Opinión
El Putin expiatorio
José María Triper
Dicen que el mejor amigo del hombre no es el perro, sino el chivo expiatorio, denominación que se a la persona o grupo de personas a quienes se quiere hacer culpables de algo, sirviendo así de excusa a los fines del inculpador. Y andaba Pedro Sánchez buscando el chivo al que responsabilizar de la subida de los precios energéticos, la inflación debocada y de una gestión económica que ha colocado a España en el furgón de cola de la recuperación en el mundo desarrollado, cuando le vino a ver, no Dios, sino Putin. Que Sánchez, vistos sus antecedentes y socios de la Frankenstein, siempre ha estado más cómodo con los demonios.
"La inflación, los precios de la energía son única responsabilidad de Putin, y esa es la verdad", clamaba el presidente del Gobierno el pasado miércoles en el Congreso. Claro que la palabra verdad en la boca Sánchez, que ha convertido la mentira en el leitmotiv de su forma de gobernar y hacer política, es una aberración de la honestidad y del lenguaje. Porque los precios de la electricidad en España se mantienen en niveles históricos desde el verano pasado cuando empezó a dispararse la cotización internacional del gas natural por la demanda de los países asiáticos. Y la inflación cerró 2021 en el 6,5%, la mayor tasa en 29 años, mientras que a la espera del dato definitivo de febrero los precios españoles crecen al 7,5% la mayor inflación de las grandes economías europeas, superando el 6,2% de Italia, el 5,5% de Alemania y el 4,1% de Francia. Y eso no es atribuible al tirano ruso.
Como tampoco tiene que ver Putin con que España sea el país que más aumentó su deuda pública en términos de PIB durante el último ejercicio, hasta el 118,7%, y las estadísticas oficiales muestren que cada día que pasa con Sánchez en el gobierno nuestra deuda aumenta en 200 millones de euros, o con que estemos a la cabeza del déficit público y del desempleo de la UE.
Pero lo más sangrante de esta hipocresía es que la subida desbocada de los precios está generando un importante aumento de la recaudación tributaria del Gobierno. Cuanto más suben los costes más aumenta el impuesto. La ministra de Hacienda ha anticipado unas cifras de recaudación récord al cierre de 2021 que, lejos de aprovecharse para rebajar la presión fiscal, abaratar los precios y corregir déficit y deuda se destinan a mantener un gasto público elefantiásico, con ministerios tan innecesarios como ineficaces, asesores y amiguetes enchufados que ha alcanzado los niveles más elevados de nuestra historia o a derrochar el dinero en pantomimas como esos 58.000 euros que el titular de Interior, Marlaska, se ha gastado en un día para iluminar de morado feminista las sedes policiales o los 30.000 euros que gasta el Ejecutivo en maquillaje para Sánchez.
Seguir manteniendo un gasto público disparatado es una irresponsabilidad que sólo es atribuible y competencia del Gobierno. El Instituto de Estudios Económicos ha estimado que España podría reducir su gasto público en un 14%, unos 60.000 millones de euros, sin rebajar la calidad de los servicios que presta y sitúa a España en el puesto 29 de la OCDE en su índice de eficiencia (74,4 puntos en 2021), muy por debajo de la media europea (98,6 puntos).
Y ahora que parece se han dado cuenta de la imperiosa necesidad de bajar los abusivos precios de la luz y de los carburantes debería empezar también por desprenderse de prejuicios ideológicos adolescentes para alargar en el tiempo el período de cambio hacia las energías limpias, e impulsar la utilización de energías de transición prorrogando la vida útil de las centrales nucleares y fomentado su utilización, como hacen EE UU, Reino Unido, Francia o Alemania, entre otros. Eso, y rebajar los impuestos que en el caso de las gasolinas supera el 50% del precio total, y en el gas y la electricidad se encuentra al borde de esa cifra. Es lo que recomienda la Comisión Europea, lo que hacen nuestros socios y competidores, lo que demandan los analistas, los empresarios y los consumidores y lo que dicta la inteligencia económica para estados de emergencia. Si se quiere se puede. El problema es cuando falla la primera premisa del razonamiento.