Opinión

La mujer del César

    Actuaciones sospechosas de la Fiscal General del Estado, Dolores Delgado

    José María Triper

    Dice la sabiduría popular, recordando la historia que cuenta Plutarco en sus Vidas Paralelas, que la mujer del César no sólo debe ser honesta sino también parecerlo. Y, sin entrar en el fondo de la honestidad real, o no, de la señora Dolores Delgado, si parece claro que a tenor de sus actuaciones desde que está al frente de la Fiscalía del Estado su apariencia de honestidad es manifiestamente cuestionable, y en muchos casos censurable, hasta el punto de que las sospechas han contaminado a la propia institución.

    Una sucesión de resoluciones que culminaban con el informe de la Fiscalía pidiendo al Tribunal Supremo archivar la veintena de querellas interpuestas contra el Gobierno de Pedro Sánchez por la nefasta gestión de la pandemia del coronavirus. Querellas presentadas, entre otras asociaciones por la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM), el Consejo General de Oficiales de Enfermería de España, la Asociación Profesional de la Guardia Civil, o por los familiares de víctimas mortales, nada sospechosos de vinculación política, y que el teniente Fiscal, Luis Navajas, acólito de Dolores Delegado, rechaza con argumentos como que resultan "contrarias a la lógica y la sana crítica", en un escrito que remitió sin consultar a la Junta de Fiscales como hubiera sido preceptivo.

    Aparte de que ya de por si resulta sospechoso que ninguno de los muchos abogados y de diversa procedencia que firman las querellas, haya presentado argumentos lógicos y fundamentados jurídicamente como para sostener la admisión de las querellas, la propia trayectoria de la Fiscal General hace crecer las presunciones de parcialidad y sectarismo. Dolores Delgado es el primer caso en la historia de nuestra democracia en que un ministro de Justicia de un Gobierno y candidata, además, en las listas de un partido político, es nombrada Fiscal General del Estado, por ese mismo gobierno del mismo partido político.

    Las Fiscalías de Francia e Italia mantienen abiertas investigaciones contra sus primeros ministros y los respectivos titulares de Sanidad con cifras de muertes y contagios mucho menos dramáticas que las de España

    Una Fiscal General que aparecía en reuniones y conversaciones con el comisario Villarejo, al que desde su gobierno y su partido consideran el máximo exponente de las llamada "cloacas del Estado y bajo cuyo mandato la Institución ha instado también a obviar o minimizar las graves denuncias por corrupción y por el "caso Dina" contra el socio de su partido en el gobierno de coalición.

    Y esto ocurre en el país que todos los organismos identifican como el que peor ha gestionado la pandemia, que tiene uno de cada cinco muertos por el COVID y el 13 por ciento de contagios en Europa, 227,5 contagiados por cada 100.000 habitantes, frente a los 46 de media en los países europeos y triplicando casi los 96,6 de Francia, país este junto con Italia, cuyas Fiscalías tienen abiertas sendas investigaciones contra sus primeros ministros y los respectivos titulares de Sanidad, con cifras mucho menos dramáticas que las de España. Las comparaciones son odiosas, dicen, pero también reveladoras de la libertad, transparencia y sentido democrático de los gobiernos, instituciones y países.

    Como también es reveladora la comparación con la decisión italiana de reducir un 36 por ciento sus parlamentarios rebajando de 630 a 400 el número de diputados y de 315 a 200 el de senadores, mientras que aquí no sólo seguimos con un Gobierno de 23 ministerios, el mayor de Europa, una administración elefantiásica, y más de mil asesores sólo en el Ejecutivo del Estado. Cobrando todos ellos sueldos importantes del erario público, mientras se anuncian recortes en el estado de bienestar, y congelaciones en las pensiones y en los salarios de los funcionarios.

    Resulta sospechoso que ninguna de las múltiples querellas presentadas contra el Gobierno por su gestión de la pandemia sea acorde con la lógica y tenga los fundamentos jurídicos suficientes como para su admisión por el Supremo

    Pues eso, que aquí ni el César ni su mujer, y ni siquiera su corte de protegidos y privilegiados se preocupan ya de aparentar su honestidad, mientras la oposición permanece impotente, acomplejada y dividida y la sociedad anestesiada.