Opinión

El temor a la inflación genera inflación

    Las expectativas de la inflación en el futura impulsan aún más los precios en la actualidad

    Juan Carlos Arce

    El pavoroso crecimiento de la inflación en la zona euro y en España tiene dos causas. En primer lugar, la presión sobre los costes de producción dado que durante la pandemia se produjo una contracción de la demanda de muchos bienes de consumo. Las restricciones, el confinamiento, la incertidumbre generaron una caída del consumo y de la producción no solo de productos finales sino también de los componentes necesarios para producir muchos bienes.

    Pero la vacunación, la baja incidencia del virus, la recuperación de una cierta normalidad pre-pandémica, el retorno al trabajo de quienes perdieron su empleo y la mejora de la confianza están haciendo que la demanda crezca porque existe ahora una demanda acumulada, la llamada demanda que entonces no pudo ser o demanda reprimida que durante año y medio se había estado conteniendo. Y esa recuperación –no de la economía en su conjunto, que presenta problemas pospandémicos muy graves, sino específicamente de la demanda contenida- no se está haciendo despacio a lo largo de un tiempo más o menos amplio, sino deprisa y en un periodo corto, concretamente, ahora mismo.

    El cambio de hábitos de consumo a través de las compras online, que durante la pandemia han sido el resorte de consumo de mayor uso, ha introducido a muchos compradores en un mecanismo consumidor fácil y cómodo que también acelera no solo la demanda sino especialmente el ritmo –los tiempos- de la demanda de productos. De hecho, los sistemas logísticos de distribución, las cadenas de suministro internacional, sufren una cierta fatiga a causa del aumento repentino de la demanda y sencillamente no pueden seguir el ritmo de crecimiento de compra de bienes.

    De esto podría deducirse que la actual inflación es temporal y que superados los cuellos de botella en la producción y en la distribución, la inflación se moderará. Sin embargo, esto no depende solo de lo que se acaba de señalar. Porque existe un segundo factor inflacionario. Se trata de las expectativas.

    En realidad, la inflación actual depende de las expectativas sobre la inflación futura. En efecto, si se espera que la inflación aumente en el futuro, se genera inflación ahora mismo. El ejemplo más fácil es la negociación colectiva. Los sindicatos exigirán ya, hoy mismo (porque el convenio se firma para una vigencia multianual) incrementos salariales que compensen el alza de precios que se espera en el futuro y, consecuentemente, las empresas sufrirán en sus costes un empuje alcista que se trasladará a los precios. Pero no solo esto. Por la misma causa, debido a las mismas expectativas inflacionarias, las propias empresas esperan que los precios de los bienes intermedios necesarios para la producción también crezcan en el futuro y por ello intentarán acelerar hoy la compra de los mismos antes de que sean más caros. Es decir, que la expectativa de inflación futura es posiblemente lo que más contribuye al empuje inflacionario actual.

    Si a este paisaje se añade que la deuda pública en algunos países europeos y especialmente en España supera con mucho los niveles razonables, una política económica que pretenda mover al alza los tipos de interés provocaría tensiones enormes para financiar la deuda. Por eso el BCE enfrenta una situación muy difícil y de su comportamiento a corto plazo depende ahora, más que nunca, el cumplimiento de su propia misión institucional que es, precisamente, controlar la inflación. Pero, sobre todo, alejar el fantasma de la expectativa de inflación.