Política
Iglesias, el político que tropezó dos veces con una investidura de Sánchez
- El líder de Podemos lleva ya en su espalda dos investiduras fallidas de la izquierda
Mario Becedas, Javier Collado Sánchez
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha tropezado dos veces en la misma piedra: una investidura de Pedro Sánchez. Las dos ocasiones en las que la ha tenido en su mano, lo ha dinamitado todo en el último momento. Si tras las generales de 2015 lanzó la "cal viva" al PSOE por ambición -o Vicepresidencia, CNI y ministerios de Estado o sorpasso, a la postre fallido-, ahora lo ha tirado todo por la ventana también por los sillones del Gobierno. Con una diferencia: en 2016 sabía que no se los iban a dar y en 2019 ha creído que le iban a dar más de la cuenta.
Es el eterno retorno que vive Iglesias con el PSOE. Pese a su preclara mente política, el líder de Podemos vuelve siempre al mismo error: tiene vigiladas todas las piezas, las jugadas preparadas... pero cuando tiene que consolidar su posición, se lanza a buscar el jaque con un peón.
Lo más duro para Iglesias es que en el fondo es plenamente consciente de lo que sucede. El electorado le hizo una corrección de un millón de votos cuando se echó a la yugular del PSOE. El mensaje estaba claro: colaboración, no aniquilación. Tras muchas vicisitudes internas, Iglesias pareció entenderlo y fue el auténtico pilar de la moción de censura que aupó a Sánchez al poder. Su abrazo al nuevo presidente traslucía una auténtica redención, tras lo ocurrido en 2016.
Pese a tener apenas 15 escaños menos que Sánchez, en los meses de Gobierno socialista Iglesias optó por el perfil bajo y la contribución a la causa. Se firmó el acuerdo presupuestario y hubo una relativa estabilidad. Pese a llegar muy quemado a la campaña por las divisiones internas, el mensaje sereno de Iglesias en los debates, agitando la Constitución y diciendo a Sánchez que lo que hiciera falta, le salvó de una catástrofe aún peor pese a perder casi 30 diputados.
Parecía comprenderlo de nuevo Iglesias hasta que se vio metido de lleno en la negociación con el PSOE de cara a la investidura. El jefe de los 'morados' se fue creciendo hasta verse capaz de doblar el brazo a Sánchez. No salían las cosas como quería la maquinaria socialista e Iglesias iba ganando fases, hasta el punto de que Moncloa tuvo que aceptar primeros espadas de Podemos en algún ministerio. Incluso le pusieron el cebo del veto a su persona y no mordió el anzuelo.
Pero ahí llegó el error fatal. A partir de ese momento creyó que le tendrían que dar un Gobierno paralelo y que de no ser así la culpa recaería por entero en el otro. Incorrecto. De no haberse dejado llevar por la pasión, Iglesias sabía de sobra que aceptar la última oferta del PSOE -Vicepresidencia social de Irene Montero, Sanidad, Igualdad y Vivienda- era suficiente como para poner en un brete a un Sánchez que no quería coalición, penetrar en el Estado, desarrollar estrategias creativas desde la institucionalidad e impulsar la figura de Montero.
Rompió la baraja Iglesias por el Ministerio de Trabajo y se dio cuenta del fallo de embestir de nuevo contra el trapo rojo, justo antes de su lánguida oferta desde la tribuna del Congreso, pidiendo las políticas activas de empleo. La portavoz socialista, Adriana Lastra, ridiculizó la propuesta en el mismo hemiciclo, y poco después la votación de investidura concluía sin éxito. Todo había terminado.
Amenazas internas y externas
Es evidente que Iglesias atraviesa por uno de los peores momentos de su carrera política. Quien estuvo a punto de personificar el citado sorpasso histórico al PSOE, ahora se ve asediado por las encuestas, que le defenestran en el caso de que se repitan las elecciones. El que consiguió fagocitar a la Izquierda Unida que le rechazó en su juventud, se vio exigido a abstenerse en la investidura en lugar de votar el no inicialmente previsto.
En estos momentos, el PSOE parece ganar la batalla del relato, achacando la investidura fallida a la ambición de Iglesias. Declaraciones como las de la portavoz del Ejecutivo, Isabel Celaá, asegurando que "el Gobierno no quiere ir a nuevas elecciones, a pesar de lo que dan las encuestas", son una amenaza directa a Podemos, recordándole que el batacazo electoral de los morados puede ser sonado, e insistiendo en la premisa de que si se da una repetición de los comicios será culpa del partido a su izquierda. Sánchez le pone sobre la mesa la elección entre un pacto a la portuguesa o las urnas en noviembre, con la amenaza latente de que, cuando Iglesias se ve capaz de pisar al PSOE, se quema el pie.
Desde dentro de Podemos también intentan aprovechar la ocasión para terminar de erosionar el liderazgo de Iglesias. Las divisiones internas de los últimos meses, como la salida de Errejón, ya le han costado crédito político y electoral. Ahora, IU y Anticapitalistas quieren mantener el pulso en la disputa de la hegemonía del partido para que Irene Montero no pase a personificar la autosucesión de Iglesias, al más puro estilo de los Kirchner en Argentina.
Los tiburones políticos de una y otra parte han olido sangre y saben que ésta es su mejor oportunidad para acabar con él. El segundo tropiezo de Iglesias puede ser el fin de su carrera política.