La Bolsa y el verano: recomendaciones para el inversor
Rafael Hurtado
Históricamente, los mercados de valores han tenido una relación con los veranos que no ha estado exenta de sobresaltos. Son muchas las crisis que se han originado o que han tomado profundidad durante esta época del año. A modo de ejemplo podemos citar la crisis suprime (2007) y la de Lehman (2008). Remontándonos más tiempo atrás, ejemplos de las crisis veraniegas son la crisis asiática (1997) y la moratoria de pagos rusa con la quiebra de fondo LTCM (1998). Hay un dicho bursátil que es "sell in May and go away", es decir, vende en mayo y vete. Las posibles explicaciones sobre este fenómeno bursátil son varias, por ejemplo el habitual menor nivel de liquidez en estas fechas, lo cual, en caso de existir algún evento negativo, puede provocar pérdidas de mayor calado.
Evidentemente, la historia pasada no tiene por qué repetirse en el futuro (recordemos la famosa frase que afirma que rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras), y este verano de 2021 los mercados no tienen por qué tener un mal comportamiento. Sin duda, los principales mercados bursátiles acumulan importantes revalorizaciones en 2021. Europa se revaloriza aproximadamente un 15 % y Estados Unidos un 17 %.
Evidentemente, podemos afirmar que seguramente el dinero fácil en bolsa ya está hecho. Las valoraciones bursátiles son ahora mayores, con lo que cualquier noticia negativa se puede trasladar más fácilmente en toma de beneficios por parte de los inversores. Seguramente entraremos en una fase más volátil del ciclo bursátil. No obstante, y a pesar de los posibles recortes, el mercado de renta variable presenta sólidos fundamentales que apuntalan de forma decidida las elevadas valoraciones.
En primer lugar, los tipos de interés son ultrabajos, y las políticas monetarias de los bancos centrales continúan siendo muy expansivas. La rentabilidad del bono norteamericano a 10 años se sitúa en el 1,27 %, y la de un bono alemán en un -0,42 %. Las tasas de interés actuales permiten poder afirman que la renta variable es de los pocos activos que pueden ofrecer rentabilidad aceptable. Fruto de ello, durante 2021 los flujos de inversión hacia la renta variable han sido muy elevados.
En segundo lugar, los beneficios empresariales, tanto en Estados Unidos como en Europa, muestran una altísima solidez. Durante la peor parte del Covid-19 (de marzo a junio de 2020) las grandes empresas, que son las que cotizan y tienen mayor peso en los índices bursátiles, mostraron una grandísima resiliencia en cuanto a resultados. En 2021 los crecimientos de los beneficios son los mayores desde 2009 (con incrementos cercanos al 50 % en el caso de Estados Unidos).
En tercer lugar, desde el inicio de 2020 el mundo está en un proceso de intenso crecimiento, tal vez el mayor desde el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Es previsible que en 2021 el mundo crezca a una tasa del 6 %. Estados Unidos es previsible que tenga un crecimiento superior al 5,5 %.
Precisamente, el elevado crecimiento económico ha generado preocupación en los mercados, ya que las altas tasas de actividad están provocando un cierto recalentamiento de la economía que se está traduciendo en una inflación más elevada (en Estados Unidos la inflación interanual se sitúa en el 5,4%). La mayoría de los economistas opinan que esta es una situación puntual en parte debida al efecto base (se comparan precios de ahora con los de hace un año en plena pandemia), y en parte debido al incremento de las materias primas. En el caso de que la inflación no sea coyuntural sino estructural, hay riesgo de que los bancos centrales comiencen a retirar estímulos monetarios, lo cual podría elevar las tasas de interés, algo que no gusta a los mercados de renta variable (cuanto mayores son los tipos de interés, menor es el apetito por la renta variable).
El segundo mayor riesgo, después del de inflación, en mi opinión, es las nuevas variantes del Covid-19. En la actualidad la variante delta, de alta transmisibilidad, está aumentando mucho los contagios en Europa, aunque no tanto las hospitalizaciones y fallecimientos. Sin duda, el proceso de vacunación, muy avanzado en la mayor parte de países de la OCDE, es hoy por hoy una medida fundamental en el control de la pandemia.
Evidentemente, toda inversión tiene riesgo, y la bolsa no es ajena a los riesgos citados anteriormente. Además, hay que recordar que las valoraciones son más elevadas. No obstante, con la información de que disponemos hoy, es probable que los flujos de renta variable en los próximos meses (incluido el verano) sean positivos, lo que permitirá alcanzar nuevos máximos en los principales índices.
Con respecto a las zonas geográficas en las que hay que invertir, creo que se debe primar la prudencia y hacerlo mayoritariamente en Estados Unidos y Europa. Los mercados emergentes, aunque con valoraciones más atractivas, están más atrasados en el proceso de vacunación y además sus políticas fiscales y monetarias no han sido tan amplias como las de los países desarrollados.
Respecto a los sectores donde invertir, si se cumplen las perspectivas de un fuerte crecimiento económico, a corto plazo la mejor opción pueden ser los sectores más cíclicos tales como banca o sectores industriales. En este sentido, Europa tiene mayor sesgo cíclico, con lo que podría hacerlo un poco mejor que Estados Unidos. En el largo plazo, la inversión debería complementarse con los sectores que liderarán las tendencias de los próximos años (e incluso lustros), tales como tecnología y salud.
Por último, no debemos olvidar que la tendencia bursátil a largo plazo es alcista, fruto de una economía mundial cada vez más grande. Por eso, la inversión en bolsa siempre debe ser a largo plazo y de forma diversificada.