¡Que viene el monstruo de la inflación!
Juan Carlos Higueras
Decía Lenin que la mejor manera de aplastar a los burgueses era moliéndolos entre las piedras de los impuestos y la inflación, algo que casualmente estamos padeciendo en estos tiempos convulsos e inciertos donde hay una fuerte escalada de precios junto a unos PGE2022 que pretenden aumentar los impuestos y crear nuevas figuras tributarias, para financiar un gasto público desmesurado y con bajo retorno, lo que se traducirá en mayor déficit y deuda pública de la prevista, a la vista de que nadie se cree los postulados sobre los que se apoyan, entre otros, el crecimiento esperado del PIB bajo un supuesto irrealista de crecimiento de los precios.
Acabamos de conocer el dato adelantado de la inflación del mes de noviembre del 5,6% y, aunque el Gobierno y Bruselas intentan quitarle importancia, negando interesadamente la evidencia, para muchos es la crónica de una muerte anunciada que nos va a perseguir, al menos, durante los próximos meses y no deberíamos descartar mayores incrementos a la vista de que tenemos por delante la Navidad con unos niveles de precios que no han terminado de consolidarse junto a problemas de abastecimiento global que están paralizando la producción de muchas industrias y vaciando los almacenes de los comercios.
Tal y como decía Margaret Thatcher, la inflación es la madre del paro y la ladrona invisible de los que han ahorrado, porque es un fenómeno que sólo beneficia a quienes están más endeudados y apenas pierden poder adquisitivo, como es el caso de los estados europeos como el nuestro que ha alcanzado una nueva cota de 1,43 billones de euros y que puede aumentar sus ingresos por ley. Y de aquellos polvos, estos lodos, pues el BCE es uno de los principales responsables de la inflación que nos rodea, con sus políticas de estímulo monetario ilimitadas para financiar, sea como sea, la deuda de los países. Una barra libre que se ha mostrado ineficaz para el repunte de nuestra economía y para reducir significativamente nuestro desempleo y que se sigue manteniendo abierta generando expectativas contrarias a las debidas para detener la inflación, a pesar de nuestros elevadísimos niveles de paro y endeudamiento.
Ahora bien, la inflación que sufrimos es multicausal ya que no sólo es el resultado de la excesiva impresión de dinero o del aumento desmedido del gasto, sino que también está relacionada con el incremento de los costes de producción de las empresas, algunos como el coste de la energía, pero otros como los costes laborales por el aumento de las cotizaciones sociales, el SMI y los salarios. Además, a la caída de los márgenes empresariales, la eliminación de beneficios fiscales o el posible endurecimiento de la reforma laboral, se le suma el incremento del precio de las materias primas y componentes clave que se ven afectadas por los cuellos de botella y la crisis de desabastecimiento global que está generando escasez de productos en los mercados tensionando la demanda con su consiguiente aumento en los precios.
Otra de las causas más peligrosas de la espiral inflacionista en la que puede entrar nuestra economía, como todo parece apuntar, son las expectativas de los agentes económicos que se anclan sobre nuevas subidas de precios y costes en el futuro, lo que hace que las empresas se anticipen subiendo el precio de sus productos y servicios, contribuyendo de nuevo a alimentar al monstruo de la inflación generando una bola de nieve en precios que cada vez puede llegar a ser más difícil detener, pues afecta igualmente al precio de los activos refugio frente a la inflación como puede ser la vivienda, cuyo precio está experimentando una importante alza junto al de los alquileres que se actualizan normalmente con el IPC.
Tenemos, por tanto, la tormenta perfecta instalada en nuestro país, una DANA económica que nos afecta por varios frentes y donde convergen un elevadísimo paro, una lenta recuperación económica, elevados niveles de deuda pública, inestabilidad política y social, salarios bajos y precarios, pensiones insuficientes y muchas empresas "zombies" al borde de un ataque de nervios por la incertidumbre sobre su viabilidad futura a la vista de las circunstancias. Todo un temporal de masas de aire frío que amenaza con congelar nuestra economía y la rentabilidad de las inversiones, mientras que los precios se calientan acercándonos peligrosamente a un posible, aunque menos probable, escenario de estanflación, el más temido por todos los economistas.
Keynes afirmaba que la inflación era injusta y que un proceso inflacionario continuo es un medio por el que el gobierno puede confiscar en secreto, una parte importante de la riqueza de las familias, entre otras cosas porque las bases imponibles de los hechos tributarios no se actualizan conforme a la inflación y menos en un sistema tributario progresivo. Y aunque los gobiernos no se sientan cómodos con la inflación, lo cierto es que sarna con gusto no pica, mortifica, ya que aumentará la recaudación del Estado, en términos nominales, vaciando aún más los bolsillos de los ciudadanos que cada vez tienen menos dinero para pagar la cesta de la compra y que se va acercando a los niveles de mayor pobreza. No en vano, se conoce a la inflación como el impuesto silencioso a los más pobres, incluyendo a las clases medias, ya que se ceba más con los productos de primera necesidad, como la alimentación, vestimenta, energía y carburantes, entre otros, mientras que los ciudadanos pierden poder adquisitivo al sufrir una caída de sus salarios en términos reales mientras el paro campa a sus anchas.
Por tanto, una inflación elevada y mal curada, es un parásito que se instala en nuestra cartera, se come nuestro dinero y nos hace cada vez más pobres, pues si lo gastas, cada vez llenas menos la cesta de la compra y si apuestas por la austeridad y ahorrar a futuro, no lo podrás proteger de una confiscación invisible y silenciosa, como afirmaba Alan Greenspan, ante la ausencia del patrón oro y la maquinita de hacer dinero de los bancos centrales. Otros opinan que el patrón oro fue abolido por un aquelarre de países para allanar el camino a la inflación.
Así pues, la inflación, erosiona el poder adquisitivo de los ciudadanos y lo hace de forma irreversible, pues una vez que los productos y servicios consolidan nuevos niveles de precios, es muy difícil que haya una vuelta atrás, algo que tampoco interesa pues llevaría a un largo periodo de deflación con sus temidas consecuencias. Y cuando el monstruo de la inflación se instala en una economía, su voracidad es tal que no deja de afectar a los precios, entrando en una espiral de subida que, como decía Hemingway, sirve de refugio de oportunistas políticos y económicos ya que, aunque aparente traer una prosperidad temporal, realmente trae una ruina permanente.