Sonsóles Ónega paraliza su programa ante el testimonio del abogado de Elisa Mouliaá contra Errejón

 

Este jueves hemos vivido nuevo capítulo en el proceso judicial entre la actriz Elisa Mouliaá y el ex diputado Íñigo Errejón. Dos versiones diametralmente opuestas, cada una con peso emocional, se han enfrentado en una jornada marcada por las tensiones y las múltiples interpretaciones que han hecho de este caso un punto de discusión pública.

El abogado de la acusación, Jorge Piedrafita, ha intervenido en el programa de Sonsoles Ónega para dejar clara su postura tras la declaración de Mouliaá: "Ha sido un relato coherente, consistente, propio de una víctima que ha revivido una experiencia dolorosa". Errejón ha mantenido su defensa, alegando que los hechos, aunque no negados en su totalidad, habían sido malinterpretados, descontextualizados y exagerados.

El relato de Elisa Mouliaá: lágrimas y vulnerabilidad

Elisa Mouliaá, presunta víctima y denunciante, ha vivido momentos de profunda emoción durante su declaración, según el relato de su abogado. Su testimonio ha incluido episodios de llanto e indignación cuando se ha puesto en duda su credibilidad o se le ha cuestionado el tiempo que tardó en presentar la denuncia. "Se ha sentido vulnerable, intimidada y reviviendo lo que pasó aquel día", explicaba el letrado.

Como ya contó en la denuncia, Elisa ha vuelto a explicar que fue invitada por Errejón a la presentación de un libro. Tras el evento, ambos acudieron a un bar, donde comenzó a percibir señales de incomodidad en el comportamiento del político. Según su versión, el episodio culminó con un beso no consentido en un ascensor, que describió como "violento" y realizado "hasta la campanilla". El testimonio de Mouliaá ante el juez, lleno de detalles que intentaban reconstruir lo sucedido, ha sido interrumpido en varios momentos por la intensidad emocional del recuerdo. Su abogado ha destacado que estas reacciones son propias de alguien que ha sufrido un acto traumático, subrayando la autenticidad de su relato frente al tribunal.

Por su parte, Errejón ha adoptado una postura distinta, negando categóricamente la agresión tal como fue descrita por la denunciante. Sin embargo, en un giro significativo, no negó completamente los hechos, sino que ofreció una versión alternativa. Según él, las "tres reglas" mencionadas por Mouliaá —referidas a no separarse más de 20 metros en la fiesta, si lo hacía, regresar pronto, y un beso como supuesto requisito— eran parte de un contexto de "tonteo" y no de control o agresión.

El político ha reconocido que hubo un beso, pero lo ha presentado como consensuado y en un marco de interacción amistosa. No obstante, ha negado vehementemente que este hubiera sido forzado o violento. Estas declaraciones, aunque aparentemente en su defensa, dejan espacio para dudas y contradicciones, especialmente cuando se le ha preguntado por declaraciones previas en las que había admitido no siempre haberse comportado de forma adecuada en sus relaciones afectivas, justo antes de dimitir y publicar su conocido comunicado.

El papel de las emociones y las pruebas en el juicio

La jornada ha estado marcada por las emociones, tanto en las declaraciones como en la actitud de la presunta víctima y del acusado. Mientras Mouliaá ha evidenciado vulnerabilidad y rabia al revivir los hechos, Errejón ha mostrado, siempre según la acusación, una frialdad calculada, con una versión "muy elaborada" que ha dejado cabos sueltos en opinión del abogado.

Una de las cuestiones más controvertidas ha sido la mención de Mouliaá a la posibilidad de haber sido drogada durante la fiesta. Aunque ella misma ha reconocido no tener pruebas concretas, ha deslizado la hipótesis tras analizar sus lagunas de memoria y la sensación de embriaguez desproporcionada respecto a lo que había bebido. Este punto, jurídicamente complicado de sumar a la causa por no haber sido demostrado ni citado en la denuncia, añade un nivel de complejidad al caso, quizás abriendo nuevas líneas de interpretación sobre la vulnerabilidad de la denunciante.

El contexto político y el discurso público

El caso adquiere una dimensión especial debido a la figura pública de Íñigo Errejón y su rol en un partido político que ha abogado históricamente por la defensa de los derechos de las mujeres y la importancia de creer en el testimonio de las víctimas, poniendo de relevancia la práctica inexistencia de las denuncias falsas. Esta dualidad ha sido subrayada por el abogado de la acusación, quien destaca la contradicción entre los valores que Errejón ha defendido públicamente y su actuación en este caso.

Errejón, consciente de esta carga simbólica, ha justificado su dimisión previa no como un reconocimiento de culpabilidad, sino como una respuesta al "revuelo" generado y a la pérdida de confianza dentro de su entorno político por esa incoherencia. Sin embargo, sus explicaciones no disipan las críticas sobre la coherencia entre sus acciones y sus principios declarados. La complejidad del caso radica no solo en los hechos denunciados, sino en cómo estos se presentan, interpretan y enfrentan en un contexto donde el escrutinio y la opinión pública juegan un papel notable en el circo mediático.

Sea cual sea el fallo, lo cierto es que este proceso ya ha dejado huella en la percepción pública sobre el comportamiento de las figuras políticas y la forma en que enfrentan acusaciones de este tipo, redefiniendo una vez más las tensiones entre lo privado y lo público, entre la coherencia y la contradicción.

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