Podcasts
El curioso caso de Chuck Feeney, el multimillonario solidario héroe de Warren Buffett y Bill Gates
- Era el fundador de Duty Free, la empresa que le había hecho rico
- En 1982 creó en secreto una fundación para repartir si fortuna en vida
- Donó toda su riqueza, más de 8.000 millones de dólares, antes de morir
Lorena Torío, Javier Calvo, Remo Vicario
Madrid,
Este mes ha fallecido, a los 92 años, Chuck Feeney. El empresario, fundador de Duty Free, era conocido por encima de todo por su labor filantrópica. Donó toda su fortuna, valorada en 8.000 millones, y llegó al final de sus días sin acumular grandes lujos y con un estilo de vida humilde. Su sueño era morir sin dinero, y lo logró.
Nació en Nueva Jersey, en 1931, en plena Gran Recesión. Sus padres eran dos modestos trabajadores, de origen irlandés, que le enviaron a estudiar al Instituto St. Mary, donde pudo haber adquirido su espíritu caritativo.
Recién graduado, fue enviado a la Guerra de Corea, en la que se desempeñó como operador de radio de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Tras el conflicto bélico puede volver a casa, y se gradúa en gestión hotelera en la prestigiosa Universidad de Cornell, gracias a un programa para veteranos del ejército.
En la época en la que termina su formación, hay un modelo de negocio que ha nacido recientemente y está dando sus primeros pasos: las compras libres de impuestos para viajeros que están abandonando un país. Es un concepto que acababa de nacer en Irlanda, en el aeropuerto de Shannon, para atender a turistas que vuelan de Europa a Estados Unidos. Su éxito fue inmediato, y muchos tratan de copiar su idea.
Uno de ellos es el propio Feeney, junto con su compañero de universidad Robert Warren Miller, que, aprovechando su experiencia en el ejército, empiezan a vender licor libre de impuestos a militares estadounidenses en Asia, a finales de la década de los 50. Los resultados son excelentes, así que fundan Duty Free Shoppers Group, que empieza a operar en el aeropuerto internacional de Hong Kong. Poco después logran su primera concesión en Honolulu, en Hawái, que se convierte en la primera tienda libre de impuestos de Estados Unidos.
La expansión es vertiginosa. Abren nuevas tiendas en aeropuertos internacionales de todo el mundo, tanto en Asia, como Estados Unidos y Europa. Van más allá, e incluso inauguran más de una docena de establecimientos en el centro de algunas ciudades con mucho movimiento de viajeros, como podía ser San Francisco.
Los productos más exitosos eran, sin duda, el alcohol, el tabaco y los bolsos de lujo, aunque también eran célebres los relojes, las joyas y otros productos de alimentación. Las ventas eran masivas, gracias a que, libres de impuestos, sus precios eran muy competitivos. Feeney y Miller, accionistas mayoritarios de la compañía, eran inmensamente ricos.
El secreto
Y su fortuna se dispara aún más en 1996, cuando el conglomerado del lujo LVMH hace una oferta por la empresa, de 3.000 millones de dólares. Sin embargo, el socio de Feeney se opone a la venta, y amenaza con demandarle por no seguir los cauces correctos para tomar una decisión así.
Y con este ultimátum, acaba descubriendo el secreto mayor guardado por Feeney: antes de que la operación acabe en los juzgados, confiesa que hace más de una década que no es el dueño de su porcentaje de la compañía, que ascendía a un 38%. En 1984 le había transferido, en secreto, toda su participación a Atlantic Philantropies, cuando su valor rondaba los 500 millones de dólares.
Había lanzado en secreto esta organización benéfica en 1982, con el objetivo de distribuir su riqueza a buenas causas y proyectos que pudieran colaborar a crear un mundo mejor. Nadie sabía nada, ni siquiera sus socios y amigos más cercanos.
Desde entonces, había estado donando dinero en secreto a numerosas instituciones, exigiendo a los destinatarios que no revelaran nunca la fuente del dinero recibido. El mundo estaba atónito. Feeney, que estaba en la lista Forbes de los más ricos del mundo, en realidad no tenía nada. O al menos no tanto como para que se le considerase multimillonario. Y por supuesto, su patrimonio estaba lejos de los 1.300 millones que le atribuía la prestigiosa revista.
Ciencia, medicina y paz
Inspirado por el gran filántropo del siglo XIX, Andrew Carnegie, ayudó a financiar, sobre todo, proyectos educativos y sanitarios. Contribuyó con escuelas, hospitales, universidades, investigaciones médicas... Sobre todo, en los dos países con los que se sentía vinculado, Estados Unidos e Irlanda, pero también en otros más necesitados como Sudáfrica, Cuba o Vietnam.
Una de las pocas donaciones que hacía y que el destinatario conocía su origen era el Sinn Fein, el ala política del grupo terrorista IRA, pero siempre poniendo la condición de que su dinero no se utilizara con fines violentos, y como forma de presión para poner fin al conflicto armado. En 1990, llegó a reunirse con representantes de las fuerzas paramilitares, para pedirles que abandonaran las armas, prometiéndoles apoyo financiero si abrazaban la vía política.
Una vez descubierto lo que había estado haciendo, la pregunta que no dejaban de hacerle era evidente: ¿por qué no había dicho nada? Su objetivo era no alterar el ritmo de donaciones, que nadie diese dinero a una institución porque él lo había hecho, ni que dejara de hacerlo porque ya había recibido una importante ayuda.
Su fundación no solo contaba con el dinero procedente de Duty Free, sino que además realizó inteligentes inversiones para aumentar sus fondos. Empezó con activos inmobiliarios en los 80, pero triunfó sobre todo con inversiones tempranas en empresas emergentes que fueron un gran éxito, como Facebook, Priceline, Alibaba o Legent.
En total llegó a sumar más de 8.000 millones, que en el año 2020 había donado en su totalidad, salvo 2 millones para vivir. Nunca antes nadie había donado la totalidad de una fortuna tan grande durante su vida.
Era completamente ajeno al lujo. Vivía de alquiler desde 1985, llevaba un reloj de 15 dólares, en los vuelos viajaba en turista, llevaba sus libros en una bolsa de plástico y evitaba los restaurantes más caros. Sin coche, utiliza el transporte público o taxi. Y ponía a sus 5 hijos a trabajar cada verano.
En los últimos años recibió numerosos reconocimientos por su labor filantrópica. Era reconocido incluso por Warren Buffett y Bill Gates, dos de los benefactores más importantes de todos los tiempos, pero que siempre acompañaban sus donaciones de grandes fanfarrias. En uno de los eventos para agasajar a Feeney, organizado por Forbes, asistía el propio Buffett, que realizó una importante confesión: "Chuck ha dado ejemplo. Es mi héroe, y es el héroe de Bill Gates. Y debería ser el héroe de todo el mundo".
Llegó al final de sus días cumpliendo el objetivo que se había marcado: utilizar su riqueza para ayudar a la gente.