Opinión
Riesgo de contagio a la banca
Amador G. Ayora
A cabamos una semana aciaga, en la que el miedo a un futuro incierto, tanto por parte de inversores como de pequeños empresarios, comienza a instalarse en el mercado. Si este sentimiento no se torna pronto en positivo, las consecuencias para la economía serán nefastas. No me refiero solo a España, sino a nivel global. A las tres grandes incertidumbres que asolan las bolsas desde comienzos de año (caída del petróleo, crisis china y desaceleración americana), se suma la financiera.
El run-run de que Deutsche Bank no podría afrontar los vencimientos de su deuda tumbó el sector bancario y arrastró al resto. El ministro de Economía germano, Wolfgang Schaüble, tuvo que salir en su defensa. Llovía sobre mojado. La banca italiana sufrió la semana anterior un fuerte varapalo, al que se unió a esta caída la francesa, bajo sospecha tras el deterioro del raiting de deuda de las petroleras.
El jueves, los parqués de medio planeta se tiñeron de rojo cuando Société General anunció fuertes provisiones que le imposibilitarán cumplir sus resultados. La banca es víctima de la bajada de tipos de interés hasta niveles próximos a cero, que estrecha hasta el límite de lo imposible sus márgenes. El euribor negativo reducirá aún más el beneficio de sus hipotecas. Los cobros por la retirada de dinero en los cajeros es un adelanto de la avalancha de comisiones que nos espera.
El sector bancario tiene que reinventarse. Envuelto en un potente cambio tecnológico para ganarse a los nuevos consumidores, debe acompasar sus pasos con un modelo en el que prestar o depositar el dinero de sus clientes ya no será el centro de su negocio.
El mercado teme que la reducción de beneficios fruto de estas transformaciones le deje sin armas para enfrentarse al incremento de provisiones por la normas MiFID o a la posible entrada en mora de empresas mineras o petroleras. Si el sector financiero cae en la crisis, como ocurrió en 2000 o en 2008, el resto del mundo irá detrás. ¡No se alarmen! Aparte de los dos grandes bancos europeos mencionados, no existe evidencia de que este pronóstico vaya a cumplirse.
En España, se limpiaron los balances de inmuebles y créditos dudosos, se recapitalizaron y se mejoró su solvencia. Los bancos cerraron la mitad de sus oficinas y prejubilaron a casi 80.000 empleados. Pero la caída del volumen de negocio a sólo un tercio desde 2008 (alrededor de 600.000 millones), así como de la rentabilidad, augura otra oleada de fusiones, sobre todo entre los pequeños bancos propiedad del Frob y entre las antiguas cajas de ahorro supervivientes.
Las incertidumbres bancarias plantean un grave riesgo sobre la política monetaria. Hasta ahora, tanto el BCE como la Reserva Federal respondían al frenazo de la economía con un abaratamiento del precio del dinero para estimular el crédito. A partir de ahora, las decisiones en este sentido pueden representar una bofetada para el sector bancario, que verá aún más reducidos sus márgenes.
Las palabras de la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, sobre la posibilidad de que Estados Unidos no suba los tipos más este año, sólo sirvieron de alivio durante unas horas. Cuando el jueves, Yellen añadió que no descartaba colocar la facilidad de depósito en negativo, es decir lo que cobra a las entidades por guardar su dinero, la sangre volvió a inundar los mercados.
Hemos entrado en una especie de círculo vicioso en el que unas noticias negativas suceden a otras y ello alimenta el sentimiento negativo y el desplome de las bolsas. El jueves, muchos gestores se lanzaron a vender desesperadamente ante la posibilidad de un crash. Es necesario mantener la cabeza fría en estos momentos.
Si no ha vendido hasta ahora, no merece la pena hacerlo. Las empresas, como las cosas, tienen un valor y tarde o temprano se reflejará en sus cotizaciones. Afortunadamente, empiezan a salir bancos de inversión con recomendación de comprar de títulos que están a precios de saldo, lo que debería tranquilizar los mercados en los próximos días o semanas.
En cuanto al panorama patrio, la alianza de la izquierda capitaneada por Pedro Sánchez es, en estos momentos, la única con posibilidades de salir adelante. Sánchez se reunió esta semana con la patronal CEOE para dar explicaciones sobre su programa. Los empresarios intentaron hacerle ver los beneficios de la reforma laboral adoptada por el Gobierno en funciones.
El líder socialista se retractó ante Joan Rosell sobre su intención de derogarla. ?Lo que quiero es abrir el melón -dijo- para ver qué cosas funcionan y cuáles no?. El crecimiento de la temporalidad es uno de los aspectos a estudiar en profundidad, como reconocen los empresarios. Las explicaciones no les convencieron, porque no se fían de él. ¿Si no pretende derogar la reformas, por qué lo pone en su programa ?, ¿para ganarse a Pablo Iglesias? No parece serio, ni creíble.