de los dioses. A los 40 años había roto el techo blindado de la banca española. Nadie sin formar parte de un rancio abolengo había dirigido un banco de la importancia de Banesto. La entidad era la quinta por tamaño en ese momento. Antes de convertirse en deslumbrante banquero, y recibir el doctorado honoris causa de la Universidad Complutense de Madrid, bajo la mirada del rey Juan Carlos I, ya había demostrado su olfato empresarial junto a Juan Abelló.
La amistad con Abelló
La escalada al éxito de Conde no se puede entender sin la amistad con Abelló, el heredero de Laboratorios Abelló. Ambos cruzaron sus destinos, cuando el empresario estaba buscando a alguien que pusiera su casa empresarial en orden. Según cuenta el periodista Jesús Cacho, en su libro 'Asalto al poder', fue un amor a primera vista. Los dos formaron un tándem endiablado y escribieron grandes operaciones empresariales en los ochenta. Fueron los Oliver Atom y Tom Baker de la industria farmacéutica. En 1983, Conde invitó a su amigo a vender su laboratorio familiar, el propietario del Frenadol.
La pareja se hace con la empresa Antibióticos, una especie de consorcio de farmas españolas y una de esas compañías que aspiraban a convertirse en un campeón nacional de la nueva España. Abelló como presidente y Conde como consejero delegado llevan a la empresa a un nivel desconocido con su gestión, hasta ponerla en el punto de mira Montedison, el segundo grupo empresarial de Italia, solo por detrás de Fiat.
Mario Conde y Juan Abelló firman la operación más cara de la historia empresarial de España, al vender Antibióticos por 450 millones de dólares (58 000 millones de pesetas) en 1987. Para muchos las jugadas de la delantera del Niupi formaban parte de un plan a largo plazo para asaltar un banco español, mientras que para otros eran fruto de los pelotazos de la época. Fue un exministro socialista de aquella época quien dijo: "España es el país del mundo donde más rápido puede uno hacerse rico". Pero es verdad que los políticos de los ochenta pasaban a la historia por sus leyes un poco polémicas, como la ley Corcuera, en el caso de José Luis Corcuera; por su gestión y recibir un esperpento de bofetada, en el caso de Miguel Boyer; o por alguna frase lapidaria que podría ir directa a algunos de los sagrados testamentos.
El abordaje de Banesto
Lo cierto es que tras la operación se produjo el abordaje de Banesto. El banco, fundado en 1902, era una de las entidades con más solera. Pero sus mejores días ya habían pasado, y arrastraban una delicada situación, con varias compras desastrosas en décadas pasadas. El Banco Español de Crédito arrastraba los pies por las compras de Banca Coca y Madrid-Cadesbank, a lo que se sumaba una complicada gestión de su filial Garriga Nogués. Mario Conde y Juan Abelló habían llegado para aprovecharse de la situación y enderezar el barco. Su firmeza ante la OPA hostil de BBV sirvió para que ambos se hicieran fuertes entre las familias históricas de la entidad.
El banco había sido gestionado por la familia Garnica y contaba con una importante cartera industrial. A finales de la década de los 80, el banco tenía participaciones relevantes en Acerinox, Agromán, Asturiana de Zinc, Petromed, La Unión y El Fénix, o Valenciana de Cementos. Para Mario Conde era un as en la manga para recapitalizar la entidad, sacando a bolsa su brazo industrial.
¿Pero, por qué cayó Banesto? La realidad es mucho más complicada que un simple 'Mario Conde se lo llevó crudo'. El sector financiero vivía una especie de juegos del hambre, y la mayoría buscaban pareja de baile para unirse y reforzar sus balances. Banesto no era una excepción. Conde intentó la fusión con Banco Central. Una operación destinada a crear el banco más grande de la historia, pero que terminó como el rosario de la aurora, llenando hasta páginas de prensa rosa entre Javier De la Rosa, las Koplowitz y los Albertos. Todos con intereses cruzados y en medio Mario Conde, que para aquellos entonces se le estaba poniendo cara de Silvio Berlusconi, con fusiones, fisiones, participaciones en medios de comunicación y aspiraciones políticas.
Antes de eso en 1988, Abelló ya había abandonado el barco de Banesto y de Mario Conde. Para los noventa, la situación económica nacional e internacional era mala. Los bancos lo notaban y a Mario Conde se le cerró la puerta de sacar a bolsa la cartera industrial. El sector se tiró a tumba abierta para captar ahorro, en una carrera en la que Banesto no rehuyó, para no perder clientes, ni recursos. Pero la lucha no salía gratis para los balances bancarios.
Mario Conde en 1993 ya estaba en su propia contrarreloj, enfrentado con el Banco de España. Había puesto en marcha una ampliación de capital con razonable éxito y preparaba otra respaldada por JP Morgan. La presión y la mala gestión del banco que se había acumulado durante años, antes de la entrada de Conde, provocó un desfase patrimonial superior al medio billón de pesetas (unos 3.000 millones de euros).
A partir de la intervención del Banco de España, la historia de Mario Conde es la de un ángel caído. En el caso Banesto todo son grandes cifras. En 1994 ingresó por primera vez en prisión, de donde salió 34 días más tarde tras pagar una fianza de 12 millones de euros. En 1998, se le acumularon los problemas por el caso Argentia Trust, en el que desaparecieron 600 millones de pesetas, bajo sus órdenes. Mario Conde fue condenado a diez años de prisión por su gestión al frente del banco.
Los noventa pintaban muy bien para España. Que si la Expo de Sevilla, que si las Olimpiadas de Barcelona, que si el AVE. España daba los primeros pasos hacia la modernidad. Era un momento vibrante para el país y con mucho dinero en movimiento. Y de nuevo, ahí, en mitad de todo, estaba Mario Conde y su Banesto. Fue el banco oficial de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Y en la Expo de Sevilla también era una de las entidades financieras que patrocinaban el evento, en este caso junto a BBV y Central-Hispano. Pero, a diferencia de sus competidores, Banesto contaba con su propio pabellón, además de una de las sensaciones de la muestra universal: una torre de 75 metros de altura, con una cabina que subía y bajaba, y encima rotaba sobre sí misma. Era la instalación más molona de La Cartuja y llevaba el nombre del banco de Conde en letras bien grandes.
El patrocinio del equipo ciclista
Pero la culpa de que Banesto esté grabado a fuego en el imaginario colectivo la tuvo un patrocinio deportivo. Antes de que Emilio Botín estampara la llama de Santander en los bólidos de fórmula uno o el BBVA patrocinara ligas de fútbol, el banco de Mario Conde puso su nombre a un equipo ciclista. Ese deporte sobre dos ruedas que van por carreteras estrechas, dejando en las cunetas a vacas pastando, y que como mucho sirve para empezar una buena siesta.
Banesto despilfarró mucho dinero, y pagó muchos favores con ellos, pero los 1.200 millones de pesetas que suponía el patrocino ciclista fue una de las mejores inversiones de Mario Conde, aunque el importe era una miseria dentro del grupo. No deja de tener su gracia. El banquero más elegante de la España de los noventa se pone a meter pasta en uno de los deportes de más sudar y menos glamour.
Gomina y sudor no se llevan bien y, al final, si se mezclan la cosa no termina bien. Y en 1989, cuando comenzó el patrocinio con el Tour de ese año, lo hizo escociendo los ojos. Pedro Delgado, el brillante campeón del 88, llegó tarde a la salida del prólogo. Como lo oyen, el campechano comentarista de Televisión Española que ameniza hoy los tostones etapa del Tour, llegó tarde a una de las citas más importantes de su vida. Tomó la salida dos minutos y cuarenta segundos tarde, cuando intentaba revalidar el título. Y algunas crónicas de la época culpan al reloj del flamante patrocinador. Por lo visto, Banesto regaló a los ciclistas una de obra de arte de orfebrería, donde las manecillas de la esfera eran una B, blanca, roja y azul. Y claro, no había manera de saber la hora exacta de salida en una crono.
Si Perico hubiera tenido un reloj, con su flick y flack, lo mismo estaríamos hablando de un segundo tour para el segoviano. Pero para ser honrados, Delgado era capaz de convertir una etapa de ciclismo en la final del mundial de Sudáfrica de 2010 y luego liarla a lo grande. De provocar un infarto a Mario Conde y diez días después firmar una de las etapas de ciclismo más épicas de la década de los ochenta en los Pirineos. Y para ser todavía más honrados, el auto intelectual del patrocinio no fue el exbanquero gallego, sino el vicepresidente del banco, Arturo Romaní, gran amante de la bicicleta y de un deporte que en aquel momento estaba en pleno auge.
A pesar del comienzo desafortunado, el patrocinio al equipo ciclista duró más de veinte años, a pesar de la profunda crisis que atravesó el banco y caer en nuevas manos. A lo mejor algo que tuvo ver un tal Miguel Indurain que, durante cinco años seguidos, ganó el Tour de Francia con mano de hierro, y llevó a Banesto a lo más alto de los Campos Elíseos.
El banco desde entonces mantuvo una larga tradición de grandes patrocinios deportivos. Hasta con su nuevo dueño, Banco Santander. Fue de las primeras empresas en apostar por un joven Rafa Nadal o volcarse con la selección de fútbol. Traduciéndolo a cifras, el año de la intervención, el año que cayó el tercer Tour de Indurain, Banesto levantó 12.000 millones de pesetas en recursos propios, gracias a las aperturas de 24.000 cuentas corrientes, en plena guerra de las cartillas remuneradas.
La llegada de Sáenz y la subasta
Tras la intervención, el Banco de España llama al Señor Lobo de la banca española de entonces, Alfredo Sáenz, mano derecha de Emilio Botín durante más de diez años en Santander en el cambio de siglo, para arreglar todo el desaguisado del Banesto de Conde. Sáenz, hasta entonces consejero delegado de BBV, ya había llevado a cabo un trabajo limpio con Banca Catalana, de la familia Pujol, para después integrarlo en el banco vasco.
El Banco de España también formó un consejo de administración nuevo con representantes del resto de los bancos españoles para garantizar que el saneamiento de la entidad. Cinco meses después, Banco Santander ganó al BBV y a Argentaria la subasta de Banesto al ofrecer 762 pesetas por acción (313.476 millones de pesetas, cerca de 1.900 millones de euros).
Durante casi dos décadas, el banco que presidió Mario Conde mantuvo su marca y su actividad comercial de manera independiente. Ana Patricia Botín se forjó como banquera durante ocho años como presidenta del banco, a comienzo de este siglo, hasta que terminó definitivamente engullido por su propietario. Más de cien años de historia ahora forman parte de las entrañas de Santander.